La competitividad atrae inversiones de largo plazo, genera empleos de calidad, aumenta la productividad y mejora la calidad de vida de las personas y es factor de coadyuvancia en la globalización de las empresas mexicanas.

En contraparte, la ausencia de competitividad rezaga y recluye al país en términos económicos y de desarrollo y nos empuja a una cultura de ineficacia de desempeño en la que se normalizan la medianía, la mediocridad y el conformismo.

El tema se vuelve crítico e impostergable en la realidad actual de relocalización de las cadenas de valor. Es urgente trabajar en la capacidad de las empresas que se instalen en México para ofrecer servicios de alta calidad a precios competitivos a mercados cercanos, comenzando por nuestros socios comerciales al norte del Río Bravo.

Seguimos enfrentando retos considerables que incluyen temas de inseguridad, falta de certeza jurídica y afrentas continuas al Estado de Derecho, respeto a la división de poderes, sistema de pesos y contrapesos y derechos de propiedad, falta de inversión en infraestructura eficiente, ausencia de políticas públicas en materia de educación de calidad y habilidades en áreas especializadas con miras al futuro, aumento de capacidad de generación de energías limpias e inversión en infraestructura de transmisión y distribución de electricidad.

Desde el año de 1989, el IMD (International Institute for Management Development) con sede en Lausana, Suiza, publica anualmente el reporte global de competitividad, referencia global acerca de los índices de competitividad de distintos países alrededor del mundo.

Este reporte proporciona tendencias y estándares, información estadística y el resultado de encuestas practicadas con base en un método de investigación serio y extenso a lo largo de 62 países.

A diferencia de otros ejercicios similares, el IMD considera que la competitividad de las economías no se reduce al análisis de producción interna bruta y aspectos de la productividad, e incluye dimensiones diversas con las que las empresas tienen que lidiar en los países en los que operan, que incluyen temas políticos, sociales y culturales.

El reporte se basa en 365 criterios de competitividad seleccionados como resultado de una investigación integral que utiliza literatura económica global y local y de fuentes de información regionales, y la retroalimentación obtenida de las comunidades de negocios, agencias gubernamentales y la academia, en cada uno de los países evaluados. Los criterios utilizados son revisados y actualizados con regularidad para incorporar nuevas teorías, tendencias e información disponible como resultado de la evolución de la economía global.

El reporte 2023 del IMD acaba de darse a conocer este mes de junio y las noticias no son buenas para México.

Nuestro país continúa perdiendo terreno en materia de competitividad. México ha venido cayendo anualmente, del lugar 50 que ocupaba en el año 2019, al lugar 56 en 2023, de un total de 63 países evaluados.

El reporte identifica como retos específicos del país la implementación de infraestructura eficiente para poder acceder plenamente a las ventajas que ofrece la relocalización de cadenas de valor. Asimismo, se enfatiza la necesidad de mejorar el ambiente de negocios, trabajar arduamente en la cada vez más preocupante ausencia de certeza jurídica, la impartición de justicia y otros temas no menos alarmantes en materia de seguridad y el marco democrático del país, sin dejar de mencionar la necesidad de procurar y mejorar las relaciones comerciales y políticas con las economías más relevantes del planeta y promover reformas estructurales que fomenten educación de calidad hacia el futuro y la generación y el consumo de energías limpias.

Lo anterior apremia en el umbral de un proceso electoral sin precedentes en México. Es necesario insistir en la relevancia de mantener estos temas en la agenda del país.

Es también imperioso emplazar a quienes aspiren a ocupar posiciones de liderazgo que definan posturas y estrategias a la altura de los retos que enfrentamos para alcanzar el nivel de competitividad que merecemos.

Hace falta pensar más en las próximas generaciones y menos en las próximas elecciones.

Abogado Líder de la práctica transaccional de Santamarina y Steta

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