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El barrio “está emocionalmente derrumbado, lastimado, porque son tantos amigos, familiares, vecinos… cuando ves y uno, dos, tres en un mismo día y dos en una misma casa, y en una semana llevas 10, no duermes de la angustia. Y al otro día es desesperante ver ¿y ahora quién fue? ¿Ahora cuántos fueron?”, dice el profesor Óscar Navarrete.
Así se vive en tiempos del coronavirus, en el Callejón del 57, en el Barrio de San Pedro, un tramo de apenas 350 metros, en la parte de atrás de la Central de Abasto (Ceda), en Iztapalapa.
Vecinos del Callejón del 57 dicen que en poco tiempo fallecieron varias personas que vivían ahí.
“Llevamos mínimo 40 fallecidos en estas semanas, es totalmente atípico y la mayoría con tos seca, problemas para respirar, muchos adultos mayores”, agrega el profesor, uno de los más activos en la estudiantina, en la comparsa y en las actividades comunitarias.
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“Aquí hace unas semanas se hizo un rosario por los difuntos que llevamos en el barrio y ya iban 28… a estas fechas debemos estar por los 40. No podemos decir que sea por esa enfermedad, pero lo extraño es que sean tantos en tan poco tiempo, uno, dos, tres en cada casa. Tenemos miedo de ir hasta a la tienda y ni los doctores de toda la vida te quieren atender.
Muchos residentes del Barrio de San Pedro laboran en la Ceda.
El callejón es paso obligado del Eje 6 a la Ceda. En épocas prehispánicas fue zona chinampera, y en la revolucionaria tuvo un pequeño cuartel zapatista durante tres meses. Es cuna de algunos personajes de La Pasión que se representa en Semana Santa y la habitan integrantes de la comparsa del carnaval que se celebra desde hace 120 años en la zona.
Por eso es el corazón del barrio, lleno de tradiciones, cultura e historia y donde, de mil 500 habitantes, unos 200 están relacionados con la Ceda, donde venden gelatinas, frutas, elotes, son carretilleros o empleados de alguna bodega.
Por eso, si el epicentro del Covid-19 en la Ciudad de México es Iztapalapa, y de ésta lo es la Ceda, este Callejón parece ser parte del foco de infección, la zona cero en la alcaldía.
No es extraño, reconocen los vecinos Ángel de la Rosa y Beatriz Espinoza, que haya tantos enfermos y muertos, por lo que reclaman de la alcaldía una sanitización profunda de 40 minutos de aceras, bodegas, e interiores de las casas.
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Sin embargo, para las autoridades delegacionales y sanitarias esta zona está fuera del radar de la pandemia. El Covid-19 no figura como causa de los decesos salvo unos cuantos, porque arraigados como están al cuidado, los velorios y el entierro en familia, han preferido morir en su casa.
La mayoría no tuvo tiempo para hacerse pruebas, sólo uno fue cremado y con eso bastó para que cundiera el miedo, “fue como poner un balance no voy a volver a ver a mi familiar, lo voy a ver incinerado… por eso mucha gente ni fue a hospitales”, explica Arturo Buendía.
“La verdad vivimos con la zozobra de quién va a amanecer y quién no”, dice Pedro Neria, cuyo hermano Ángel Rabanito, recién falleció.