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George Orwell escribiría en su célebre novela 1984: “¿No ves que el objetivo final de la nuevalengua es reducir el alcance del pensamiento? Al final conseguiremos que el crimen del pensamiento sea literalmente imposible, porque no habrá palabras con las que expresarlo.”
Reducir el lenguaje parece ser un objetivo de las tiranías. La palabra escrita es sinónimo de imaginación, y una sociedad que imagina es capaz de exigir sus libertades. Por ello quienes escriben se convierten en los principales enemigos de los dictadores. En tiempos recientes se han presentado tres situaciones patéticas y absurdas; atentados francos contra la palabra escrita y contra quienes se han atrevido a desafiar al poder desde el pensamiento. Recordemos que a la mayoría de los políticos les incomodan las ideas, ¿será por ello que compran títulos y hacen plagio de tesis?
Vayamos a las situaciones:
1. En marzo de 2022 el Congreso de Florida aprobó la Ley HB1417 que fue firmada por el gobernador Republicano Ron de Santis. En ella se estipula que los padres pueden controlar la educación que se les da a sus hijos en las escuelas. Lo anterior es una cruzada emprendida por los conservadores contra la cultura “woke” (despierta). Las consecuencias son enormes: los profesores han tenido que esconder libros en los cajones o cubrir las portadas. Recientemente una madre protestó contra el libro Ojos azueles (1970) escrito por Toni Morrison ganadora del Premio Nobel en 1993. Es una novela que describe la violencia que sufren las mujeres en sociedades racistas; padecen doble discriminación: racial y de género. Pecola –personaje principal- se encuentra cautiva en un mundo donde se le discrimina por su físico, por ello su deseo de tener unos hermosos ojos azules. La autora menciona: “La novela pretende dar un atisbo de la mirada que la condenó.” Cincuenta años después sigue condenada. ¿No logramos avanzar nada en este tiempo? ¿No es mejor una educación que muestre los problemas de racismo y violencia contra la mujer?
2. ¿Puede una obra se modificada con el tiempo? ¿Al modificar palabras no se borra la esencia de lo que el autor quería retratar? ¿No es injusto juzgar una obra desde una perspectiva contemporánea? Que el autor use una palabra como “gordo”, no quiere decir que apruebe su uso simplemente recoge el léxico de la sociedad. Lo anterior surge ante la noticia de que los albaceas y editores de Roald Dahl han decidido actualizar su obra para que se adecue al lector moderno, ¿no tendría que ser el lector quien se adecue a la obra? ¿No se convierten en inquisidores quienes censuran palabras debido a que no se adaptan a sus tiempos? Se eliminó: loco, desquiciado, gordo. En Matilda “noquearla al piso” paso a ser “darle una buena reprimenda”, un abrigo ya no es negro y un personaje se “queda tiesa como una estatua” y no “blanca como una sábana”. Lo bueno es que se podrán leer las viejas ediciones de La fábrica de Charlie o Matilda para hacer frente a un tiempo donde “los imbéciles abundan” como los llamó Rosa Montero.
3. La dictadura encabezada por Daniel Ortega le quitó la nacionalidad a 300 nicaragüenses entre ellos a la escritora Gioconda Belli y Sergio Ramírez, quienes llevan su patria en la palabra. Con su obra construyen la esperanza de que algún día aquella nación alcanzará de nueva cuenta su libertad. El dictador tiene la tentación de censurar la palabra ya que ella es la única capaz de desnudar las mentiras en las que se sostiene su discurso bananero y populista. Hay que aplaudir a Chile y a Ecuador quienes ofrecieron la nacionalidad a ambos escritores, ¿y México? Guardó silencio. El presidente López Obrador es lejano a Cárdenas, quien acogió a los españoles durante la dictadura de Franco, y cercano a los dictadores que odian las libertades y censuran el pensamiento.
Vivimos tiempos de censura y la primera batalla es defender la palabra escrita que es nuestra memoria e imaginación y será la semilla que nos recuerde que debemos defender nuestras libertades.