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Le acababan de pagar dos quincenas y su prima vacacional. Con ese dinero, el profesor Bernardino González cubriría sus gastos del mes y visitaría a su familia. Pero no fue así: un hombre lo siguió, le apuntó a la cara con una pistola y le exigió entregarle su salario de un mes. El asalto ocurrió a dos cuadras de la escuela donde trabaja todos los días. Y Bernardino no se ha recuperado del trauma. Como él, 1 de cada 3 profesores vive y da clases en uno de los 154 municipios más violentos el país.
El profesor Bernardino González Rodríguez tiene 60 años de edad y es subdirector de una secundaria en Naucalpan de Juárez en el Estado de México. Este es uno de los 154 municipios con mayores índices delictivos localizados en 23 entidades del país, de acuerdo con el diagnóstico que realizó el gobierno federal en su Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024.
Al cruzar la información con las cifras de la Dirección General de Planeación, Programación y Estadística Educativa de la Secretaría de Educación Pública (SEP), se encontró que en el ciclo escolar 2017-2018 eran 684 mil 317 los profesores de todos los niveles educativos que daban clases en alguna de esas demarcaciones. Esto quiere decir que 32% de los maestros mexicanos de todos los niveles, se enfrentan diariamente a la violencia que se vive en los entornos escolares.
“Al salir del banco, el compañero con el que iba notó al fulano que ya venía atrás de nosotros. Yo no me había dado cuenta y hasta le venía gastando bromas a mi compañero. El delincuente nos aborda, saca la pistola y nos grita: ‘¡A ver, hijos de la chingada, el dinero, rápido!’. Me asusté porque nunca me había pasado eso, pensé 'me va a matar'”, relata sobre su experiencia.
Naucalpan, donde vive y da clases Bernardino, es el tercer municipio del Estado de México con mayor percepción de inseguridad por parte de la ciudadanía de acuerdo con la Encuesta nacional de seguridad pública urbana que dio a conocer el INEGI en enero, y se encuentra entre los 154 municipios con altos índices delictivos que enlista el gobierno federal.
El ambiente al que se enfrenta todos los días para ir a dar clases, lo define él mismo como “de delincuencia”: los estudiantes sufren asaltos constantemente al salir de la escuela y en el transporte público; la escuela se encuentra en medio de un asentamiento irregular sin servicios y los comerciantes de la zona han reportado la presencia de grupos del crimen organizado.
En su comunidad escolar esta situación ha generado temor y estrés, además de que los maestros han tenido que buscar estrategias para enfrentar estas condiciones.
“En esta zona han aparecido narco-mantas, los locatarios del mercado están amenazados de que tienen que pagar derecho de piso, les piden una cuota de entrada y una semanal. Les advirtieron que si no pagan les van a incendiar el mercado. Las maestras me dicen que están muy asustadas que a nosotros también nos puede pasar… yo no lo creo pero en otras partes del país, sí ha llegado a pasar”, dijo en entrevista con EL UNIVERSAL.
Entre esas estrategias la escuela, de la cual pide que no se diga el nombre, ha determinado pedir a los padres de familia que recojan y lleven a sus hijos a la escuela; se instaló una ventanita en el portón de entrada para ver quién toca el timbre, cuando se hace se da aviso y la puerta sólo se abre por autorización de la dirección; de ninguna manera se permite que los alumnos se retiren solos, si se llegan a sentir mal; y los maestros caminan juntos para abordar el transporte público.
“Cuando salimos, lo hacemos con el temor de ser víctimas de algún delincuente. Hace unos días, una señorita llegó llorando porque dice que la querían levantar. Sí es un riesgo trabajar aquí pero aquí estamos y seguiremos”, dijo.
“Nos genera estrés fuerte pero te adaptas al medio hostil. Te acostumbras al medio hostil pero es vivir diario el peligro de ser víctimas del crimen organizado”.
Nelia Tello, investigadora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, hizo un estudio en ocho municipios del país; algunos de ellos como Culiacán, Sinaloa, Torreón, Coahuila y Ecatepec y Toluca en el Estado de México se encuentran en la lista del gobierno federal.
En entrevista, la especialista detalló que la experiencia de Bernardino no es única.
“Hay presión porque tienen que trabajar con los chavos, miedo es una palabra que frecuentemente empieza a aparecer entre ellos. Miedo porque muchas veces quieren defender y ser protectores, cumplir con su obligación de hacer crecer al grupo, se encuentran amenazados y no lo pueden hacer. No hay apoyo ni de la institución ni de la sociedad”, dijo.
Las 10 entidades que tienen mayor número de profesores viviendo en esta situación son Estado de México, Jalisco, Baja California, Puebla, Chihuahua, Michoacán, Veracruz, Querétaro, Guanajuato y Guerrero, en 82 municipios.
El consejero del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), explicó que de acuerdo con los análisis que ha realizado dicho órgano, el cual desaparecerá en cuanto entre en vigor la nueva reforma educativa, en muchas entidades los maestros tienen que pagar cuotas y extorsiones, son “totalmente vulnerables”.
“El maestro habla de pagar una cuota, de extorsiones. Los maestros son totalmente vulnerables porque tienen rutas muy previsibles y siempre entran a trabajar a la misma hora; esto ha sido aprovechado por los criminales que abusan de estas circunstancias”, dijo.
Explicó que en las zonas donde se vive mayor violencia, también suele haber mayor ausentismo de los estudiantes a clases e igualmente en entidades como Guerrero y Veracruz donde hay más violencia, se notó un impacto en los resultados que obtuvieron los alumnos en las pruebas de aprovechamiento escolar, como PLANEA.
“Trabajar en un esquema donde no sólo tus propiedades, que ya sería suficiente, sino tu vida y tu seguridad están en riesgo es muy estresante. Hay docentes que todos los días se enfrentan a estos riesgos y siguen dando clases”, dijo.
A pesar del contexto en el que da clases, el profesor Bernardino no ha pensado en renunciar. Le gusta su trabajo, disfruta administrar la escuela y el contacto con los estudiantes. La solución que ha encontrado es pretender que no pasa nada, que vive en una nube donde no hay inseguridad ni violencia.
“Hace unos meses, asesinaron a un muchacho a mediodía enfrente de mi escuela. Qué bueno que fue domingo y no en un día de clases. Estamos en un ambiente de delincuencia. Preocupa y mucho, pero nos subimos a una nube y pensamos que estamos en un lugar tranquilo, hacemos de cuenta que así es para poder dar clases”.