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Las escenas de los tiempos más sangrientos de la guerra contra el narcotráfico en México regresaron el jueves cuando la policía encontró en Uruapan, en el estado de Michoacán, un total de 19 muertos: nueve cuerpos colgaban de puente vehicular, al lado de una pancarta con amenazas; otros siete cuerpos estaban amontonados en una avenida cercana y tres más cerca de ahí. Algunos estaban desmembrados.
El hallazgo representa un regreso de los asesinatos siniestros y llamativos cometidos por cárteles entre 2006-2012, cuando aparecían cadáveres apilados en los caminos como un mensaje a las autoridades y a grupos rivales.
Dos de los colgados del cuello con sogas y semidesnudos eran mujeres, igual que uno de los cuerpos desmembrados, informó en conferencia de prensa Adrián López Solís, fiscal de Michoacán.
Las víctimas tenían marcas de disparos. Algunos estaban con las manos atadas y otros con los pantalones bajados.
“Este tipo de violencia publica y teatral, donde no sólo matas sino que jactas de haber matado, es un forma de intimidar a los rivales y mandar un señal a las autoridades”, dijo el especialista en seguridad Alejandro Hope , quien agregó que este tipo de “impunidad cínica” ha ido en aumento en Michoacán.
El fiscal estatal explicó que los asesinatos parecían ser parte de una guerra territorial. “Determinadas bandas criminales se disputan el territorio para controlar las actividades relacionadas con la producción, la distribución y el consumo de las drogas”, indicó. "Lamentablemente esa confrontación deriva en este tipo de acontecimientos que alarma, con toda justificación, a la población".
El gobernador del Estado, Silvano Aureoles, señaló a través de su cuenta oficial de Twitter que había instruido al gabinete de seguridad “para que no bajemos la guardia y sigamos actuando con firmeza contra quienes se empeñan en quebrantar la ley y la tranquilidad de las y los michoacanos. Ni un paso atrás”.
Durante años, los grupos del crimen organizado en México evitaron llamar la atención con la exhibición pública de cadáveres y ocultaban a los muertos en tumbas clandestinas o disolvían los cuerpos en líquidos corrosivos.
Sin embargo, el Cártel de Jalisco Nueva Generación, conocido por desafiar directamente a las autoridades y ser uno de los que están en mayor expansión en este momento, parece haber regresado a los asesinatos ostentosos como una forma de intimidación.
En 2011, esa misma organización --que entonces tenía menos fuerza-- tiró 35 cadáveres en un paso vehicular en el estado de Veracruz, en la costa del Golfo de México.
En 2012, Los Zetas abandonaron 49 personas decapitadas en una autopista en el norte del país y ese mismo año dejaron en un puente vehicular nueve cadáveres atados y 14 cabezas cercenadas cerca de un ayuntamiento.
Por otra parte, en el estado central de Puebla, una turba golpeó y colgó a cinco presuntos secuestradores, dejando algunos de sus cadáveres colgados de árboles.
Los hombres fueron retenidos por unos 180 pobladores que protagonizaron un nuevo caso de linchamiento, actos de tomar justicia por propia mano y que, según denunció recientemente la Comisión Nacional de Derechos Humanos, son cada vez más frecuentes debido a la inseguridad creciente y a la impunidad.
El gobierno estatal informó que policías y soldados fueron enviados al área para tratar de frenar el linchamiento, pero los pobladores de Tepexco y Cohuecan no les permitieron acercarse.
Cuando los homicidios disminuyeron temporalmente entre 2012 y 2015, muchos pensaron que la violencia por el narcotráfico en México había amainado, pero los homicidios volvieron a aumentar el año pasado y ahora el país reporta más asesinatos de los que había en lo álgido de la violencia en 2011.
En la primera mitad de 2019, hubo un récord de homicidios, con 17.608, un incremento de 5,3% comparado con el mismo periodo de 2018. En México, con una población de casi 125 millones de personas, se reportan casi 100 asesinatos al día a nivel nacional.