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A ocho meses del primer deceso por Covid-19 en México, la pandemia ha dejado al menos 933 mil 155 contagios confirmados y más de 92 mil 100 muertos, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Salud. Pero más allá de las estadísticas, cada hombre y mujer que ha fallecido por el virus tuvo una vida y un rostro... no son números. Entre los mexicanos que han caído ante el coronavirus hay desde los más poderosos hasta los más humildes. La enfermedad no hace distingos. EL UNIVERSAL presenta un puñado de historias de mujeres y hombres que el Covid-19 nos arrebató.
José Porras González
MÉDICO DEL IMSS
José Porras González tenía 38 años y perdió la batalla contra el Covid-19.
Era médico cirujano adscrito al área de Urgencias del Hospital General 30 del Instituto Mexicano del Seguro Social, aficionado al Atlante y uno de los héroes anónimos que se sacrificó por salvar al mayor número de mexicanos infectados con coronavirus.
Desde finales de marzo, Pepe Porras —como le decían amigos y familiares— recibió y atendió por más de 20 días a enfermos de coronavirus en su unidad médica, pese a que no tenía el equipo necesario de protección para hacerlo; después lo consiguió por fuera y se enfrentó al virus, pero lamentablemente se contagió.
Desde el lunes 13 de abril empezó a sentirse mal: mucho cansancio y fiebre. Al ser doctor, decidió aislarse en su domicilio y se automedicó con muchos líquidos, paracetamol, reposo y buena alimentación, pues no tenía síntomas graves.
El virus se lo llevó en ocho días, pues todo se complicó debido a que tenía diabetes y sobrepeso. El sábado 18 de abril ya tenía dificultades para respirar y fue cuando una ambulancia lo trasladó al Centro Médico Siglo XXI al mediodía. Ingresó al área de Terapia Intensiva, lo intubaron y en las primeras horas del martes 21 de abril murió.
Pepe Porras no pudo despedirse de su familia y amigos. Horacio Jiménez
Las dinastías en la lucha libre son un sello que identifica a este deporte espectáculo en México, y el Matemático II formaba parte de una, hasta el pasado jueves 4 de junio, cuando tras librar una batalla con el Covid-19 murió debido a una insuficiencia respiratoria provocada por el virus que azota al mundo.
El enmascarado daba continuidad a la leyenda de los números, aunque su presencia en el ring ya no era tan frecuente. Hasta el día de su muerte se desempeñaba como instructor en el gimnasio de la Unidad de la Policía Metropolitana del Transporte (UPM) de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, donde tenía el cargo de policía segundo.
Rodolfo García Jr., quien fue hospitalizado días antes de su deceso, tenía 54 años y debutó profesionalmente en la Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL), hoy Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL). Después, junto a sus hermanos, los Matemáticos Jr. y III, se integró a la Triple A.
El Matemático II formó parte de una numerosa familia luchística, entre los que se encuentran Ruddy García (abuelo), Matemático (padre), Matemático Jr. /Libertador y Matemático III (hermanos); además de sus tíos Huracán Ramírez, Demonio Rojo y Catedrático.
Nació el 16 de agosto de 1969, en la Ciudad de México. Gabriel Cruz
El fotorreportero Jesús Fonseca y Juárez falleció por Covid-19 el 6 de octubre; tenía 93 años. Dos días antes, con apoyo de unos amigos, fue internado en la Clínica del IMSS de Calzada de las Bombas. A esa misma clínica, hacía una semana que había acompañado a su único hijo --Jesús Fonseca Escamilla-- quien debió ser internado porque su oxigenación era baja y había sospechas de que tenía Covid-19.
En la conversación telefónica, Jesús Fonseca Escamilla hace el relato de esos últimos días: "Fue algo muy triste", dice. Él nunca supo que su papá estaba internado cerca de él. El martes 6 de octubre una doctora le avisó que su padre estaba en esa clínica y que había fallecido.
Hoy, cuando empieza a sentirse mejor y puede conversar con tranquilidad, Jesús recuerda a su padre como un ser humano "contento con la vida, contento con todo". En los últimos meses --cuenta-- estuvieron organizando sus fotos.
"Llevaba tiempo en su estudio revisando, mostrando fotos que eran recuerdos de viajes juntos, de cuando me acompañaba a la montaña o fotos de cuando inició en el futbol americano; añorando, viviendo de los recuerdos de una época. Le gustan los eventos del clima, los rayos, la Luna, el cielo, cómo se mueve la Tierra. Todas las mañanas bajaba y leía EL UNIVERSAL (donde fue fotorreportero durante más de medio siglo)", relata su hijo.
Incluso, durante el encierro, don Jesús estuvo contento con la vida. "Siempre estuvo guardado. El único momento en que salíamos era a hacer las compras. Estuvo muy cuidado todo el tiempo. Yo trabajaba en home office y una o dos veces a la semana iba a la oficina. Después del 15 de septiembre me enfermé de gripa; pensamos que sólo era eso, pero hubo otros síntomas. En un kiosko nos negaron la prueba; al día siguiente, en un centro de salud me hicieron la prueba, y tenía 82 de oxigenación; por recomendación del doctor del módulo de prueba nos fuimos a la Clínica de Traumatología y Ortopedia de las Bombas, del IMSS. Fui con mi papá, me entregó al hospital. Él ya tenía tos. Yo me interno y me pierdo del exterior; el 30 de septiembre me pasan a piso. Yo sin celular... Consigo llamar a mi papá, no contesta; por mi prima supe que estaba débil. El martes seis me avisa una doctora que él estaba ahí y que falleció. Nos pudimos ver y no nos vimos".
El hijo de don Jesús Fonseca supo, después de que fue dado de alta (el 12 de octubre), que su padre había sido llevado por unos amigos, que hasta ese domingo en que fue internado, estuvo bien de la memoria.
Hoy, cuando habla de su padre, le gusta recordar que don Jesús --el fotorreportero que fue testigo de sucesos como el movimiento estudiantil del 68 y los sismos de 1957 y 1985-- no descansaba de seguir revisando sus fotos "como si fueran nuevas, como si las acabara de imprimir". A sus 93 años, don Jesús estaba fascinado con la tecnología que en segundos dejaba ver las fotografías, y conservaba una memoria increíble.
Jesús Fonseca dejó un legado invaluable, fue testigo de sucesos de la historia de México que retrató. Amó su trabajo y amaba compartirlo con su familia, sus amigos y los lectores.
Sonia Sierra
Este cocinero originario de la ciudad de Altamirano, Guerrero, llevó la alta cocina al límite. Estuvo 22 años en servicio entre fogones y cacerolas. Su último puesto de trabajo fue ser chef ejecutivo de Pierre Mundo Imperial, en el puerto de Acapulco.
Estuvo al frente de los hoteles Presidente Chapultepec, Ixtapa, Cancún, Camino Real Ixtapa y Las Brisas Acapulco, así como del Club de Industriales de la Ciudad de México (con Olivier Lombard) y varias hospederías y restaurantes de Estados Unidos.
En entrevistas en revistas especializadas, Tanganxhoan Cortés se definía como un chef hecho “dándole duro al perol”, pues el cocinero se forja en la cocina. Destacó su trabajo en los mejores hoteles de 5, estrellas donde aprendió el arte de cocineros mundiales.
Fanático del futbol y de los Pumas, le hubiera gustado ser piloto. Redacción
A los 75 años, el sacerdote José Luis Téllez García, más conocido en los reclusorios de la Ciudad de México como El padre liberador, falleció a causa de Covid-19.
El 1 de junio, la Arquidiócesis de México informó sobre su muerte y recordó que en su labor pastoral logró la preliberación de más de 10 mil presos: “El padre José Luis Téllez fue un parteaguas en la pastoral penitenciaria de la Ciudad de México, acompañó espiritualmente a los presos y a sus familiares, y abogó para que tuvieran un juicio justo y una adecuada reintegración una vez que terminaba su condena”, resaltaron las autoridades católicas.
Entre 2000 y 2005 dirigió el Hogar Alternativo, en donde residían hombres y mujeres liberados mientras lograban integrarse a la sociedad: “No era una casa de hospedaje, o de bolsa de trabajo para los preliberados, tenía huertos familiares y crianza de animales, eso les permitía humanizarlos”, detalló Antonio Lerma Nolasco, obispo de la Diócesis de Iztapalapa.
El religioso fue quien confirmó que su fallecimiento se debió a complicaciones por el coronavirus: “Es una gran pérdida para la Iglesia y para la sociedad, pues en vida apoyó a personas privadas de la libertad y se esforzó por ayudarlas en su proceso de reinserción social”. Perla Miranda
Óscar Chávez
CANTANTE Y ACTOR
Murió a los 85 años. Fue El Caifán que conquistó a Julissa en el cine. Fue activista y participó en el movimiento de 1968 y el neozapatismo de 1994. Inmortalizó Por ti y La niña de Guatemala, dos canciones que marcaron la trova latinoamericana del siglo XX.
Es recordado como alguien que siempre puso su canto al servicio del pueblo, señalando las corruptelas del gobierno.
Nació el 20 de marzo de 1935 en la Ciudad de México y durante su trayectoria artística logró más de 50 producciones discográficas, las cuales acompañaron la vida de varias generaciones.
Desde muy pequeño se inclinó por el arte, es una de las razones por las que Óscar estudió teatro en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
También reiteró su apoyo al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y el intérprete ofreció siempre su voz, que fue estandarte de sus convicciones.
Como cantante se distinguió por grandes éxitos como Por ti, La Mariana, Sin un amor, Gracias a la vida, Adiós con el corazón y Macondo, entre muchos otros.
Sus discos incluyen más de 20 títulos, entre los cuales figuran tres de la serie Voz viva de México, recitando poemas de Amado Nervo, así como de Sor Juana Inés de la Cruz y Gilberto Owen.
Al momento de su muerte tenía 85 años, cinco más que Raquel, su esposa de toda la vida. La pareja se conoció cuando ambos tenían 20 años. Se encontraron en el teatro en una celebración del 15 de septiembre y en cuestión de meses se casaron.
Una de las últimas presentaciones de Óscar Chávez tuvo lugar el 27 de julio de 2019 en las islas de la UNAM, donde fue parte del festival Cantares, Fiesta de la Trova y Canción Urbana. Debido a la pandemia, sus labores de este año estuvieron canceladas. Redacción
A los 50 años y sin padecer ninguna enfermedad crónica, Rocío Dolores Ramírez Guerrero fue otra víctima del coronavirus. Su hija Janette Nallely Domínguez Ramírez relató que pese a tener buena salud, tuvieron que ingresarla de urgencia al hospital, pero nunca pasó por su cabeza que días después le anunciarían que su madre había fallecido.
“Minutos antes de ingresarla al Hospital Juárez de México nos dijo: ‘Estaré bien, regresaré pronto’, no sabíamos que serían sus últimas palabras; sin embargo, consideramos que hubo muchas inconsistencias por el personal médico”, explicó en su hogar ubicado en Nezahualcóyotl, Estado de México.
Roci, como era conocida por sus familiares y amigos, se dedicaba a realizar talleres de figuras decorativas con pasta flexible y normalmente se ejercitaba. Redacción
Pilar Pellicer
ACTRIZ
Murió el 16 de mayo a los 82 años. Fue una sorpresa. Amigas cercanas como Rebecca Jones cuentan que una semana antes, Pilar Pellicer estaba bien.
“No sabía nada. ¡Pero si estaba bien! Se suponía que no salía y Ariane [su hija] le llevaba las cosas a la puerta, la comida y eso”, relata.
Pilar Pellicer era sobrina de El poeta de América, Carlos Pellicer y hermana de la también actriz Pina Pellicer.
Debutó como actriz en el cine con la película El vendedor de muñecas, en 1955. Amó al séptimo arte desde su niñez, cuando su tío le ponía películas con sus hermanitos. “¡Y yo veía cómo ponía un tablado y bailaba!”, recordó la actriz en una entrevista con EL UNIVERSAL en 2018.
Así que fue normal que la joven que nació en 1938 en la Ciudad de México se dedicara de lleno a la pantalla grande; su filmografía incluye Pedro Páramo y La Choca.
“Amo al cine con toda mi alma, el que me den un reconocimiento por ello lo recibo con amor”, señaló en 2018, año en el que se le rindió homenaje en el marco del Festival Internacional de Cine de Guanajuato.
Como parte de su trayectoria, en 1959 trabajó en la película Nazarín y compartió escena con Marga López, Rita Macedo, Ignacio López Tarso y Ofelia Guilmáin.
Ese mismo año obtuvo una beca del Instituto Francés para América Latina para estudiar actuación en París, donde permaneció por espacio de seis años trabajando en el cine, la televisión y el teatro.
Patricia Reyes Spíndola dice que compartieron los escenarios en el teatro: “Hice Pedro Páramo hace muchos años en la Compañía Nacional de Teatro, también trabajé con ella en Mujeres asesinas”. Redacción
Carlos Mario de la Cruz Gallardo
EPIDEMIÓLOGO
Era un ser humano noble, social, con amplia experiencia y de carácter fuerte, así definen colaboradores y amigos al epidemiólogo Carlos Mario de la Cruz Gallardo, quien el 13 de julio se convirtió en una víctima más del coronavirus.
Fue un doctor que entregó más de 36 años de su vida al servicio médico de su estado, forjando generaciones dentro de las aulas universitarias y en los diferentes cargos que ocupó en la Secretaría de Salud (Ssa), donde se desempeñaba como el coordinador de los programas de VIH, sida y tuberculosis, y donde aplicó su conocimiento para mejorar la vida de los tabasqueños.
La doctora Juana Tapia, quien fue su alumna, compañera de trabajo y terminó siendo su amiga luego de 30 años de conocerlo, lo calificó como un epidemiólogo excepcional, quien siempre asumió múltiples responsabilidades dentro del sector Salud. Afirmó que durante su desempeño siempre fue perseverante y con alto sentido de responsabilidad, sabiendo responder a la confianza de sus superiores.
“Los programas que tenía a cargo siempre estaban en los primeros lugares a nivel nacional, y alguno de ellos sirvió como modelo, porque eran implementados en otros estados del país”, relató.
En los últimos años de su vida, la salud del doctor De la Cruz Gallardo sufrió un grave deterioro, al grado que tuvo que someterse a un trasplante renal y aún en esas condiciones siguió laborando como si no hubiera pasado nada, porque aseguró la doctora Tapia, era un profesional.
Todos los años, en el mes de agosto, le gustaba que le organizaran su fiesta de cumpleaños y convivir con amigos. “Son muchos momentos y recuerdos y cada año festejábamos la fiesta decembrinas”, dinarró la doctora Tapia con lágrimas, recordando a su jefe y amigo. Redacción
Joel Molina Ramírez
SENADOR
El pasado 24 de octubre, el profesor Joel Molina se convirtió en la primera víctima del Covid-19 en el Senado. La muerte del legislador de Morena la confirmó el presidente Andrés Manuel López Obrador en redes sociales.
Su equipo y sus allegados lo recuerdan como una persona de risa fácil y carácter fuerte, regañón a veces, amable, consejero cuando era necesario, conciliador, mediador, trabajador y responsable, pero también destacan su trayectoria como luchador social en la que no había cortapisas.
Días antes de su fallecimiento participó en la sesión que se desarrolló en la antigua Casona de Xicoténcatl del Senado, donde emitió su voto.
Eduardo Ramírez, también de Morena y presidente de la Mesa Directiva de la Cámara Alta, recuerda su vocación: “Era un hombre que trabajaba y eso dice mucho de su personalidad, nos va a hacer falta. Tenía un sentido de responsabilidad con la gente que colaboraba, un gran sentido del humor y nunca entraba a una confrontación, más bien conciliaba”, afirma.
Leal al partido y especialmente a la causa del presidente López Obrador, sus amigos señalan la cercanía que tenía con el hijo de éste, Gonzalo López Beltrán, a quien lo unía un cariño y trato similar al que los padres prodigan a sus hijos. El senador estaba por cumplir 78 años. Redacción
Jaime Ruiz Sacristán fue de los primeros personajes públicos que contrajo Covid-19, en marzo pasado, después de un viaje a Vail, Colorado. Luego de un mes de tratamiento, el presidente de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) quedó muy afectado por el virus y las complicaciones provocaron su muerte el pasado 12 de abril.
Ruiz Sacristán se desempeñaba como presidente del Consejo Administrativo del mercado bursátil desde 2014. También fue presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM) de 2007 a 2014. Antes se había desempeñado como director General del antiguo Grupo Financiero Bital desde 1992 hasta 2003, cuando fue comprado por HSBC. En 2003 fundó el Banco B×+ junto con Antonio del Valle Perochena.
Nació el 27 de octubre de 1949 en la Ciudad de México. Fue licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Anáhuac y contaba con una maestría en Administración por Northwestern University, de Estados Unidos.
Ruiz Sacristán habría contraído la enfermedad en un viaje a Vail, Colorado, en el que estuvo acompañado de varios empresarios, entre ellos José Kuri, integrante del Consejo de Administración de Inbursa, quien también dio positivo a Covid-19.
A partir de 2015 asumió el cargo como presidente de la BMV. Antonio Hernández
Manuel Felguérez
ARTISTA PLÁSTICO
El 8 de junio, un maestro del arte mexicano se convirtió en una de las primeras víctimas del Covid-19 en el mundo de la cultura. Manuel Felguérez fue contagiado, al igual que su esposa, Mercedes Oteyza de Felguérez, quien durante varios días continuó enferma.
Durante dos meses de cuarentena, el creador zacatecano estuvo haciendo arte, planeaba ampliar su estudio para crear obras aún más monumentales de las que realizó a lo largo de su trayectoria de más de 74 años.
En un video grabado el 17 de mayo, se refirió a la pandemia que sufre el mundo y dijo que esperaba que pronto pudiéramos vencer a “este diabólico virus”. No lo logró. Felguérez murió a los 91 años en su casa de la Ciudad de México, luego de que la enfermedad le afectó las vías respiratorias.
En 2019 culminó la celebración por sus 90 años, al abrir la exposición Trayectorias, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo.
Fue un maestro generoso, protagonista en el proceso de búsqueda de una independencia artística y un ser con una calidad humana excepcional. Decía de su vocación artística: “Notre Dame fue mi nacimiento al arte; la Sixtina mi bautizo, y una exposición de Turner, mi confirmación”.
Felguérez fue uno de los grandes representantes del arte abstracto en México y uno de los protagonistas del movimiento de la Ruptura, que buscó distanciarse de la Escuela Mexicana de Pintura y hallar sus propios caminos. Creó esculturas, pinturas, obra mural y fue pionero en el arte digital.
Nació el 12 de diciembre de 1928, en Valparaíso, Zacatecas. Estudió en la Academia de San Carlos y en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda; luego en la Academia de la Grande Chaumier y en la Academia Colarossi, en París.
Felguérez creó obras monumentales, como la Puerta 1808, para conmemorar el bicentenario de la Independencia. Sonia Sierra
Alejandro Rodríguez Garnica
MÉDICO
Le llamaban Doctor milagros porque durante la pandemia atendió a muchos pacientes que se contagiaron de Covid-19, pero esa misma enfermedad que combatió durante siete meses le quitó la vida hace unos días a Alejandro Rodríguez Garnica.
“Hasta el último momento estuvo cuidando de sus pacientes aun sabiendo del riesgo que podía correr. Su vocación de servicio siempre fue ayudar a la gente, atendió a muchos de Covid, nos consta”, contó Mariela Rodríguez Casanova, la mayor de los hijos del médico originario de Ciudad Nezahualcóyotl, en el Estado de México.
El Doctor milagros es uno de los 64 profesionales de la salud que han muerto en la localidad durante la contingencia sanitaria.
Algunos de los pacientes que atendió lo describen como único, sin igual, desde el punto de vista humano y profesional. Alejandro Rodríguez Garnica era su nombre oficial, pero por su carisma y su peculiar personalidad le llamaban de diferentes maneras. También le decían El Buki, porque usaba el cabello y barba como el cantante mexicano.
“Lo que le importaba era curar a los pacientes, sin importar si tenían dinero, a mucha gente que ayudó no le cobraba y hasta le regalaba la medicina, era un ser excepcional”, resaltó su hija Mariela. Emilio Fernández
Miguel Roberto Mejía Murillo
DIRECTOR EJECUTIVO DE LA FILARMÓNICA DE LA CDMX
La última vez que Roberto Mejía fue a su oficina llevaba puesto un traje, corbata, camisa y pañuelo de color azul. Una de sus compañeras le dijo que se veía particularmente feliz y quiso tomarle una fotografía. En ese retrato luce con una sonrisa franca, abierta, extrovertida. Sus compañeros y amigos lo recuerdan justo así, como un caballero nacido en 1954 con una amabilidad y generosidad inigualables.
En el fondo, dice Leticia Vázquez, su viuda, Roberto era tímido, porque desde muy joven aprendió que no sólo debía ser el mejor en todo lo que hiciera, también entendió que la amabilidad, la empatía y el respeto abrían las puertas y las ventanas que la discriminación, a veces, quería cerrar. Si no era el más alto, entonces tenía que ser el más brillante.
Roberto nació en un barrio de la Ciudad de México, su padre era carpintero y tenía siete hermanos, pese a la situación económica, todos consiguieron tener una carrera. Estaba orgulloso de su familia, de la que nació, y de la que creó con Leticia y sus dos hijos, así como con su hijo de su primer matrimonio.
"Roberto era un gran conversador, pero en realidad era introvertido. En su niñez y en su juventud se dio cuenta que había un trato diferente hacia él, por eso quiso sobreponerse a ello. Esa época de su vida lo convirtieron en un hombre con una gran empatía por el prójimo. Su madre fue una mujer adelantada a su tiempo y siempre le dijo que fuera un hombre libre y lo fue, hizo todo lo que siempre quiso", dice Leticia.
Roberto Mejía era licenciado en administración y se desempeñaba como director ejecutivo de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, pero su carrera en el ámbito artístico y cultural surgieron a finales de los años 90, cuando trabajó como subdirector de Vinculación Académica en el INAH, en donde permaneció por más de 10 años. Más tarde se desempeñó como gerente de grupos artísticos en la Coordinación Nacional de Música y Ópera del INBAL, invitado por el compositor Eduardo Soto Millán.
"Era muy amable, melómano, aprendimos mucho del medio musical. En esta época es en donde se introdujo de lleno en el ámbito musical. Una vez le preguntaron al compositor Olivier Messiaen cómo elegía a los músicos que trabajaban con él, respondió que si tenían buen carácter, si se podía conversar con ellos, si eran buenas personas y si eran buenos en lo que hacían, eran los indicados. Todo eso fue justo lo que yo vi en él. También lo recuerdo como un hombre amable, solidario y gran conversador", dice el compositor.
Miguel Roberto Mejía Murillo murió el 18 de agosto, víctima de Covid-19. Tenía 65 años. Algunas semanas antes de morir, conversó con EL UNIVERSAL acerca de las medidas que estaban preparando para el regreso a los escenarios de la Filarmónica de la Ciudad de México, pues era uno de los responsables de los protocolos sanitarios. En esa charla, se mostró preocupado por las aglomeraciones en las calles y por las personas sin cubrebocas.
Tras su muerte, no sólo la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, lamentó su muerte, también decenas de músicos y amigos que inundaron el muro de Facebook de Roberto. Mensajes de amor, de gratitud, de amistad, fueron escritos a lo largo del día en la red social, desde distintas partes del mundo.
La última vez que Roberto fue a su oficina, vestía de color azul y lucía una sonrisa abierta, franca, alegre. "Fue un hombre libre, un hombre feliz, lo extrañamos todos los días", dice Leticia. Que en paz de descanse.
Alida Piñón
Rufino Melquiades
TÉCNICO DE SONIDO EN DANZA UNAM
A Rufino Melquiades, el técnico de sonido más importante de la Dirección de Danza de la UNAM, lo llamaban con mucho cariño “Rufo” y a quien le preguntas de él lo recuerda como “un tipazo” que hizo célebre una frase: “¡Vámonos, no hay condiciones!”. Su muerte ocurrida el pasado 9 de junio por Covid-19, deja un dolor profundo en su familia, amigos y directivos, que aún ninguno supera.
Las historias en torno a ese hombre alto, moreno, apasionado de la danza y de los escenarios, gran ser humano y comprometido padre de familia que murió cuando apenas tenía 49 años y una linda vida por delante al lado de Mary, su esposa y sus tres hijos de 19, 14 y 10 años, son muchas e inagotables. No sólo porque trabajó en la UNAM, en el área de teatro y danza por 17 años, también porque su vida estuvo ligada a las actividades artísticas de la UNAM desde que era niño, gracias a que su padre, Ambrosio Melquiades, quien fue uno de los técnicos de sonido pioneros en la Universidad, llevaba a Rufino a las funciones de teatro.
Don Ambrosio, también murió de Covid-19 en junio, pocos días antes de que muriera Rufo. Rufino internó a su padre, sabía que se encontraba muy grave cuando él comenzó con los síntomas y se agravó a tal grado, que Mary tuvo que pedir una ambulancia. Rufino nunca se enteró que su padre había muerto mientras daba su propia batalla contra el virus. Tampoco sabe lo que hoy dicen sus amigos, que padre e hijo fueron pilares de la escena artística universitaria.
Aunque Rufino era biólogo por la UAM, incluso ejerció la carrera y era un gran interesado en las cuestiones ecológicas, su vida estaba tras bambalinas, en la hechura de las obras dancísticas y teatrales universitarias. Evoé Sotelo, directora de Danza UNAM, dice que Rufino era una persona muy culta y preparada, muy sensible, que había desarrollado un conocimiento profundo sobre la danza.
“Siempre se interesó en los procesos de montaje y de construcción de toda la propuesta escénica”, cuenta Sotelo, quien dice que Rufino era muy propositivo y creativo; no sólo resolvía de manera cuidadosa la operación de sonido porque amaba la danza, además aportaba a los montajes. “Cuando hablabas con Rufino en el proceso de montaje, él te decía cómo veía la obra y en corto te daba su opinión como especialista”, dice Evoé de “Rufo” a quien describe como un hombre de buen corazón, divertido y con un carácter muy llevadero.
Juan Ortiz, amigo y compañero de Rufino en la Dirección de Danza, recuerda a “Rufo” como un ser humano extraordinario, amoroso padre de familia, con gran sentido del humor, creativo y trabajador como nadie, ferviente admirador de Soda Stéreo; dice que era tan seguro de sí y tan inteligente que se convirtió también en el maestro de ceremonias del salón de danza donde trabaja el equipo de cinco técnicos de danza que comandaba Rufino Melquiades, y del foro principal, cada año, en el Día Internacional de la Danza.
“Era nuestro buen ‘Rufo’”, dice Juan Ortiz, quien se reconoce como alumno de Rufino. “Él tenía la vieja escuela de su papá, el señor Melquiades; Era una gran persona, él era el que organizaba todo, era muy seguro de sí mismo, muy divertido, como padre de familia era genial, seguido llevaba a sus hijos al teatro. Cuando su esposa entró a trabajar a la UNAM, Rufino cambió de turno al vespertino para atender a sus hijos para llevarlos y traerlos de la escuela y luego viajar desde Cerro Gordo, donde vivía, hasta CU”.
Juan dice que él aprendió todo lo que saber hacer de Rufino, todas las conexiones, montaje de sonido, luces, tramoya, lo aprendió de su amigo, “Yo hacía las conexiones pero me respaldaba en él, sabía que si algo había conectado mal siempre estaba ‘Rufo’ para corregirlo y me enseñaba: ‘aquí está mal por esto, allá por aquello’, ¿pero ahorita que no esté él qué voy a hacer? él nos enseñó todo, sabía mucho, sabía demasiado”, dice Juan y cita al equipo: “éramos Juan Ortiz, César Hiram, Oscar Mendoza, Germán Vargas y nuestro Rufino Melquiades, somos los cinco técnicos que estamos en el salón de danza y nuestro jefe de producción es Gilberto Ortega”.
Relata Evoé que sus compañeros técnicos están devastados: “Rufino era como su padre, el líder del equipo, una autoridad moral que será difícil de suplir… era una persona muy linda, muy querida al que vamos a extrañar muchísimo. A Rufino siempre lo veías amable, atento porque para él era un disfrute estar ahí y hacía su trabajo de manera muy profesional”.
Incluso hacía más de lo que le tocaba, cuando los cables se dañaban, cuando la consola o el buffer, o los micrófonos sacaba su herramienta y se ponía arreglar los cables, las consolas, “de verdad era muy amigo y siempre estuvo al pie del cañón. Su muerte es una pérdida muy importante”, dice Juan, quien reconoce que cuando vuelva la UNAM a las actividades artísticas presenciales va a ser muy difícil la vida sin Rufino.
“Pero como decimos en el teatro, el show debe de continuar, tenemos que seguir dando funciones y lo haremos sabiendo que Rufo va a estar presente en el salón, todo el tiempo”, señala Juan Ortiz, su amigo que incluso lo une un parentesco con la familia Melquiades, que proviene de Guerrero.
“A Rufino le gustaba mucho el rock en español, él había tenido un sonido desde joven y lo llamaban para fiestas”, incluso Juan cuenta que fue Rufino quien promovió la separación de los equipos e impulsó que la UNAM dividiera Dirección de Danza de la Dirección de Teatro, que dio su vida a los escenario desde que lo comenzó a llevar su padre, don Ambrosio, quien trabajó durante más de 30 años en la UNAM y se fue jubilado.
“Fue el señor Melquiades quien le compartió a Rufino su pasión por el teatro, siempre lo llevaba al teatro desde niño, ahí empezó a aprender lo que era la tramoya, lo que era la iluminación, lo que era el sonido; el señor Melquiades fue un maestro para todos nosotros, como lo fue “Rufo” y hoy los dos ya no están con nosotros”.
Yanet Aguilar Sosa
María Elena Blanco Chávez
REGIDORA
Quienes conocieron a la regidora María Elena Blanco Chávez la recuerdan como una mujer filántropa, dedicada a su familia y a la profesión que le dejó grandes satisfacciones, la enfermería.
María Elena es una de las víctimas del coronavirus, ya que el pasado 2 de agosto perdió la batalla.
Armando Blanco ha tenido que sobreponerse a la muerte de tres de sus hermanos: Flor, víctima de influenza; María Elena, por Covid, y Gilberto, de un infarto al corazón.
Armando se encarga de relatar la trayectoria de María Elena, de quien dice, era una gran líder: “Mi hermana se inclinó por la profesión de enfermera ya que mi madre fue partera, de las primeras en Reynosa. Tuvimos la dicha de ver el trabajo de mi madre y por eso mis hermanas, tanto Flor como María Elena, se dedicaron a la enfermería”.
Aunque la profesión de María Elena era la enfermería, llegó a ser regidora y tuvo la oportunidad de gestionar apoyo para los profesionales de la salud al inicio de la pandemia. Sandra Tovar
Antonio Rodríguez Razo
La muerte de Antonio Rodríguez Razo tomó por sorpresa a sus amigos y familiares. Este hombre, recordado por su actitud afable, tuvo síntomas de gripe el 4 de mayo y en menos de dos semanas su salud se agravó hasta perder la vida por una neumonía atípica y una falla multiorgánica.
Con un diagnóstico de posible Covid-19, Antonio falleció en el Hospital Regional Primero de Octubre del ISSSTE, al que tenía derecho por haber trabajado gran parte de su vida en las instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) en Veracruz.
Karen Razo, hija del finado, relata que la muerte de su papá fue impredecible. Durante días hablaron por teléfono y él le aseguró que sólo tenía un resfriado y calentura, pero en cierto momento su voz se comenzó a escuchar agitada porque la respiración le fallaba.
Antonio murió lejos de sus hijas y de su nieto. En el 2017 fue víctima de un secuestro en el municipio de Poza Rica y, tras lograr su liberación, decidió irse a vivir al Estado de México. Siempre tuvo miedo de regresar a su lugar de origen, y por lo tanto, no pudo ver con mucha frecuencia a sus seres queridos.
Karen explica que desde el 4 de mayo su padre visitó varios doctores particulares, quienes opinaron que la enfermedad de Antonio era pasajera. De esta manera, cuando el hombre de 61 años acudió al hospital del ISSSTE, ya era muy tarde para salvarle la vida.
Alberto Lara Ramos
Alberto Lara Ramos estaba a una semana de jubilarse para pasar más tiempo con su familia, cuando se contagió de Covid-19 y su salud se agravó hasta que perdió la vida.
Este hombre de 64 años falleció el pasado 10 de agosto en la Clínica 54 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde fue intubado luego de que los síntomas de tos y fiebre empeoraron hasta que le costaba trabajo respirar.
Alberto se dedicó toda su vida a trabajar en empresas de transporte y era el sostén de su familia compuesta por su esposa y dos hijos.
“Fue muy complicado porque esta enfermedad te quita a las personas muy rápido. De una semana a otra internamos a mi papá y a la otra semana falleció, entonces fue un proceso muy complicado”, dijo Cynthia Lara, hija de Alberto.
En entrevista con EL UNIVERSAL la joven de 19 años relata que el duelo ha sido una de las etapas más complicadas del fallecimiento de su padre, ya que no lo pudieron velar con toda su familia.
José de Jesús Pérez
Los últimos meses no han sido sencillos para Alma Romero, quien sufrió la pérdida de su papá, su hermano y su esposo a causa del Covid-19.
Alma relata en entrevista con EL UNIVERSAL que el 6 de mayo falleció su pareja, José de Jesús Pérez, con quien tenía planes de casarse este año para por fin vivir juntos luego de más de cinco años de noviazgo.
“Fue un giro de 180 grados, nos cambió totalmente todo, nuestros planes nos lo echó abajo, en octubre nos íbamos a casa porque era el cumpleaños de Jesús, de mi hija y de mi papá”, comparte Alma.
José de Jesús vivía en la colonia Vicente de Guerrero de la alcaldía Iztapalapa en la Ciudad de México. En esa zona trabajaba haciendo mantenimiento en cisternas u otros tipos de objetos, y los fines de semana era sonidero.
Como las fiestas fueron suspendidas a causa del Covid-19, José de Jesús tuvo que salir a trabajar para hacer labores de mantenimiento y ahí fue cuando se contagió. La enfermedad en él se agravó porque tenía obesidad y le fallaban los pulmones.
Erón Avilés
Erón Avilés ya tenía 88 años de edad y aún disfrutaba de jugar dominó con sus amigos. Lo hizo hasta sus últimos días en la colonia Vicente Guerrero de la Alcaldía Iztapalapa, donde se contagió de Covid-19 y perdió la vida.
Erón trabajó toda su vida en el Sistema de Transporte Colectivo Metro y desde hace años ya se había jubilado. Luego de su retiro, encontró a una mujer con la cual retomó su vida en la edad adulta.
Al igual que él, su hijo y su yerno fallecieron a causa de complicaciones para respirar, las cuales iniciaron después de presentar un resfriado y calentura.
Alejandro Cedillo Cano
Humilde, alegre e identificado con su barrio: Iztapalapa, así recuerda su familia al periodista, Alejandro Cedillo Cano, una de las primeras víctimas del Covid-19 en la capital del país.
Tras presentar síntomas de la enfermedad en abril, el que fuera editor de la sección Ciudad del diario La Crónica de Hoy recibió atención médica en el hospital Gabriel Mancera, pero su estado de salud empeoró debido a la diabetes que padecía, por lo que fue intubado.
De acuerdo con su esposa Itzel Alfaro, con quien tuvo dos hijos, Alejandro tenía 40 años de edad y le gustaban los caballos, su trabajo y era muy solidario con sus amigos.
Americanista de corazón y devoto del Señor de Chalma, la Comisión de Derechos Humanos de Ciudad de México (CDHCDMX) destacó la empatía de Cedillo Cano en favor de la agenda de derechos humanos en la capital.
José Luis Hernández
Viridiana y José Luis Hernández solían visitar con frecuencia el Hospital General de Zona No. 197 en Texcoco, Estado de México, pues su padre, José Luis, laboró en ese nosocomio como médico cardiólogo por casi tres décadas y del cual se había jubilado.
José Luis Hernández de 61 años de edad, esposo, padre de familia y abuelo de un bebé de apenas un año, no fue un paciente común. Ese paciente que fue entubado a causa de la gravedad de su condición a los pocos días de haber ingresado.
Como médico, José Luis se sabía entre el sector de riesgo por el virus, pues padecía desde hace años un cáncer de próstata que mantenía controlado, además era diabético y tenía un poco de sobrepeso.
Nueve días antes de ingresar al hospital, el doctor Hernández presentó los primeros síntomas de Covid que se asemejaban a una gripe. Luego de un diagnóstico confirmado trató de tomar los cuidados que las autoridades recomendaban y no acudió a un centro hospitalario porque se puso en cuarentena en su domicilio.
Siendo galeno se trató a sí mismo los primeros días y buscó asesoría de sus colegas para controlar el coronavirus.
Su esposa describe a José Luis como un hombre responsable. “Era muy bailarín, le encantaba socializar, además fue muy antojadizo, disfrutaba tanto la comida”.
La partida del médico cardiólogo ese 24 de julio en el Hospital No. 197, no fue como la de otra víctima fatal del Covid-19. Sus amigos y compañeros de trabajo, en presencia de su familia, organizaron un emotivo homenaje en memoria de José Luis y por un minuto el nosocomio interrumpió el silencio obligado, para despedir su cuerpo entre aplausos, gracias y vivas por la dedicación de toda su vida a favor de la salud pública.
Miguel Acundo González
Diputado
Miguel Acundo González, era un diputado federal del Partido Encuentro Social y fue el primer legislador mexicano que murió a causa del Covid-19.
Acundo González nació en Puebla y estaba a punto de cumplir 60 años, sin embargo, perdió la batalla en contra de esta pandemia.
El legislador de Encuentro Social, quien representaba al distrito 1 de Puebla, se contagió en la semana del 15 de agosto, pero el virus lo puso delicado de salud y fue hospitalizado el 22 de agosto, estuvo en el hospital 25 días, y finalmente falleció la noche del 15 de Septiembre.
El coordinador del PES, Jorge Arturo Argüelles, dijo que el Covid les quitó un amigo.
Odín López Carrasco
Politécnico
La urna con las cenizas de Odín llegó hace cuatro meses al altar familiar. Desde entonces está rodeada de flores, santos, incienso y rezos, pero hoy que los zapotecas del Istmo celebran el Xandú (Todo Santos), su altar luce diferente: está desbordado de flores, café, panes, garnachas y lo que en vida Odín disfrutaba.
Todo esto se ha puesto en honor a este joven, pues aunque según la tradición zapoteca aún no le toca llegar a convivir con los suyos porque no se han cumplido los seis meses de su partida, su madre Ardalia lo espera.
Era el segundo de tres hijos y tenía 29 años cuando sus padres Marcelino López Orozco y Ardalia Carrasco Regalado lo perdieron, quienes se niegan a que Odín sea un número más de las estadísticas.
Estos padres juchitecos recuerdan a su hijo como el excelente Ingeniero en Sistemas Automotrices, responsable en jefe en una empresa japonesa de autos en el Estado de México, y destacado egresado del Instituto Politécnico Nacional (IPN). También lo recuerdan como el feliz esposo de Karla; como un amoroso hijo con un futuro brillante y como el dueño de un perrito llamado Thor.
Ardalia se quiebra al hablar de Odín, se deshace en llanto. A pesar de ello, dice que lleva muy presente dos fechas con sus horas: el 2 de marzo de 1991, a las 8 pm, cuando nació; y el 22 de junio de 2020, a las 5 pm, cuando murió.
Desde entonces, esta mujer zapoteca cayó en depresión y su corazón se debilitó mucho. Pese a ello, en medio de su tragedia y de una contingencia que limita la participación social, ella y su esposo Marcelino cumplen en privado con todo el ritual funerario que la costumbre dicta.
Cuando la familia regresó con las cenizas de Odín a Juchitán, recibió el consuelo de los vecinos, amigos y familiares, nadie lo discriminó por la enfermedad, al contrario les brindaron consuelo, pero debido a la pandemia, llevaron el ritual funerario de manera privada.
Mientras esperan que los tiempos se tranquilicen para colocar la urna con la ceniza en una capilla en el panteón municipal, se mantiene en la mesa de los santos rodeado de los abuelos y los tíos que le antecedieron en la partida.
“Lo espero con su café preferido, su espagueti y lo que más le gustaba en vida, lo esperamos con amor este día. El próximo año, en su primer Todo Santos, tendrá un altar más hermoso y mucho más grande”, cometa Ardalia mientras enciende una vela en el colorido altar.
La vida de Odín se apagó de repente. Sus planes para este años era viajar a Europa y tenía la ilusión de tener un hijo y nombrarlo Thor, seguir observando el cielo con su telescopio, y ver a Ardalia y a Marcelino estas vacaciones. En cambio, atravesará el inframundo esta noche de fríos vientos de la mano de su abuela y sus tíos.
“Tuvo una vida corta pero feliz. Lo recordaremos siempre con amor, lo esperaremos todos los años en el altar con su comida preferida, con los rezos hasta que nos volvamos a ver en la otra vida. Seguiremos llorándolo, nos seguirá doliendo su repentina partida”, dice Marcelino, mientras intenta no llorar y muestra las fotos de un Odín feliz en su fiesta de bodas. Por Roselia Chaca
Jaime Nuncio
Jaime Nuncio Cepeda, un veterinario de 59 años y padre de tres hijos, falleció de Covid el 6 de julio sin poder despedirse de su familia. Pero para Patricia, su hija mayor, siempre lo recordarán como una persona “súper luchona y trabajadora”. Una persona que nunca se rendía.
Jaime nació en Saltillo pero vivió en Gómez Palacio y Lerdo, Durango. Aunque siempre estaba orgulloso de sus raíces, pues se decía “sarapero de corazón” y siempre que veía a alguien de Saltillo le gritaba enjundioso.
Su gran pasión era la veterinaria. Se dedicaba a las especies grandes como las vacas. Siempre estaba actualizándose. “Podía pasar horas hablando de veterinaria”, comenta Patricia.
Su padre era un hombre alto y fornido con un característico bigote poblado. También era cabalgante y a donde fuera a montar caballos la familia lo seguía. “Era el pilar de la casa, el jefe de familia”, platica Paty Nuncio, su hija.
También le gustaba el fútbol americano y su equipo favorito eran los Patriotas de Nueva Inglaterra. Inclusive cuando formó parte de la mesa directiva del colegio Francés, donde estudiaron sus hijos, introdujo el deporte en la escuela.
Patricia comenta que aun cuando su padre tuviera el peor día de su vida, siempre estaba con una sonrisa y nunca se quejaba.
Inclusive en un inicio cuando fue internado, el personal de salud comentaba que don Jaime solía echarles porras a los otros enfermos. “Voy bien, voy bien”, decía a su familia.
Sin embargo, un día les hablaron del ISSSTE y al llegar, una enfermera los recibió por el área de urgencias. “Se asoma medio cuerpo y no dice que el señor Jaime falleció, que habían hecho lo que pudieron pero que su corazón estaba muy cansado. Fue un shock”, menciona Paty. La familia tuvo que cremar el cuerpo del padre.
La familia le hizo una misa de cenizas con restricción de asistentes y afuera de la iglesia le llevaron mariachi. “A mi papá le gustaba mucho el mariachi, el tequila. Le gustaba el borlote”, relata.
Comenta que ha sido una pérdida muy dolorosa por cómo se presentó la situación, donde no pudieron acercarse a él; tampoco despedirse ni tocarlo. Y durante el duelo, no recibían un abrazo de sus seres queridos y amigos. Por Francisco Rodríguez
César Núñez Ramos
César Núñez Ramos fundó el partido Morena en Guerrero. Recorrió gran parte del estado organizando comités municipales con la vista puesta en el 2018: que Andrés Manuel López Obrador ganara la presidencia de la República, como así ocurrió.
Fue el primer presidente estatal de Morena en Guerrero.
Ya con López Obrador como presidente, César Núñez fue nombrado subdelegado del gobierno federal en Acapulco, y estaba apunto de que tomara el mando de la súper delegación.
El primero de octubre, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, renunció a la delegación del gobierno federal para competir por la candidatura de Morena a la gubernatura en 2021. Su sustituto sería César Núñez.
El 12 de septiembre, el presidente López Obrador informó que César Núñez se contagió de Covid-19.
Pasó casi un mes para que el presidente volviera hablar de César Núñez, escribió esto en su cuenta de Twitter: “Falleció nuestro compañero César Núñez Ramos, maestro egresado de la Normal de Ayotzinapa (lo recordaba con orgullo). Juntos fundamos Morena en Guerrero. Mi abrazo a Rocío, a sus familiares y amigos”.
José Kuri Harfush
Uno de los primeros empresarios que dieron positivo al Covid-19 fue José Kuri Harfush, y al igual que Jaime Ruiz Sacristán, habría contraído el virus en un viaje a Vail, Colorado, en marzo pasado.
El integrante del consejo de administración de Inbursa y primo del empresario Carlos Slim, tuvo un largo tratamiento por Covid-19 y, luego de cuatro meses, el 26 de julio falleció a causa de la enfermedad.
Kuri Harfush fue licenciado en administración de empresas por la Universidad Anáhuac, así como director de Grupo Financiero Inbursa y director de Minera Frisco.
En su trayectoria profesional, Kuri Harfusch participó en los consejos de administración y en la alta dirección de siete compañías de alta relevancia en el país, entre ellas Janel, Krista Films, Dorel Products y United Graphic Arts.
José Kuri también formó parte de los consejos de las firmas IDEAL y Carso Global Telecom.
Carlos Talavera Santopietro
Después de días de hospital en la clínica del IMSS de Coatzacoalcos, de estar intubado y de luchar casi un mes contra el Covid-19, Carlos Talavera Santopietro, perdió la batalla en junio.
A sus 52 años dejó a tres hijas —Carla, Andrea y Mariana—, a su esposa Pilar y a 25 trabajadores de su empresa de materiales de construcción, un negocio que abrieron sus padres y que todavía atendió junto a su padre hasta un mes antes de fallecer.
Con su muerte cerró Materiales Talavera, negocio que cumplió 67 años y que tenía su prestigio en Coatzacoalcos, pues a pesar de que había gran competencia en la venta de materiales, no perdió clientes, dice José Bahena, su amigo desde la infancia.
“Nunca supimos cómo se contagió”, explica su amigo, porque nadie más se enfermó: ni su familia, ni sus empleados. Fue algo que no se pudo explicar.
A Carlos lo recuerdan como un gran amigo, empresario honestos y recto, así como buen patrón, porque veía a sus trabajadores como los soportes del negocio. Era buen deportista y excelente padre.
Siempre dijo que su palabra valía más que su firma, apoyó a fundaciones, ayudó con uniformes y material a equipos de deportistas y a todo tipo de causas.
Se caracterizaba por su buen humor. El día de su cumpleaños, desde el hospital recibió una llamada de su familia, quien esperaba su salida porque comenzó a mejorar de salud, pero su condición empeoró, lo que provocó su fallecimiento el 25 de junio.
El Güero Amador
El Museo Nacional de la Revolución se encuentra en el sótano del Monumento a la Revolución, fue inaugurado el 20 de noviembre de 1986 y, desde entonces, Amador González Sierra, le entregó su vida y su tiempo. Amaba su trabajo como encargado del área de mantenimiento y montaje. Era el primero en llegar y el último en irse. Y era, sobre todo, un hombre confiable y un amigo solidario. El Güero, como lo conocían sus seres queridos, murió de Covid-19 el 21 de mayo, tenía 69 años.
Su esposa, sus dos hijos y sus tres nietos, lo extrañan todos los días.
"Amador, el Güero, se distinguió por su trabajo, su amabilidad, honestidad y su respeto para con todos los que tratamos con él. Fue un hombre que, a pesar de su corta escolaridad, tenía una gran inteligencia y muchas habilidades, era fundamental para las labores que se llevaban a cabo en el museo", cuenta Miguel Enríquez, quien fuera su amigo y jefe por casi 30 años.
No tenía enemigos ni enemistades, por el contrario, su carácter afable y su disposición a colaborar, le permitían reconocer cuándo era momento de ser serio durante una reunión de trabajo y cuándo hacer un comentario alegre, una broma, un chispazo de su sentido del humor. Nunca se negó a un encargo y siempre estuvo dispuesto a ofrecer más de lo que su cargo le exigía.
No sólo el Museo lamentó su muerte, también el entonces secretario de Cultura de la Ciudad de México, José Alfonso Suárez del Real, hoy secretario de Gobierno. Sus compañeros destacaron su solidaridad y desempeño laboral. Por Alida Piñón
Miguel Sánchez Monroy
CHOFER EN EN INBAL
Miguel Ángel Sánchez Monroy, chofer en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), falleció el 19 de mayo a causa de Covid-19 y su compañero Enrique Hernández lo recordó como un hombre generoso, que ayudaba a los demás y que siempre lo recibía con una sonrisa.
“Yo conocí a Miguel en 1989, cuando comencé a trabajar en el Instituto. Fue de los primeros que me tendió la mano, porque yo estaba joven y tenía muchos nervios; sin embargo, recuerdo muy bien que Miguel se me acercó y sin conocerme, me dijo que no tenía por qué estar nervioso. Desde entonces me quedé con esa imagen suya”, señaló Hernández.
En el INBAL, Miguel Ángel desempeñó diferentes labores, fue chofer de varios directores, también laboró en la subdirección de prensa y también trabajó en la parte administrativa, aunque más allá de esas labores, Hernández comentó que se dio a conocer por su forma de ser tan educada.
“Siempre tenía un ‘buenos días’, un saludo. No recuerdo haberlo visto enojado nunca. Lo que hacía para toda la comunidad era estar ahí, con una sonrisa, con la intención de ayudar. También recuerdo que una vez se me descompuso el carro y él estuvo ahí hasta que pude arrancar. Eso era Miguel, un señor sonriente, que siempre estaba preocupado por los demás y muy trabajador”.
Durante los 30 años de convivencia con Miguel Ángel Sánchez Monroy, Enrique Hernández explicó que su compañero siempre trabajó para crear un ambiente laboral agradable.
“Lo más bonito que tenía Miguel es que no hablábamos de la oficina, hablábamos de sus hijas, de mis hijos, de la comida, la ropa, pero de lo que más hablaba era de carros. Muy difícilmente conversábamos de trabajo, cuando lo hacíamos era porque yo le compartía algún problema y él, desde su sabiduría y experiencia, me daba algún consejo, porque también tenía el don de escuchar”.
Al ser una persona con esas características, dijo Hernández, Miguel Ángel siempre estaba rodeado de personas, en una plática muy amena y por lo mismo, su fallecimiento les tomó por sorpresa.
“Cuando nos fuimos a trabajar desde casa por la pandemia, pensamos que era lo mismo que cuando la influenza AH1N1 y cuando supimos de su deceso fue realmente doloroso, porque es ese tipo de personas que siempre tienes en tu vida. Fue una pérdida para todo el INBAL. Ahora, a ‘Miguelón’, como le decíamos, se le recuerda por todas sus acciones, por su saludo estruendoso”, señaló Hernández. Por Antonio Díaz
Coco Bronce
El veterano Coco Bronce el pasado 27 de octubre perdió la batalla contra el coronavirus.
De acuerdo con los luchadores Pequeño Pólvora y Gánster, el gladiador también conocido como La Mancha, en el Pavillón Azteca, falleció a consecuencia de complicaciones derivadas por el contagio de Covid-19.
"Con la mala noticia de que se nos adelantó el señor Enrique como yo siempre le decía, al perder su lucha contra el Covid-19, y con quien tuve el gusto de luchar en algunas ocasiones de pareja y de rival, gracias por todo señor Payaso Coco Bronce. Dios ilumine su camino y que su familia encuentre pronta resignación a esta pérdida tan grande", compartió mini Pólvora.
"Uno de mis grandes profesores de lucha, mi gran amigo y hermano del alma, La Mancha o Coco Bronce, acaba de partir al perder la batalla contra el Covid. Dios lo bendiga y lo tenga en su santa gloria. Descanse en paz Enrique Ruiz, luz y progreso para tu camino espiritual. Te voy a extrañar", publicó por su parte el Gánster.
Aunque es difícil cuantificar el número de decesos de luchadores debido al coronavirus en México, de acuerdo a la Comisión de Lucha Libre de la Ciudad de México, hasta hace unos meses, sumaban 30 muertes dentro del gremio, y el noventa por ciento, con relación directa a la pandemia. Por Gabriel Cruz
Gabriel o Gabriela
Víctor Gabriel Peralta, mejor conocido en el mundo de la lucha libre, como Gabriel o Gabriela, forjó una carrera de más de 35 años sobre los enlonados profesionales de todo México. Camino que solo un contagio por Covid-19 pudo detener.
Se trataba de un personaje querido dentro y fuera de los encordados. Era muy conocido en el mercado Jáuregui, ubicado en el corazón de la ciudad de Xalapa, donde acompañado por su madre durante muchos años se dedicó a la venta de comida.
Así que, cuando la pandemia lo permitió, salió a trabajar. En julio pasado, fue hospitalizado debido al contagio por coronavirus, y permaneció internando en el Centro de Alta Especialidad (CAE) durante más de una semana debido a complicaciones sufridas por la enfermedad, que finalmente cobró su vida el 17 de julio de 2020.
Arrancó su carrera enmascarado con el nombre de Electro Fog y perdió la incógnita con Full Contact. Entonces, llegaron a su vida personajes como Piel Canela, Chivo Pérez, Galgo y Sr. Misterio. Hasta que eligió el tercer bando en el ring, con el exótico Gabriel o Gabriela, bautizado así por el réferi El Tirantes, quien lo apoyó para ser parte de la Triple A en el año 2002.
Su destino era la lucha libre, y si no hubiera sido gladiador, habría logrado el éxito como réferi. De hecho, desempeñó esa labor como el Tallarín, avalado por la Comisión de Lucha Libre local. Por Gabriel Cruz
Juan Navarro
Cantante
Nació el 29 de febrero de 1968 y murió el 27 de octubre de 2020.
Estudió ingeniería naval, pero finalmente se dedicó al canto y se presentó en importantes escenarios de Europa, Estados Unidos y México. Formó parte de varios montajes de obras musicales en México, desde El fantasma de la ópera (1999) hasta Si nos dejan (2011), Jesucristo Superestrella (2001), Full Monty (2002), El violinista en el tejado (2004), Dirty Dancing (2017) y Sweeney Todd (2018).
Su capacidad vocal lo llevó a escenarios operísticos de Medio Oriente y en México, los productores de Ocesa Teatro voltearon a verlo cuando necesitaron un intérprete capaz de llevar sobre sus hombros “El fantasma de la ópera”, de las primeras grandes súper producciones hacia finales de los noventa.
Elena Mendoza, publirrelacionista que lo conoció entonces siendo ella una mera espectadora, cuenta que fue “uno de los actores que hizo que me enamorara de este musical”.
Señala: “Todos los que lo conocimos, lo vamos a extrañar mucho”.
Raymundo Capetillo
Actor
Muere a los 76 años de edad. Fue primer actor en telenovelas mexicanas como "Muchacha italiana viene a casarse" y "Rosa salvaje", además participó en más de 20 obras de teatro y películas. Murió el 12 de julio en el hospital San Ángel Inn.
Hasta en los últimos momentos de su vida Raymundo Capetillo fue generoso. El actor no quería que el público se enterara que enfrentaba este padecimiento para no causar molestia.
“Gorda, es que yo no quería que nadie supiera, pero Ella Laboriel lo dijo, no quería porque van a decir que siempre estoy enfermo”, le dijo a su entrañable amiga Laura Zapata, mientras chateaba con ella desde el hospital.
Como actor participó en 52 proyectos de teatro y televisión. En la época de los 80 fue uno de los galanes más codiciados. Los que trabajaron con él aseguran que la galanura no la dejaba en el escenario o frente a las cámaras, sino que su personalidad incluía un toque seductor de caballerosidad permanente.
“Más allá de lo guapo y talentoso, era una persona que brillaba, porque era extremadamente generoso, amable. Nunca le escuche hablar mal de nadie, siempre preguntando por todos; todavía recuerdo que en año nuevo, una hora antes de las uvas él mandando mensajes de ‘ feliz año’. Era ese tipo de persona que estaba cuando lo necesitabas, cuando había una alegría, pero también cuando había una tristeza”, asegura la directora de teatro Rebeca Moreno.
José Díaz
Empresario
Murió en abril a los 79 años de edad. Cubano de nacimiento, llegó a México a inicios de los sesenta tras la revolución en la isla caribeña.
Fue director de COTSA, la empresa estatal que manejaba en los 80 una gran cadena de más de 500 cines en la República Mexicana.
Él era quien podía recibir llamadas de gente como Mario Moreno "Cantinflas" exigiéndole que sus cintas fueran exhibidas forzosamente en los viejos cines Variedades y Mariscala, ambos cercanos a la Alameda Central, de los más socorridos en la época.
Luego fundó la cadena Cinemas Lumiere y más recientemente Cinemas Las Plazas en Cuernavaca. Se contagió tras un viaje a España.
Joaquín Lorenzo Franco Valencia
Murió a los 58 años. 30 de esos años estuvo adscrito a la policía bancaria y por lo menos durante tres lustros estuvo a cargo de la vigilancia en el Auditorio Nacional. “Atento, sonriente, amable, llevaba con orgullo su uniforme”, así es como lo recuerdan tanto los trabajadores del Auditorio Nacional como los visitantes al recinto, a quienes él recibía ya que estaba a cargo del control de entrada y salida en la puerta operativa.
Presentó complicaciones respiratorias desde el 2 de mayo, pero su situación se agravó el 7, cuando su familia lo llevó a un hospital en Tláhuac. Fue ingresado a las 23:00 horas pero minutos después, el médico notificó el fallecimiento. Su diagnóstico fue “Insuficiencia respiratoria aguda, neumonía atípica, probable SARS-COV2”.
José Antonio Oropeza Servín
Su fecha de nacimiento fue el 11 de abril de 1955 y su muerte ocurrió el 6 de junio de 2020.
Recordado por su familia como amante del futbol americano y un melómano empedernido.
"Él decidió que quería seguir dando consulta, sus pacientes también eran familia para él y así lo hizo hasta su último día. No le tenía miedo a la muerte, pero tampoco tenía prisa", comparte Sandra.
"Mi Papá fue muy cuidadoso con las medidas sanitarias, no tenemos la certeza de cómo se contagió, pero sí sabemos que todos sus pacientes, sus amigos y nosotros su familia lo extrañamos mucho. Se fue como los grandes, luchando"
Gustavo Nakatani Ávila, conocido en el ambiente artístico como Yoshio
El cantante murió víctima de Covid-19, el 13 de mayo después de estar hospitalizado durante varios días en el Hospital Xoco. Le sobreviven su esposa Marcela y cuatro hijos.
"Nos deja un legado maravilloso de esfuerzo, trabajo, talento. Él se quedará en la memoria de todos como el gran romántico que fue", dice quien fuera su amiga, la cantante Arianna.
Yoshio dejó proyectos que se detuvieron por la pandemia y que incluían fechas pendientes en Estados Unidos y un viaje planeado a Japón, recuerda Arianna. "Nos deja un legado maravilloso de esfuerzo, trabajo, talento. Él se quedará en la memoria de todos como el gran romántico que fue".
Para los amigos del intérprete de "Lo que pasó, pasó", tema con el que participó en el Festival OTI, en 1981, su fallecimiento fue además algo inesperado.
"Fue muy triste saber que se fue porque nosotros sabíamos que era un hombre muy sano no fumaba no era un hombre que tomara más que la copita de tequila", señala Crystal.
Tanto ella como Arianna, Mario Pintor y otros participantes del certamen musical compartieron muchos más escenarios juntos y es la actitud disciplinada de Yoshio -explica Crystal que seguía tomando clases de canto- la que hoy siguen recordando, así como al buen compañero, hombre, padre y esposo.
Esteban Pérez García
Fue un orgulloso universitario egresado de la Máxima Casa de Estudios.
Enamorado de su esposa y sus dos hijos, un hombre trabajador y responsable, de carácter fuerte y con un sentido del humor único. Un gran conversador, le encantaba contar sus anécdotas tan interesantes que podían escucharse una y otra vez. Fue un gran deportista, amante del futbol soccer y el americano. Jugó en Pumas, tocó con el Three Souls in My Mind, también fue un gran fotógrafo que comenzó como hobbie y terminó siendo un profesional. Bailaba regular, pero le echaba muchas ganas. Luchó 28 días contra el Covid-19.