En entrevista con EL UNIVERSAL, habla de su proyecto Where Dreams Die (Donde Mueren los Sueños), con el cual ha colocado más de mil 200 cruces de madera para recordar a los migrantes que huyen de la pobreza y la violencia, que buscaban reunirse con su familia o una vida mejor y que fallecieron en este desierto.
“Soy colombiano, llegué aquí [a EU] cuando tenía 20 años. Vine legalmente para estudiar en la universidad y como todos vi que en mi país las cosas no estaban muy bien; con esa carnada que le dicen sueño americano decidí migrar a Estados Unidos a buscarme una vida mejor”.
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A finales del siglo pasado se inició “en el arte contemporáneo que tiene que ver con la migración, con esa idea de identidad cultural [porque] después de muchos años no sabemos quiénes somos; no somos gringos, pero estamos perdiendo nuestra identidad como latinos”.
“Lo titulé Donde Mueren los Sueños porque es lo que sucede cuando el sueño americano trágicamente acaba para alguien, y eso tiene repercusiones porque no sólo es quien se va, sino los que se quedan a esperarlo, la esposa, hijos, padres, hermanos que dejó en México o Centroamérica.
“Los migrantes son mis héroes, no por el dinero o las remesas que mandan, sino por el valor de dejar a sus familias, sus pueblos, su idioma, su cultura, y buscar salir de la pobreza o huir de la violencia”, reflexiona.
“Cuando el cuerpo es identificado, se contacta a la familia y los restos son repatriados. Yo uso esa información del forense y las coordenadas GPS y con mi equipo, todos los martes, vamos al desierto y cuando identificamos el lugar donde falleció un migrante, colocamos una cruz de madera.
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“No es una cruz con connotación religiosa, sino un símil de cómo la gente muere sufriendo, expuesta al sol, sin agua, deshidratada. La mayoría de los casi 4 mil cuerpos que se han encontrado en esta área de 70 mil kilómetros cuadrados han fallecido de esa manera, pero son muchos más que no se han encontrado.
“Son muertes que pasan desapercibidas. Lo que yo trato con mis cruces es darle presencia a esas víctimas, porque tienen nombre, historia, familia y tuvieron planes y sueños, y vinieron a Estados Unidos a mejorar sus vidas. Eso no es un crimen, sino un deseo de todo ser humano”.
Las cruces son del mismo tamaño, pero de diferentes colores. “No pido donativos, todo sale de mi bolsillo y lo único que recibo son galones o restos de pintura de personas que les sobra”.
Las piezas son adornadas con las latas de frijoles, atún, sardinas, todo lo que los migrantes dejan en el desierto.
“Esas latas tienen una historia que contar y no sabemos si sus dueños tuvieron un buen final o uno trágico. Quiero darle voz a esos migrantes olvidados”.
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