He insistido a lo largo de muchos años, que lo que sucede dentro de un partido político debería ser tema de interés de las y los ciudadanos. No solo porque reciben recursos provenientes del erario, sino porque las decisiones de los mismos, tienen impacto en la vida cotidiana de las personas, repercute en la política pública y afecta el desarrollo de nuestro país.
Y aunque se diga una y otra vez que el sistema de partidos está agotado, la realidad es que sigue siendo el mecanismo de acceso a los espacios de poder. Y hoy, frente a un regimen que nos confirma una y otra vez su intención de controlar al país y desaparecer cualquier equilibrio y contrapeso, los partidos opositores están obligados a actuar con mayor responsabilidad y sin mezquindades.
En el caso del Partido Acción Nacional, debe comprenderse que el reto es mayúsculo por tratarse de una institución cuyas características ideológicas y doctrinarias, son las más opuestas al gobierno en turno. Por ello, no podemos darnos el lujo de seguir cometiendo los mismos errores, que a la luz de los datos duros nos obligan a rectificar el camino, para recuperar la confianza ciudadana y conquistar a los 40 millones de mexicanos que no acudieron a las urnas el pasado 2 de junio.
No concibo que en la sesión de consejo nacional del fin de semana, el espacio de discusión, reflexión y análisis para entregar cuentas del desastre electoral, se haya convertido en el foro para repartir culpas a otros sin entender que el camino a la recuperación del PAN, pasa por un ejercicio forsozo de autocrítica, que incluso obligaba a una convocatoria de la Asamblea Nacional.
No concibo que el dirigente nacional afirme sin el menor pudor, que “se va con la satisfacción del deber cumplido”, cuando enfrentamos la peor derrota de los últimos años. Me parece indignante, que quienes han sido igual de responsables de esta debacle, presuman que “el PAN es nuestra doctrina en el centro de todo, el PAN son nuestras causas…el PAN son los debates que hemos dado en el Congreso…”, cuando la realidad nos reprocha que sus actos fueron justo lo contrario.
Lo que sucedió en la elección constitucional, no es más que el reflejo de nuestras múlitples debilidades internas:
Me explico:
Se aliaron con el PRI y no nos preguntaron.
Designaron candidatos sin respetar nuestro derecho de elegirlos.
Cerraron las afiliaciones y solo admiten a quienes ellos quieren.
Cancelaron asambleas y convenciones para discutir programas y propuestas de partido sin que pudiéramos opinar.
Perdimos identidad, perdimos elecciones y lo peor, perdimos prestigio y reconocimiento de las y los ciudadanos.
Nos piden cuidar al partido con nuestras declaraciones ante los medios, mientras ellos hacen acuerdos para beneficio personal que luego publican causando gran daño a la institución.
Y para colmo ante la falta de estrategia y liderazgo, lanzan guiños al régimen de los que luego se retractan, debilitando aún más a la oposición.
En la renovación del PAN está en riesgo algo más que perder un trabajo en algún gobierno panista -incluso morenista por acuerdo de elites- o una promesa de candidatura para la siguiente elección.
Reitero, quienes actúan como tahúres políticos, pronto no tendrán nada que repartir, solo las culpas a otros porque no se han hecho responsables de sus actos ¡Esto no puede seguir así!
Las y los ciudadanos nos exigen a los militantes, levantar la voz, sacudir al PAN que es nuestra casa, alzar las banderas azules y provocar el cambio.
Porque con ello, recuperaremos nuestro derecho de votar y ser votados, nuestras asambleas y convenciones, abriremos la afiliación sin exclusiones, debatiremos sobre nuestras propuestas, y sin dudarlo, nuestras banderas serán las causas de las y los ciudadanos, las de antes y las que vienen que ni siquiera imaginamos.
Si queremos ganar, necesitamos reconstruirnos y solo podremos hacerlo con la fuerza y el valor de la militancia y el acompañamiento de los mexicanos.
¡O los cambiamos o morimos!