La escritora y feminista Maya Angelou decía que cuando una mujer lucha, lo hace por todas las mujeres. Por eso hoy, al hacer un recuento en los avances que se han alcanzado en términos de igualdad sustantiva y empoderamiento femenino, podemos mencionar no a una, sino a miles de mujeres que, a lo largo de la historia, han contribuido de una u otra manera a superar, poco a poco, las condiciones de desigualdad y discriminación en las que por siglos han vivido las mujeres. Por ello podemos afirmar que, esa conquista que ha logrado que cada vez más personas dejen atrás el paradigma de la mujer sumisa y relegada al ámbito del hogar, ha sido un triunfo colectivo, en lo que se ha denominado una nueva revolución cultural que no pretende más que el reconocimiento de la realidad: la igualdad de género debe ser una condición de la vida humana en sociedad.

¿Qué ha ocurrido para vencer tal paradigma? Esa es una de las preguntas básicas que Gail Collins, ex editora del New York Times, en su libro The Amazing Journey of American Women (Back Bay, 2010) se formula para entender las razones que permitieron tal hazaña. Su conclusión, precisamente, es que es el carácter multifactorial lo que permitió que hoy por hoy podamos describir que el empoderamiento de la mujer es una de las revoluciones más relevantes en la historia de la humanidad.

Si en el campo de la ciencia, hoy vivimos una revolución tecnológica, es innegable que en el campo de la cultura hoy estamos presenciando una auténtica revolución violeta, la revolución de las mujeres. En México esta revolución se ha transformado, en la arena regulatoria, en nuevos ordenamientos que buscan seguir transformando la realidad para otorgar mayores derechos y garantías de igualdad para las mujeres, como las cuotas de género en candidaturas a cargos de elección popular; la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; Ley General para la Igualdad entre Hombres y Mujeres y la tipificación del feminicidio en el marco penal mexicano, entre otras.

En la arena de la sociedad civil, esta revolución también ha incursionado en México a través de la denuncia en las redes sociales, la participación cada vez más activa de las mujeres en la vida política, económica y social (hoy nadie puede negar la relevancia de la marcha anual del 8M y del “Día sin nosotras”, por ejemplo) y el esfuerzo de colectivos para incidir en leyes que protegen, empoderan y buscan brindar mayor justicia para las mujeres.

A pesar de este reconocimiento del acontecer de dicha revolución sociocultural, debemos identificar los desafíos que como sociedad mexicana enfrentamos en esta materia. Las mujeres tienen derecho a sentirse libres en todos los ámbitos, sin embargo, algo contrario a la libertad es el miedo. Por ello, las mujeres no deben sentir miedo de salir a la calle, no deben sentir miedo de ser violentadas por sus parejas, no deben de ser estigmatizadas, señaladas o prejuzgadas. Por el contrario, se debe garantizar el derecho de las mujeres mexicanas a una vida libre de violencia, a acceder a la justicia, a defender lo que por derecho les corresponde, a la crianza compartida de sus hijos y, en general, a la corresponsabilidad en las labores de cuidado. No hay espacios para estereotipos anquilosados que ya no pertenecen a esta época, la revolución violeta, la que lucha por mejores y mayores derechos de las mujeres, es una realidad, de la cual debemos participar todas, todos y todes.

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