Maricruz, originaria de Oaxaca, estaba por cumplir 15 años cuando Luis, su exnovio, la convenció de venir a vivir a la Ciudad de México con él para “que pudiera tener más oportunidades de salir adelante”; a tres meses de radicar juntos en la capital, la obligó a prostituirse como parte de una pequeña red familiar de trata.
La entonces menor de edad nació en Tlacolula de Matamoros, Oaxaca.
Fue enganchada con tratos amorosos y atenciones por parte de Luis, mientras ella trabajaba en el puesto de tasajo de sus padres, que era el soporte económico de la familia de bajos recursos conformada por ocho integrantes.
“Convencí a mis papás de dejarme venir porque él me prometió que podía ayudarme a estudiar la preparatoria en una buena escuela. Me dijo que su familia vendía ropa y zapatos, entonces jamás me faltaría vestido. Cuando eres una niña que vive rodeada de pobreza, trabaja todos los días desde los siete años para mantener a sus hermanitos y que tiene ganas de superarse, lo aceptas y le crees a cualquiera, y es lo que le digo a quienes me culparon por haber venido con esta persona”, narra Maricruz en entrevista con EL UNIVERSAL.
Cuando la pareja llegó a la Ciudad de México, Luis instaló a Mari en unos departamentos cercanos al Mercado de Sonora.
Allí, le explicó que tendría que ayudarle a su familia a trabajar en sus puestos en la Merced para solventar la mitad de los gastos de sus estudios, y ella aceptó.
Realizaba jornadas de más de 12 horas moviendo pacas en diablos, luego volvía a casa a cocinar para la familia de su pareja.
“Platicaba mucho con la mamá de Luis. Ella fue quien me inició como trabajadora sexual, primero bajo mi voluntad y después en contra. Me dijo que había deudas fuertes que no se habían pagado, que eso estresaba a Luis y podría llevarme de regreso a Tlacolula si se quedaban sin dinero. Con eso me convencieron de acostarme con un supuesto padrino de la familia al que yo le gustaba y que podía pagar las rentas que se debían”.
Después de ese primer encuentro sexual, la familia reaccionó en contra de Mari con agresiones físicas y amenazas cada vez más degradantes que la orillaron a aceptar prostituirse en la avenida San Pablo, donde conoció a otras dos supuestas novias del hermano mayor de Luis.
“Me tomó seis años darme cuenta de que era parte de una red de trata de personas. Víctor, hermano de Luis, hacía lo mismo con otras dos niñas que fue a traer de Guerrero y Toluca. No podía escapar por miedo a que mataran a mi familia, como me decían. Hasta hoy no he podido denunciar por miedo y tampoco mi familia está enterada porque me causa vergüenza”.
Actualmente, Maricruz tiene 22 años. Fue a los 20 cuando pudo zafarse de la familia Macedo con ayuda de otras compañeras que ejercen la labor sexual como fuente de ingresos.
Ya entró en contacto con su familia, a quienes les dijo que sigue estudiando la carrera; sin embargo, no es así.
Mari quiere encontrar trabajo de mesera o comerciante en un mercado, pero la ansiedad y el miedo que le generaron las amenazas lanzadas hacia ella hace dos años no le han permitido continuar con su vida.