La escasez de agua es uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos en el presente y que, sin duda, marcará nuestro futuro. Este desafío se ve agravado por el creciente aumento de la demanda, la incertidumbre climática y la obsolescencia de las infraestructuras hidráulicas. Sin embargo, un factor a menudo subestimado es la medición y análisis de las operaciones relacionadas con el agua, que es esencial incluso para proyectos "sencillos", como el diseño de puentes o carreteras y más aún para aquellos de mayor calado, como la gestión de redes de abastecimiento, sistemas de riego, presas, y la disponibilidad de cuencas y acuíferos.
José Manuel Salazar Xirinachs, secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), enfatizó recientemente la necesidad de impulsar inversiones en el sector hídrico equivalentes al 1.3% del PIB regional durante 10 años. El Banco Mundial, por su parte, advierte que, de no implementarse políticas de gestión del agua más eficientes, la región podría sufrir pérdidas del PIB de entre el 2% y el 10% para 2050.
Un claro ejemplo de la importancia de los datos en la toma de decisiones más sostenibles es la agricultura, el mayor consumidor de agua en nuestro país. Pese a ello, no contamos con mediciones precisas de su consumo actual y futuro. ¿Cómo podemos tomar decisiones a largo plazo sin un monitoreo confiable que nos permita conocer el consumo de las concesiones de agua?
Además, el seguimiento de los datos relacionados con fenómenos hidrometeorológicos, como el impacto de los ciclones tropicales y las inundaciones, es cada vez más deficiente. Esta información se obtiene a través de estaciones climatológicas, cuyo número en México ha disminuido en las últimas décadas debido a la falta de presupuesto y personal.
En un país con una óptima planificación de sus recursos hídricos, como debería ser México, no solo se deberían considerar las necesidades mínimas, promedio y máximas de consumo a lo largo de todas las estaciones del año, sino también relacionar estas necesidades con las fuentes de abastecimiento para establecer la disponibilidad y frecuencia de caudales y volúmenes de agua. Sin estos últimos datos, no se puede diseñar adecuadamente, lo que puede resultar en la necesidad de modificar las infraestructuras con un costo considerable o enfrentar períodos de escasez de agua.
Ya no es una opción prescindir de una gestión sostenible del consumo de agua. Es esencial utilizar dispositivos que registren la variabilidad del recurso hídrico tanto en cantidad como en calidad. Además, es imprescindible integrar tecnologías que permitan la obtención de mediciones continuas y confiables. El monitoreo en tiempo real del estado del agua suministrada puede permitir la detección rápida de fallas en los equipos y anomalías en el caudal, la presión o la calidad del agua.
No podemos seguir siendo conservadores a la hora de implementar nuevas tecnologías y compartir la información resultante. Es necesario invertir en la adopción de estas innovaciones, incluso en proyectos piloto, para vencer las resistencias que la cultura, la normalización o el confort a menudo imponen.
Crear un sector del agua inteligente también forma parte de la conversión hacia ciudades inteligentes y es esencial para operar una economía circular eficiente. Dada la actual escasez de agua en el noroeste de México, desperdiciar agua sin antes monitorear y registrar su flujo es un privilegio que no podemos permitirnos. Debemos avanzar urgentemente en esta dirección.
Investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California Sur y miembro de la Comunidad 1.5 grados para salvar al planeta