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Tlaxcala, Tlax.— En la naturaleza de un orador hay valentía y decisión para persuadir a los públicos, pero esta vez, como en todo el orbe ocurre, los artistas de la palabra se sirven de su arrojo para pararse en un escenario sin multitudes a concursar por la gloria de ser campeón del Concurso Nacional de Oratoria México Tiene la Palabra.
¿Cómo es un concurso de oratoria en días de pandemia? No hay los cientos de estudiantes que colman los auditorios para escuchar a los jóvenes que han decidido abrazar la disciplina de la oratoria y que tienen talento para seducir a quien los escuche.
Ya que se aplican medidas sanitarias preventivas, hay distancia entre las sillas de quienes han venido a concursar y a calificar la habilidad de los oradores, quienes deben usar cubrebocas.
Les basta el vestíbulo del auditorio del Centro de Convenciones de Tlaxcala. En otras condiciones habría un intercambio de mensajes y emociones entre quienes hablan y los que escuchan. Los integrantes del jurado quizá confirmarían sus impresiones con la reacción general, con el accionar del “aplausómetro”. Nada de eso.
El tesón de estas mujeres y hombres los llevó en sus estados a alzarse con el triunfo en concursos locales. Algunos de ellos viajaron solos a esta ciudad de Tlaxcala, cuando en otro momento hubieran venido con familiares y amigos, incluso, como orgullosos porristas.
Transcurre el primer episodio de los tres que consta este concurso que tiene su raíz en 1926, y que con ello inicia un tiempo nuevo de esta justa que ha estado al amparo de EL UNIVERSAL, y que ha pasado a formar parte de la cultura mexicana, con la denominación de México Tiene la Palabra.
Es la jornada en la que la juventud habla de los temas que le interesan y plantean propuestas al respecto: abordan asuntos del medio ambiente, derechos humanos, grupos vulnerables, reivindicación de comunidades indígenas, educación, tecnología y oportunidades en la vida rural.
Desde luego, se habla de las preocupaciones por los riesgos de contagios de Covid-19 y es así que esta generación piensa, habla de los riesgos de morir en la pandemia, pero también se preocupa por la inseguridad pública y retrata la situación de miles de personas desaparecidas.
Abordan el machismo, la discriminación de género, pero también las desventajas que enfrentan los jóvenes, a quienes no se les dan espacios para desenvolverse en política, aun cuando representan más de la mitad de la población nacional.
Son una generación valiente, con la decisión de pensar a fondo, que ve y denuncia que hay miles de enfermos de cáncer y otros males sin disponibilidad de medicinas, que tienen precios comerciales muy altos.
Son jóvenes lastimados, porque ven una sociedad cansada y fragmentada. Y se desesperan (¿quién que ha sido joven no se queda sin paciencia?), y urgen a saltar del discurso en la tribuna al discurso de las realidades.
Piden participación política y denuncian que no hay políticas públicas para ellos ni hay lugar en los partidos políticos en que, de manera efectiva, puedan crecer. Acusan que la democracia les ha dado la espalda. Hay cosas, así, antes del Covid.
A los que se complacen con la creencia de que millones de alumnos de educación básica estudiaron en sus casas en clases por internet y televisión, les aclaran que nadie aprendió a enseñar así, que el aprovechamiento, a lo sumo, es de 70% y que más de 3 millones han desertado del aula virtual.
Con conciencia y talento, los campeones de oratoria usan cubrebocas y su mirada de águila combate la realidad que indigna. Dicen que hay que acabar con tanto virus que estaba antes.