¡Qué tan graves serán los delitos que cometió Arturo Zaldívar en su paso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que hoy, ansioso, irritado y desencajado, se refugia en la cuarta transformación, con el falso alegato de ser víctima de una persecución política!
Reza un dicho “quien no te conozca, que te compre”. Seguramente olvidó, a la llegada de este gobierno en 2018, guardar las formas del cargo que ostentaba, pues demostró, a todas luces, que su corazón siempre latió al ritmo que marcaba el chasquido de los dedos de su patriarca y que la “impartición de su justicia” siempre estuvo guiada por el color guinda.
Todo parece indicar que también perdió la memoria, porque contrario a lo que establece la Constitución buscó, junto con el gobierno federal, extender su mandato sin conseguirlo; así es que mejor optó por renunciar al cargo, pero no a su pensión, ni a sus prestaciones, ni a lo que los cuatroteístas llaman “privilegios”.
De inmediato se sumó -vaya, sin aún aprobarse su renuncia por el Senado- al proyecto de la “transformación”. Lo vimos en diversos espacios públicos, gustoso y envalentonado, soberbio y frívolo, tal cual son las élites cuatroteístas, con ese característico complejo de superioridad moral que suelen presumir hasta el cansancio, cuando en realidad lo que esconden es un cúmulo de frustraciones, enojos y resentimientos.
Ante las denuncias en su contra y la colectiva manifestación de magistrados y jueces para testificar contra actos cometidos, el abogado que anhela ser Influencer juvenil y que decidió colgar su manchada toga de ministro, solo evidenció los verdaderos motivos de su llegada al equipo de la candidata oficialista:
¡Sí, está ahí porque busca impunidad!
Está ahí, porque se dio cuenta que el inquilino de Palacio Nacional ha perdonado a un gran número de personajes que tanto daño han hecho a la Nación, entre los que encontramos a un Félix Salgado Macedonio, a quien, a pesar de las acusaciones de violación, lo exculpó sin siquiera darle voz a sus víctimas; un Ignacio Ovalle, a quien defendió porque “lo engañaron unos malos priístas”; a un Cuauhtémoc Blanco, de quien señaló “es mejor que Graco”. Ellos y muchos otros, cobijados bajo el amparo del jefe mayor, se creen con el derecho de cometer todo tipo de tropelías, pues saben que basta la “purificación” de su pastor para que todo quede en el olvido.
A cambio, todos ellos deben convertirse en los miserables cómplices de la destrucción del Estado de Derecho, las instituciones y la democracia en México.
El “inteligente” Arturo Zaldívar, ese que cambió la toga por la porra, es ahora el instrumento elegido por López Obrador para apuntar el misil de la mentira y la destrucción contra la SCJN y es incapaz de reconocer que fue el propio López Obrador quien hizo público su deshonesto actuar, lo cual lo tiene hoy bajo la lupa de la justicia.
Quién no recuerda que en la conferencia matutina reveló: “cuando estaba el ministro Zaldívar de presidente de la Corte, había más recato, nosotros respetuosamente interveníamos” ¡Vaya escándalo! Desde Palacio Nacional le dictaban línea a un poder que se supone debía ser contrapeso de los abusos del ejecutivo.
Por más que Zaldívar quiera proliferar descalificaciones y acusaciones contra el poder judicial del que fue parte, y que apunte todos los recursos de su coraje hacia la presidenta de ese poder autónomo y de paso, hasta meter en la misma bolsa de su desdén a la candidata Xóchitl Gálvez, no podrá sacudirse las consecuencias de sus decisiones, que muestran su conducta -nada ética- y los perversos motivos por los que ofreció apoyo al oficialismo.
Arturo Zaldívar es acusado por actos de corrupción, por presuntamente vulnerar la autonomía de operadores del sistema judicial; es investigado también por enriquecimiento ilícito y ejercer presión sobre titulares de órganos jurisdiccionales, para que diversos asuntos se resolvieran a favor de intereses ajenos a la justicia, pero aun así insiste -como lo hace su mentor López Obrador- en hacerse “la víctima”.
Si de algo es víctima Arturo Zaldívar es de su ambición desmedida, de su narcisismo desbordado y de su incongruente y corrupto actuar. Señor ¡ya no se queje! mejor enfrente la justicia que, tarde que temprano, también alcanzará a quienes hoy, como López Obrador y Claudia Sheinbaum, han demostrado lo fácil que es comprar y vender su dignidad.
Porque finalmente, al ex ministro tik tokero no lo salva ya, ¡ni Taylor Swift!
Política y Activista