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Juchitán.— Alrededor de las 12 horas del sábado 19 de febrero, vecinos del crucero Palomares-Nuevo Progreso, comunidades del municipio de Matías Romero, sintieron lo que pensaron que era un leve temblor; después escucharon un estruendo, como si la tierra rugiera entre densas nubes de polvo.
“Nos espantamos; la mayoría de los que vivimos arriba y abajo del crucero salimos. Luego de que el polvo desapareció, vimos que el tren se salió de las vías. Tres vagones estaban inclinados y todos los durmientes nuevos, de cemento, quebrados. Caímos en la cuenta de que el tren se había descarrilado”, cuenta Josué, uno de los vecinos.
Apenas una semana antes, un grupo de trabajadores de la constructora La Peninsular, de la familia Hank Rhon, encargada de rehabilitar ese tramo de 49 kilómetros de la vía del Tren Transístmico, que cubre la ruta Nuevo Ubero-Mogoñé, retiró equipos y maquinaria pesada para colocar durmientes y rieles, y dejaron la obra lista para ser usada, pero nadie hizo pruebas de resistencia.
La modernización de las vías del Transístmico, que incluye cambio de rieles, durmientes, balasto, eliminación de curvas y pendientes, así como construcción de puentes, forma parte del proyecto del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT), para el transporte de mercancía entre los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos.
Consultadas por EL UNIVERSAL, las autoridades del Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec (FIT) informaron que están en espera del peritaje para determinar las causas del descarrilamiento del tren en el crucero, cerca de la primaria Emiliano Zapata.
Al respecto, especialistas de la construcción consultados tienen sus hipótesis sobre las causas del accidente en el tramo recién reconstruido.
Tras revisar las fotografías del descarrilamiento, que fueron tomadas y compartidas por vecinos, los especialistas, que pidieron el anonimato, destacan la ausencia de balasto o gravilla sobre los durmientes, lo que podría ser la causa del accidente. A lo largo del kilómetro de vía sólo se observan durmientes de cemento fracturados.
Uno de los ingenieros detalla que en el tramo del accidente sólo se aprecia el terreno de tierra compactado, encima están los durmientes de cemento que deben tener una resistencia de entre 500 a 700 kilogramos por centímetro cuadrado, según la norma de cada país, y luego se observan los rieles remachados sobre los durmientes.
Los especialistas también explican que la gravilla o balasto es una cama de piedras que amortigua el golpe sobre la tierra con el peso de los vagones y evita los vaivenes longitudinales o transversales de los durmientes. “Quizá tuvieron prisa para entregar la obra, o al menos el tramo que se averió, pero antes de ponerla en marcha, debieron hacer pruebas”, detallan.
Retrasos
El 7 de junio de 2020, desde la estación ferroviaria de Medias Aguas, Veracruz, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio el banderazo de inicio para la modernización de 200 kilómetros del Tren Transístmico, con una inversión inicial de 3 mil 500 millones de pesos, así como la participación de cinco compañías mexicanas asociadas con otras extranjeras.
La obra, que busca disputar 10% de la carga contenerizada al Canal de Panamá, según las autoridades mexicanas, debió quedar lista en abril de 2021 y luego en noviembre; sin embargo, entre reclamos de comunidades indígenas y la pandemia de Covid-19, fue sufriendo retrasos hasta la fecha.
Desde que se anunció la modernización del tren, entre los ejidatarios de Palomares y Nuevo Progreso, como de otras comunidades de la zona norte del Istmo, hubo resistencias al principio y después condicionaron los trabajos pidiendo obras sociales. Hasta ahora, ni el FIT ni la constructora han cumplido, señalan pobladores.
En Palomares, recuerdan, demandaron al gobierno federal la construcción de un tecnológico agropecuario, pero el CIIT le envió 10 aulas móviles para instalar sobre una superficie de 10 hectáreas donadas por el ejido. Sólo instalaron tres, la escuela aún no tiene electricidad y por ahora ofrecerá la carrera de agronomía.
Raúl Martínez, exagente municipal de Palomares, dice que las autoridades se comprometieron también a construir dos puentes sobre los ríos Zapote y Lagartero, el pago de afectaciones por las obras, daños a pozos y fracturas a las viviendas, así como la pavimentación de casi dos kilómetros de vialidades. No han cumplido.
En la zona norte del Istmo, en comunidades como Mogoñé y Palomares, entre otras de los municipios de San Juan Guichicovi y Matías Romero, en diversas ocasiones los pobladores expulsaron a los trabajadores de sus tierras. Esto porque cuando ingresaban, lo hacían sin el permiso del ejido o porque de todos los compromisos asumidos por el FIT, el CIIT y la constructora, pocos se han cumplido.
Esas pueden ser las razones, consideran pobladores, de que se tuviera prisa para terminar la obra: presiones debido a los atrasos y temor a que los campesinos los corrieran del lugar por no cumplirles.
Cuatro días después, bajo vigilancia de la Guardia Nacional (GN), terminó el trasiego de cientos de sacos de cemento que viajaban en los tres vagones descarrilados, que obreros regresaron a las vías dañadas.