Desde niños sabemos que, para participar en un juego, debemos respetar las reglas. Así, aprendimos que para jugar a "Doña Blanca" debíamos esperar a que el lobo estuviera listo para perseguirnos; aprendimos a que no podemos "desencantarnos" hasta que alguno de nuestros amigos nos tocara para seguir en el juego y aprendimos que solo una persona puede salvar al resto de los encontrados en el clásico juego de "las escondidillas".
Pero ¿qué pasa cuando las reglas no son justas? la respuesta es simple: varios participantes del juego perderán interés en él cuando consideren que las reglas no son las mismas para todos ya que algunos tendrán más ventaja sobre otros, afectando de esta forma la convivencia de todos. Las reglas son el eje fundamental de la convivencia en sociedad y piedra angular de la vida institucional en cualquier ámbito: desde los juegos para niños hasta los asuntos públicos.
Norberto Bobbio, en El futuro de la democracia (FCE, 2008), esgrime que solo lograremos una verdadera transición a la vida democrática cuando los valores, prácticas y reglas propias de la democracia, se repliquen en todas las instituciones que la sociedad conoce. Por ejemplo, la toma de decisiones colectivas de una familia debe estar fundamentada en la razón, con transparencia, voz con equidad para los involucrados, entre otros factores no menos importantes.
Lo mismo ocurre con los partidos políticos porque, como instituciones de interés público, deben replicar esos valores, prácticas y reglas de la democracia. Sin embargo, en la práctica, la tentación por simular dichos valores y prácticas daña por completo la confianza de la sociedad a los partidos.
Hablando específicamente de la alianza conformada por el Frente Amplio Opositor, hace unas semanas se presentó el mecanismo para la elección del o la candidata a la presidencia de la República. Lejos de hablar de los perfiles, me centraré en los que, considero, son los seis elementos básicos de ese mecanismo: 1) equidad (entre contendientes), 2) participación ciudadana (reflejada en la importancia del colectivo "Unidos" en el proceso), 3) transparencia (en la toma de decisiones), 4) voto directo (en la elección primaria anunciada), 5) información (a través de debates y foros nacionales) y 6) certeza (en la conformación de un comité que garantizará todas estas prácticas y valores).
A manera de autocrítica y, a título personal, me parece que mientras esos mecanismos no se repliquen para lograr que el resto de las candidaturas relevantes se hagan de la misma forma estaremos cayendo en el mismo vicio que llevó al desencanto de unos partidos en favor de otros en 2018: la simulación.
Hablando específicamente del contexto político de la Ciudad de México, es de suma importancia lograr un mecanismo de selección del candidato o candidata a la Jefatura de Gobierno, que contenga al menos, los seis elementos del proceso de selección a nivel nacional mencionados. De no hacerlo así, seguiremos con la amenaza latente de la imposición de quien se considera en ventaja dentro de la alianza, pero cuyas esperanzas solo dependen de su optimismo desenfrenado en perjuicio del resto de los integrantes.
Pedir que se determine el proceso solo por la votación de 2021 es ignorar que las coyunturas políticas cambian. Es una falsa salida para legitimar una candidatura a conveniencia. Es ignorar que han pasado más de dos años en donde la ciudadanía también ya evaluó las propuestas que la oposición le ofreció en la Ciudad de México pero, sobre todo, es ignorar que no podemos presentarnos ante el electorado con viejos vicios. El desdeñar los seis elementos básicos del proceso de selección, es volver a abrazar esas tóxicas prácticas que nos llevaron a la derrota.
Que no se confundan los que ya se sienten en la antesala de la Jefatura de Gobierno: las reglas del juego deben ser parejas, transparentes y con observación ciudadana para el beneficio y la certeza de todos. Las prácticas democráticas no se simulan, ignorar los seis elementos, es darle la espalda a la ciudadanía.
