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María del Carmen ya había sido insultada y golpeada durante muchos años, pero nunca nada fue tan doloroso como la vez que su piel se derritió y cayó como agua al suelo. Esto ocurrió después de que su expareja le arrojó un litro de ácido en el rostro por no querer volver con él.
“Yo estaba en casa de mi madre cuando el papá de mi hija llegó. Entramos a un cuarto y discutimos durante 15 minutos, después me dijo que yo le iba a pagar todo lo que supuestamente le había hecho. Ya íbamos saliendo de la habitación, pero él se dio la media vuelta y me echó el ácido en la cara”, relata Carmen.
Apenas sintió el líquido en el rostro, la víctima comenzó a gritar. Lo primero que vio derretirse fue su ropa y los objetos alrededor, hasta que se percató de que su cara comenzaba a deformarse poco a poco.
El intenso dolor impidió que su agresor fuera detenido por quienes se encontraban en el lugar de los hechos. “Toda mi familia corrió a ayudarme y me echaban agua al rostro, entonces a mi expareja le dio tiempo de escapar. Hasta el día de hoy ni nosotros ni las autoridades sabemos su paradero, nadie sabe dónde está”, dice.
Después de haber recibido la agresión, Carmen asegura que se ha sometido a 50 cirugías en diversas ins tituciones públicas y señala que su vida no ha vuelto a ser la misma desde aquel día.
“Mi párpado derecho se deshizo por completo y poco a poco estoy perdiendo la visibilidad de mi ojo. No puedo respirar correctamente porque la cicatriz interna de mi nariz tapó la fosa nasal. La parte derecha de mi boca sigue pegada, aún no me han hecho la liberación. El cuello lo perdí totalmente, me tuvieron que poner un colgajo”, indica.
El proceso de aceptación también fue una etapa complicada para ella, quien se descubrió como una nueva persona en el hospital donde fue atendida por primera vez.
“Fue una desgracia lo que me ocurrió. Para mí no fue fácil levantarme, verme en un espejo y observar que ya no era la misma Carmen de antes, sino que era diferente, con cicatrices hasta la mitad de mi cuerpo. También tenía costuras grandísimas, parecía una muñeca de trapo cosida con pedazos de tela”, recuerda.
Carmen comparte que después de salir del hospital decidió abandonar su trabajo y a sus amigos, pues entró en una etapa de depresión.
“Mi autoestima estaba por los suelos, pensé muchas veces que era mejor matarme que dejarme así”, señala.
Respecto a las denuncias interpuestas ante las autoridades, Carmen reclama que no hubo un seguimiento a su caso y que la agresión quedó tipificada como una lesión. Además, el médico legista que la valoró escribió en su reporte que las lesiones de la víctima no requerían hospitalización porque tardarían entre 15 y 30 días en sanar.
Asegura que durante cuatro años el Ministerio Público extravió la carpeta de investigación y no le proporcionaban información respecto al avance de la investigación.
“Después de las complicaciones de enfrentar tu realidad tras un ataque con ácido debes soportar al Ministerio Público y a las autoridades que nos niegan todo, así como la revictimización”, afirma.
Por eso decidió impulsar desde la sociedad civil que el Senado de la República proponga una iniciativa de ley para sancionar a quienes lastimen a una mujer con materiales corrosivos. En ese sentido, la joven ha logrado el apoyo de las panistas Josefina Vázquez Mota y Kenia López Rabadán, esta última presidenta de la Comisión de Derechos Humanos.
Por último, argumenta qu las agresiones cometidas con el uso de ácidos deben ser un castigo por sí mismo y no simplemente una variante de las lesiones.
“Los insultos y los golpes los he podido sanar con el perdón y tomando mucho tratamiento sicológico, pero la violencia que te queda marcada es muy diferente, es más difícil de superar. Mi agresor siempre va a ser parte de mí porque está en las cicatrices que me dejó”, asegura María del Carmen.