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En la plancha del Zócalo hace calor, pero eso no detiene a una veintena de personas que insultan al reducido grupo que mantiene el plantón del Frente anti-AMLO (Frenaaa) ante Palacio Nacional.
“Aprovechen hoy, díganles sus verdades, ya mañana no van a estar”, grita una persona desde fuera del campamento. Sus palabras resultan estériles, ya que en el plantón sólo hay cientos de tiendas de campaña vacías.
Las pocas personas que se observan en la Plaza de la Constitución acomodan cobijas y víveres en bolsas o cajas, ignorando a los quejosos. Se preparan para irse, pues un día antes su líder anunció que el plantón se retiraba “provisionalmente” por medidas de seguridad y para “renovar medidas de presión”.
En la entrada al plantón, dos personas cuidan el acceso. Las órdenes que tienen son no dejar pasar a nadie. Así que se limitan a abrir y cerrar la reja para que algunos bicitaxis salgan con cajas, bolsas y víveres. En ese lugar, un letrero alerta que no se permiten visitas los domingos, el mensaje es innecesario, pues sólo algunos curiosos se acercan.
Un joven pedalea un bicitaxi repleto de cajas, cobijas y sillas. No quiere hablar con nadie, la gente que lo contrató le dijo que no diera entrevistas y llevará la carga a donde le pidieran. Él pedalea rumbo a la catedral.
Adentro, en un templete, un hombre con micrófono en mano transmite a los pocos manifestantes que quedan el mensaje que su líder Gilberto Lozano envió en redes sociales, en el que convoca a una manifestación el 21 de noviembre en el Monumento a la Revolución y les pide que nadie del movimiento se quede en el Zócalo.
Los pocos escuchas aplauden y se dispersan entre los cientos de casas de campañas vacías.
En el plantón nadie mueve esas casas que provocan el reclamo, parecen abandonadas a su suerte, las que no están amarradas están volteadas, nadie las levanta. Afuera del campamento las personas que pasan se ríen del plantón y se preguntan entre ellos: “¿No que ya se iban a ir?”; “¿Por qué no mueven sus casas? No hay nadie de por sí”.