La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tuvo un viernes pacífico. En contraste con las semanas de gran movilidad por las protestas de violencia de género, en donde incluso algunos planteles y facultades entraron en paro; ayer el campus central lució tranquilo y en paz.

En un recorrido que realizó EL UNIVERSAL por Ciudad Universitaria, diversas facultades tuvieron una tarde serena. Los alumnos tomaron clases y recorrían los pasillos sin contratiempos.

La Facultad de Derecho lució tranquila, en comparación con lo que pasó hace tres días cuando un grupo de jóvenes encapuchados intentó cerrar el plantel. En la entrada, el águila de bronce que da la bienvenida a los visitantes aún mantiene las pintas escurridas en color verde y varios grupos de estudiantes entre risas charlan sobre los pormenores de su día escolar.

A las puertas de la facultad, un vigilante de nombre Gabriel observa a los alumnos con tranquilidad. Es él quien señala cuatro pantallas, dos de ellas estrelladas por el grupo de encapuchadas en protesta de que el director de la facultad, Raúl Contreras Bustamante, no las dejara tomar las instalaciones.

Gabriel cuenta los hechos de ese día: “El director sólo les decía que si querían dialogar que lo hicieran sin capucha, un estudiante no se esconde bajo una máscara, así que lo empezaron a agredir, a algunos maestros hasta los pintaron”.

El vigilante señala las aulas en donde rompieron vidrios de algunas ventanas. Al preguntarle por qué no lo impidió, Gabriel recalca: “No las podemos tocar, tenemos esa orden, si lo hacemos es provocarlas y sería peor, porque comenzarán a decir que las agredimos”.

A unos metros de Derecho, en la Facultad de Filosofía y Letras que ha permanecido cerrada desde hace unos meses, el pasillo que lleva al Auditorio Che Guevara vendedores y algunos alumnos charlan de manera común.

En su parte este, unas mantas roídas tapan lo que hay al interior. Las ventanas con pintas en aerosol alientan: “mata a tu violador” y le dicen: “La UNAM femenicida”.

En la entrada de la facultad, en uno de los tantos puestos ambulantes de libros, un vendedor con look de los setentas que escucha con desgano una canción de salsa, dice con voz adormilada el motivo por el cual está cerrada la facultad, “ya lleva cerrada varios meses, es por la violencia hacia las mujeres, por eso no hay nadie”.

A unos metros del plantel, tras subir unos escalones, la explanada de la Torre de Rectoría luce semidesierta con las huellas aún del grupo que se manifestó esta semana y que destruyó cristales.

Algunos alumnos pasan por ahí ignorando la cinta de hule con la leyenda prohibido el paso. En las puertas, sólo los rastros del tizne que dejaron las bombas molotov arrojadas por los encapuchados en la protesta de esta semana.

En el área conocida como “Las islas”, grupos de alumnos se aglutinan en los árboles que protegen de los rayos del Sol. Algunos duermen, otros leen y otros al unísono sueltan carcajadas.

La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales parece un lugar sitiado. Sus alrededores lucen vacíos. En una de sus dos entradas, las bancas que antes estaban en las aulas, ahora son un montón de fierros aglutinados desordenadamente para impedir el paso.

El único vigilante que está en la zona de nombre Marco Antonio, alerta de no acercarse a la segunda puerta, “no es recomendable acercarse a esa puerta, ahí están las chicas que tomaron la facultad y si ven que alguien se va, sobre todo un hombre, comienzan a alborotarse, lo mejor es no provocarlas, hoy están tranquilas”.

En esa puerta, la más grande, bancas amontonadas no dejan el paso libre, también, una veintena de chicas vestidas de negro, algunas de ellas encapuchadas, sentadas en unas bancas y hablando entre sí hacen guardia tranquilamente en la entrada de la facultad. Un viernes que sirvió de descanso a la UNAM.

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