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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
“Como la comunidad LGBTTTI ha sido tan discriminada, aquí la puerta está abierta para todo mundo”, afirma Samantha Flores, una mujer transgénero de 86 años que comenzó con el proyecto de la Fundación Vida Alegre Laetus Vitae A.C., que es una casa de día para los adultos mayores que pertenecen a ese sector de la población.
Recuerda que la idea de crear este espacio surgió hace algunos años, cuando comenzó la epidemia del VIH, enfermedad por la que perdió a un conocido muy querido.
Narra que para realizar el proyecto tocó muchas puertas, acudió a buscar apoyo de las autoridades, quienes “nunca me dijeron que no, pero tampoco me dijeron que sí”.
Fue hasta que recibió un donativo de casi 100 mil pesos cuando pudo arrancar con la asociación; después, a través de Donadora, recolectaron 300 mil pesos, con lo que logró rehabilitar una bodega abandonada.
EL UNIVERSAL visitó, con motivo del Día Internacional para la Tolerancia, que se conmemora el 16 de noviembre, la casa de día para los adultos mayores de la comunidad LGBTTTI, en la que se ofrecen actividades como cine club, meditación, atención sicológica, apoyo emocional y espiritual, así como asistencia médica. Dichas actividades se imparten martes, jueves, sábado y domingo, aunque tienen planeado que puedan atender seis días a la semana.
Samantha menciona que las necesidades de este sector de la población son las que tienen todos los adultos mayores, “porque aún cuando tengan su jubilación, hay gente que está sola y necesita compañía, venir a platicar”.
El padre Vicente Schwahn, de 60 años y originario de Estados Unidos, es uno de los colaboradores de la organización. Pertenece a la Iglesia Episcopal de Estados Unidos, que es parte de la Iglesia Anglicana y en Vida Alegre. “Yo digo que mi cargo es ser capellán del proyecto, la cuestión de desarrollo espiritual. Lo que me gusta del proyecto de Samantha es que es integral, que incluye cuerpo, mente y espíritu”, afirma.
Enfatiza que para la comunidad LGBTTTI es muy importante la parte espiritual, porque en algún momento se han sentido rechazados, muchas de esas veces por la religión, pero en la organización todos son bienvenidos. Él celebra una misa ecuménica los domingos e imparte el taller de meditación.
Respecto a la falta de equidad que persiste en el país, dijo que se enteró que en un hotel muy conocido no aceptan la celebración de ceremonias de bodas entre personas del mismo sexo: “Ese tipo de discriminación está pasando todavía en muchas partes, es muy fácil hacerlo.
“A veces no es directo, sino que voltean la cara o lanzan una mirada. Toda la gente LGBT experimentamos ese rechazo”.
Al mencionar la situación de las personas de la tercera edad que pertenecen a la comunidad gay, destaca que representan un sector vulnerable de la población porque en muchas ocasiones se ven forzados a ocultar su orientación debido a la falta de aceptación de sus familiares.
“Hablamos del desprecio y también de la necesidad de la gente de la tercera edad de esconderse, entran y salen del clóset. Un ejemplo perfecto es que cuando ya estás grande, a lo mejor dependes de miembros de tu familia que no te aceptan, entonces regresas al clóset, esa es una de las cosas que suceden”, lamenta, y añade que otra parte de esta población se esconde, porque no existen muchos espacios de convivencia para ellos.
Anel Flores tiene 64 años, es travesti y asiste cuatro días por semana a las actividades que proporciona la casa de día, asegura que al encontrarse con otras personas se siente muy confiada y muy segura: “Todas me tratan de maravilla, quizá porque no tenemos una buena casa en ninguna familia y en todas se hace a un lado al adulto mayor, aquí tengo más atenciones.”
Anel tiene una hija que conoce su modo de vida, pese a ello vive sola porque no le gusta darse a conocer como mujer. Nunca ha resentido directamente la discriminación; sin embargo, ha sido testigo de algunos casos, comenta que le gustaría atender más a niños y jóvenes “porque muchas veces los marcan sin ser homosexuales, la diversidad sexual es muy grande, es como un reloj de manecillas: en un punto pones al hombre, en otro a la mujer, en uno al homosexual, en otro a las lesbianas y entre los puntos intermedios que hay, entre cada uno de ellos, hay un tipo de personas a los que les gusta convivir con ese tipo de personas”.
Estudió para técnico electricista; sin embargo, por su edad ahora se dedica al comercio informal. Estuvo casada en dos ocasiones, por el momento se encuentra soltera: “Yo no sé amar en cierto modo, quizás por muchos problemas que he tenido.
“Sé querer y quiero a muchas personas, pero amar en sí a una persona no puedo”, narra sobre su situación sentimental.
Sin embargo, esta organización está en riesgo de continuar con su labor, porque se sostiene de donativos, pero actualmente sólo cuenta con recursos hasta marzo del próximo año, por lo que hace el llamado a la sociedad a que apoyen a Vida Alegre y a que se acerquen todos aquellos que quieran colaborar en las actividades que tienen como principal objetivo fomentar la inclusión con una convivencia en la que existe pleno respeto hacia los otros.