El próximo domingo siete de abril, se realizará el primer debate, organizado por el INE, entre las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República. Los debates entre candidatos al máximo cargo de elección popular en México surgieron ante la necesidad de proveer más información al electorado para ejercer un voto informado. En suma, para documentar su decisión.
Los debates son un ejercicio de contrastes entre las propuestas y qué mejor plataforma para enfatizar aquel contraste entre una candidata que, hoy por hoy, es puntera en cualquier encuesta y la otra candidata con una propuesta artificial, “descafeinada”, si me permiten la expresión.
Si algo ha quedado claro en la enorme mayoría de las encuestas es que Xóchitl Gálvez no ha logrado repuntar de la forma en la que auguraban decenas de acólitos panistas y priistas, con un optimismo desenfrenado, propio de quienes ante la eminente derrota prefieren disfrazar la realidad para, en términos del sociólogo italiano Gaetano Mosca, “hacer creer o hacer parecer” que su candidata es competitiva; nada más ingenuo.
Desagreguemos pues en qué consiste el contraste que habremos de observar el próximo domingo: por un lado, la candidata Claudia Sheinbaum representa la visión de quienes, por primera vez en la historia del país, defienden la causa de los más necesitados, de aquellos olvidados por décadas por parte de gobiernos que hacían política en el escritorio y, en general, alejados de las calles. Una visión con absoluta consciencia social, con empatía de las necesidades de las personas en situación de pobreza y con la legitimidad para equilibrar la balanza entre el pueblo, por un lado y la oprobiosa alianza entre el poder político y el económico, por el otro.
Hoy, nadie puede negar algunos de los grandes logros que Morena y sus aliados tuvieron a lo largo del sexenio con el aumento al salario mínimo, el éxito del programa de pensiones para adultos mayores, la exhibición de esquemas de corrupción en el sector privado en diversas industrias, como la farmacéutica por parte de algunas empresas, la instauración del etiquetado frontal de alimentos procesados y bebidas azucaradas, el mantenimiento de la solidez de las finanzas públicas, entre otros.
Por su parte, la candidata del PAN (y lo que queda del PRI y el PRD), representa una visión anquilosada, desgastada y perniciosa de la política; para hacer una analogía simple: es un cartucho quemado. ¿Por qué? Porque todos sabemos quiénes están detrás de su imposición como candidata.
De entrada, está respaldada por personajes cuya reputación llevó a la derrota de esos partidos en 2018 (como Alejandro Moreno, por ejemplo). Segundo, porque su incongruencia es tal, que no declinó su candidatura al ver las listas para diputados y senadores que el PRI y el PAN propusieron, porque -adivinaron bien- pusieron a los mismos de siempre, a personajes de credibilidad nula y de rechazo amplio.
Tercero, porque su candidatura fue impuesta por un sector del empresariado que en sexenios anteriores gozaba de un derecho de picaporte sin precedentes, logrando entrar hasta los rincones más desconocidos del gobierno en turno. Es un modus ya visto y cuya efectividad es cero: el fenómeno de las candidaturas fachada, es decir, creadas a modo de algunos empresarios a favor de quienes (ellos) piensan que tendrán mejores resultados electorales para favorecer a sus causas. No han entendido que no han entendido.
La doctora Sheinbaum representa el contraste con esa candidatura: una mujer de ciencia, que ha dado resultados pro-ba-dos en la Ciudad de México (a diferencia de una efímera e ineficiente gestión de Gálvez en Miguel Hidalgo, en términos generales); una mujer que sí sabe diferenciar y marcar una línea con el empresariado rapaz, una mujer que empatiza con las necesidades de las personas que más lo necesitan y decidida a generar un gobierno con equidad e igualdad.
Que no nos quieran engañar, la candidatura fachada de Gálvez ha sido incapaz de negar lo peor de los partidos que la postulan, ha sido incapaz de generar la autocrítica que en seis años esos partidos no han podido general como un “mea culpa”, ha sido incapaz de reconocer que aunque se quiera vender como piloto de fórmula uno, maneja el camión de la basura al endosar tácitamente las candidaturas propuestas por el PRI y el PAN al congreso de la Unión.
El próximo domingo resaltará este contraste, no tengo ninguna duda, porque la visión transformadora de la candidata puntera supera por mucho la narrativa engañosa de una oposición que sabe que su derrota es inminente porque no han entendido que no han entendido.