Para entrar a la antigua sede la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, actualmente Refugio Okupa, en República de Cuba, en el Centro Histórico, hay que atravesar las vallas metálicas resguardadas por hombres y mujeres policías en las calles aledañas.
Nadie dice su nombre, hay un apodo; nadie muestra su rostro. Está prohibido dar detalles.
El primer piso está organizando para recibir a todas las mujeres que quieran celebrar el primer año de la Okupa. Todo está clasificado, el sonido, las mesas, las sillas, un espacio para juguetes.
“Esto empezó como un sueño donde pudiéramos compartir y hacer comunidad, brindar apoyo y refugio a cualquier mujer o infancia que lo necesitara”, dice Ari a EL UNIVERSAL, un año después de la toma.
Durante la guardia nocturna entraron al menos tres patrullas. Se enfrentan a ellas. “No hay mejor terapia ocupacional que correr tiras”, dice Diablo y todas las demás asienten sonrientes.
Hay una estrategia de autocuidado, cada una cumple una función y quien no lo hace pone en riesgo a las demás.
Un colchón sobre el suelo con una sábana sirven, pero nadie logra conciliar el sueño. Cada 15 minutos y ante cualquier ruido, se ponen de pie. Se preparan y agarran herramientas.
A las seis de la mañana comienzan las patrullas de vuelta. Ellas desayunan, pero están atentas a lo que sucede afuera.
A veces pintan, bailan, cantan, gritan, golpean colchonetas, rompen botellas para sentirse mejor; otras se encierran en su cuarto y no salen.
Desayunan e inician un nuevo día, refugiadas en esta sede de Derechos Humanos sin funcionarios.
Mira aquí la Galería. Una noche en la sede tomada de la CNDH: Un refugio que da cobijo a mujeres violentadas