Iniciamos el 2024 con el sello cuatroteísta de violencia de todo tipo y desde cualquier espacio: calles inseguras, robos, balaceras, heridos, plagios, destrucción de lo público para salvaguardar las redes criminales y un largo listado que demuestra que mientras el país se cae a pedazos, en el gobierno de la República nada ha cambiado y por supuesto, ya a estas alturas, nada cambiará. López Obrador fue, es y será siempre el mismo.
En los primeros días de enero hemos constatado, por sexto año consecutivo, que el presidente es monotemático, siempre hablando de sí mismo: él crítica, emite sentencias, señala, se justifica, se victimiza, para enaltecer su vanidad y terminar en la vanagloria personal que tanto le gusta, ah pero eso sí, sin atender los problemas que se han generado en su gobierno.
En sus mañaneras, repitió el discurso de que se “confabulan” para dañarlo quienes buscan ejercer su legítimo derecho a la salud; habló otra vez del “fraude” electoral que creó para justificar sus errores; atacó una vez más a la Suprema Corte de Justicia de la Nación -con el acompañamiento “amoroso” de su incondicional aliado Arturo Zaldívar- y para no variar, agredió a los periodistas incómodos para el régimen.
En pocas palabras, los mensajes de odio, las ocurrencias, los constantes ataques a los que disienten con esta forma de gobernar, el auto elogio y la negación permanentes de la brutal realidad que azota a México, continúan.
El hoy presidente que, como candidato opositor, bien aprovechó las denuncias que el periodismo de investigación hizo en otros sexenios para llegar a Palacio Nacional, se ha convertido en el verdugo de los líderes de opinión, buscando, a toda costa, restarles credibilidad. Lo hace directamente y hace unos días, volvió a lanzar advertencias veladas a los dueños de los medios.
“¿Cómo se llama el director dueño de la televisora de Ciro? -Olegario Vázquez Raña- o para socializar más, el director... el dueño de Fórmula -Jaime Azcárraga- las dos buenas personas, pero son capaces de decir que no pueden con Ciro, porque es independiente, yo todavía ando buscando a quién se los crea, pero quieren hacer líderes de opinión y son los que reciben más dinero, ganan más y también son los que más desprestigian al noble oficio del periodismo”.
No hay que olvidar que Ciro Gómez Leyva sufrió un atentado hace poco más de un año, sin que hasta el momento se conozca el móvil; ha sido blanco de los ataques matutino del presidente. Ningún periodista debería sufrir el acoso constante del poder cuando su trabajo es justamente denunciar los errores y aciertos del poder y dar testimonio de lo que acontece en el país.
Lamentablemente no es el único cuestionado desde el púlpito presidencial: Carlos Loret ha destapado corrupción y tráfico de influencias de los hijos del presidente; Carmen Aristegui ha cuestionado las incongruencias entre López Obrador candidato y López Obrador presidente; Reyna Haydee Ramírez y Jorge Ramos lo han enfrentado, con sus propias cifras, sobre la violencia criminal, y León Krauze desnudó el abandono gubernamental ante la tragedia de Acapulco, entre muchos otros.
Según un reporte de la organización civil Artículo 19, el gremio periodístico ha sido atacado casi tres mil veces, en los cinco años de gobierno del tabasqueño. Con datos oficiales, México se ha colocado, para nuestra desgracia, en el país en el que más periodistas han sido asesinados.
Callar las voces críticas se ha convertido en una prioridad para López Obrador, pues sabe que ante la evidencia que presentan los profesionales de los medios, sus miles de mentiras se derrumban una a una, demostrando además que su candidata, Claudia Sheinbaum, busca ser una copia inmaculada de su estilo y repetir el patrón de la censura, disfrazada de la defensa de la libertad de expresión.
Por eso es fundamental que los mexicanos no solo nos solidaricemos con quienes reciben estos ataques, sino comprendamos que los periodistas no son activistas políticos ni militantes de partidos, que independientemente de que sus opiniones sean o no coincidentes con nuestra manera de pensar, estamos obligados a defender su derecho a expresarse con libertad. No se les puede exigir a los medios censurar a ningún personaje, sean afines al oficialismo o difieran de él, porque efectivamente no podemos convertirnos en lo que criticamos.
No podemos seguir en el juego perverso de atizar la división entre mexicanos, mientras los problemas nos abruman, nos llenan de incertidumbre y miedo. No podemos aceptar que las autoridades del oficialismo se victimicen, evadan sus responsabilidades y nos receten religiosamente el eslogan presidencial: “estás conmigo y la transformación o estás contra mí”.
Aunque les cueste, deben entender que la mayor riqueza con la que contamos es la pluralidad, que nos debe llevar al diálogo y no a la cerrazón, a la construcción y no a la destrucción, porque solo así seremos capaces de construir un mejor porvenir para México.