Durante los últimos días hemos visto replicar mensajes, en redes sociales, de “la alegre euforia” de los llamados influencers y youtubers al servicio del régimen: “el peso mexicano sostiene su tendencia a la alza, va de la mano con la alegría, la esperanza y la fortaleza en los corazones del pueblo de México”. No pude evitar recordar cuando en los años 90´s se nos repetía, una y otra vez, que ya estábamos en el primer mundo y de pronto… se quitaron los alfileres y nos caímos hasta el tercero. ¡Pum! Nos desplomamos.
Entiendo que para eso se alquilan y forman parte de la red de difusión que cumple con la narrativa que se dicta desde Palacio Nacional. Pero en “el júbilo de sus mensajes” hacen falta algunos elementos que pueden describir, con mayor precisión, la situación económica en la que se encuentran las familias mexicanas, entre ellos, el informe que emitió el primer día del 2023, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que da cuenta de que la inflación en México alcanzó el 7.82% anual. ¿Qué significa lo anterior? Muy simple, que el dinero de los mexicanos vale menos y los productos de la canasta básica cuestan más.
Un dato adicional: si desglosamos el costo de producto por producto, las cuentas no salen. Para los hogares mexicanos, el huevo, la leche, la tortilla, el pollo, la carne de res y de puerco, el limón, el frijol y un largo etcétera, son más caros. ¡Las familias no compran dólares, compran comida, pequeño detalle!
Para nadie es desconocido que, durante muchos años, la bandera política del hoy presidente fue “primero los pobres”. En la realidad, ha sido una apariencia bastante mezquina: “el pueblo bueno, víctima del uso, desprecio y maldad por parte de políticos neoliberales, conservadores y omisos”, fue el pretexto de López Obrador y no su causa.
Su discurso le ha permitido lucrar con la esperanza y necesidad de millones de personas que apostaron por el supuesto bienestar que ofreció en su papel de eterno candidato y que no cumplió como presidente.
¿Sus tácticas?
1. Elaborar listados rentables en términos electorales, para detectar áreas fértiles en las que pueda crear lazos de dependencia económica entre el gobierno y los grupos vulnerables.
2. Hacer suyas las necesidades de los quejosos, única y exclusivamente para narrar relatos de culpabilidad a otros.
3. Evadir todo tipo de responsabilidad y entregar dinero público a través de sus superdelegados y servidores de la Nación, con la consigna de que todos sepan “que se los manda el presidente”, aunque se pague con recursos de todos los mexicanos... como reza un dicho popular, “hace caravana con sombrero ajeno”.
En ningún caso, prioriza la política pública para atender los graves problemas de bienes y servicios, menos fomenta el desarrollo personal o de la colectividad. Ser “aspiracionista” está mal, va en contra de los postulados del obradorato… siempre y cuando no sean los suyos, aquellos que le profesan lealtad ciega, con tal de ser considerados “corcholatas” en cualquier cargo público o beneficiarios de las adjudicaciones directas o el tráfico de influencias.
El pasado cuatro de enero, el tabasqueño por fin se sinceró: “ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya saben que cuando se necesite defender —en este caso la transformación—, se cuenta con el apoyo de ellos. No así con sectores de clase media ni con los de arriba ni con los medios ni con la intelectualidad. Entonces, no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”.
¿Estrategia política? El presidente, en lugar de atender y dar respuesta a las carencias de los más vulnerables, apuesta a, de ser necesaria, la rebelión de la pobreza para apuntalar la transformación. ¿Es en serio?
Él no busca obtener resultados ni medir los avances para erradicar las condiciones de pobreza y marginación que detonan la desigualdad. No, prefiriere repartir “aspirinas” para aminorar los síntomas de la terrible enfermedad llamada miseria. Y por eso, en lugar de acabar con la pobreza, decidió aumentarla. A finales del año pasado, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) evidenció que, en nuestro país, aumentaron en al menos 4 millones, las personas en situación de pobreza durante el 2021; en tanto la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) calcula un crecimiento adicional de 2.3 %, es decir, más de 2 millones y medio de pobres. De ese tamaño es la perversidad política de los amloístas.
Muchos advertimos que Andrés Manuel López Obrador era un peligro para México y hoy se comprueba: el país no está mejor con el originario de Macuspana, vamos en franco retroceso; tuvimos diferentes indicios de los que algunos hicieron caso omiso. Para muestra, las declaraciones de la entonces presidenta de MORENA, Yeidckol Polevnsky: “es que cuando sacas a gente de la pobreza, y llegan a la clase media, se les olvida de dónde vienen, porque la gente piensa como vive”. ¿Hay alguna expresión más clasista que ésta? Los ahora morenistas, que se formaron en lo más arcaico y ruin de la política ven, en el ejercicio público, a los mexicanos como sujetos de lucro y no como sujetos de derecho.
Hoy lo reiteramos: MORENA y cualquiera de sus “corcholatas” en los procesos electorales, incluyendo el Estado de México, son una lamentable garantía para la demolición del país, pues a lo único que aspiran es a caminar entre los escombros de una Nación que se merece mejores gobernantes. Aún estamos a tiempo de cambiar la ecuación.
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