¿Podría ganarle la alianza PRI-PAN-PRD a Morena y sus aliados? Tal vez. Pero para lograrlo, la oposición requiere dos cosas: humildad y unidad.

Por humildad me refiero a que la alianza necesita hacer un Mea Culpa al electorado. Lo mejor que los tres partidos de la alianza pueden ofrecer a la gente es un claro ejercicio de autocrítica, explicando qué hicieron mal y cómo no volver a cometer esos errores si gobiernan nuevamente.

De otra forma, se vislumbra difícil que gane por sí sola y no por el voto de castigo. No ganará si no se hace este ejercicio de reconocer y evaluar los errores.

Entra también el asunto de la unidad. La alianza no ganará si un partido sigue relegando y subestimando al resto. No ganará si dejamos que la arrogancia de un partido se apodere de ella. No ganará si uno de los partidos se asume como “más importante” menospreciando a los otros, imponiendo su marca, y su propuesta política. Es muy claro: Se necesitan tres, no uno.

Las campañas electorales de 2023 han comenzado, y múltiples estrategas analizan escenarios entre dos fuerzas que buscaron apoyos similares en el espectro político. Por un lado está, como decíamos, Morena y sus aliados. Por el otro está la alianza PRI-PAN-PRD. La contienda es tan sólo de dos bandos, al grado que un partido minoritario decidió darse de baja consciente de que no tenía oportunidad alguna.

Ambos bandos, durante el periodo de precampañas, se jactaban de poder participar en las elecciones de manera independiente. Sin embargo, la necesidad de contrarrestar la hegemonía partidista y evitar la arrogancia al acudir a las urnas los llevó a unirse con otras fuerzas políticas.

Este fenómeno de alianzas es probable que se repita en otras dos elecciones clave en 2024: la Presidencial y la de la Ciudad de México. A pesar de ello, mantener una alianza en vísperas de una elección por un periodo determinado no es tarea sencilla.

La aparición de Morena en 2015 y especialmente en 2018 ha generado una alta volatilidad en el voto, lo cual también se reflejó en las elecciones de la Ciudad de México en 2021 (aunque por motivos diferentes). La oposición logró venderse como una alianza sólida, lo que atrajo a los votantes y les permitió gobernar más de la mitad de las alcaldías (9/16).

Sólo en Benito Juárez no existió una alianza, es decir, en el 90% de los casos, las victorias se lograron gracias al apoyo de tres partidos, no uno. La memoria electoral es fundamental para no caer en la complacencia y dar por sentados ciertos bastiones. El exceso de confianza, arrogancia, e intransigencia pueden destruir tanto alianzas como partidos políticos completos.

La solución a este problema es construir puentes, respetar el trabajo de los partidos aliados y ofrecer una propuesta política clara resultado de un consenso real. La alianza PRI-PAN-PRD podría beneficiarse de ideas como establecer gobiernos de coalición a nivel de alcaldías, aumentar la transparencia en compras gubernamentales y mejorar las relaciones intergubernamentales.

La alianza PRI-PAN-PRD necesita asumir su responsabilidad ante el electorado. De lo contrario será difícil ganar por méritos propios y no solo por el voto de castigo. En resumen: la alianza no triunfará si no reconoce y evalúa sus errores, si un partido subestima a los demás, o si la arrogancia se apodera de alguno de ellos.

Hay que insistir una y otra vez: se necesitan tres partidos unidos, no solo uno. La gobernabilidad democrática mejora cuando se respetan las visiones compartidas, los acuerdos, y el apoyo de los aliados. Recordemos, como dijo Tácito, que si luchamos por separado seremos vencidos juntos.

Alcalde de Cuajimalpa

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