Esta mañana, Paseo de la Reforma está tapizada de rostros. Algunos sonríen, otros miran de frente con expresión seria, unos abrazan a alguien más.

Son mujeres y hombres jóvenes, la mayoría, pero también hay niños y personas mayores. Viajan colgados en los cuellos de sus madres, sus padres y sus familiares, en carteles que ellos muestran en lo alto con una fecha y un lugar: donde y cuando fueron vistos por última vez.

"Te sigo buscando, hijo. Eribaldo Nieves Marroquín. Desapareció el 26 de noviembre de 2014 en Guacamayas, Sonora".

"¿Dónde están? Desaparecidos en Córdoba, Veracruz el 26 de agosto de 2011", "Erika Cueto, desaparecida desde el 12 de noviembre de 2014", "Marazuba Teresa Gómez, secuestrada en Durango. Seguimos en tu búsqueda", "Carlos Palomares Maldonado", "Jesús Rabadán, desaparecido el 7 de agosto de 2016".

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Tienen en común haberse quedado suspendidos en el tiempo, como eran cuando les tomaron los retratos que hoy llevan quienes conforman la Caravana por la Verdad, Justicia y Paz que convocaron la familia LeBarón y el poeta Javier Sicilia en su paso por la Ciudad de México.

Vienen a presentarle al gobierno federal una propuesta que acerque algo parecido a la justicia a las familias de las víctimas de violencia en todo el país.

Unos buscan esa justicia transicional para saber las condiciones en las que fueron asesinados sus familiares, así como la concatenación de hechos y responsabilidades, la sanción conforme a la ley de los responsables materiales e intelectuales, la reparación del daño y la garantía de que lo que les ocurrió a ellos no volverá a repetirse.

Hay otros, muchos de los mil 300 que hoy salieron de la Estela de Luz y caminarán más de 3 kilómetros hasta el Zócalo de la Ciudad de México, que vienen con la esperanza de que algún día encontrarán con vida a sus seres queridos, pero también con la exigencia de que se les escuche y las instancias de los gobiernos federal y locales cumplan con su obligación de dar con su paradero.

"Me llamo Deborah Ramírez y marcho por mi hermano David, que lo secuestraron y no lo devolvieron el 5 de enero de 2012.Van 8 años y el gobierno sigue sin hacer ningún operativo. Llevamos tres sexenios, 560 días con la promesa de Obrador. Lo único que quiero es a mi hermano. No busco otra cosa. Le pido al presidente paz, no más desapariciones. Hasta mi hermano David, no sabía lo mal que estaba el país", dice.

La marcha avanza en silencio, lo que quiere decir que no hay consignas que se griten. Entre las conversaciones que se murmuran los manifestantes, se escuchan por aquí y por allá frases en inglés de los alrededor de 200 integrantes de la familia LeBarón que marchan en los costados del contingente sosteniendo fotografías de sus familiares, masacrados en Bavispe, Sonora.

El silencio se interrumpe en los anti monumentos a las víctimas de la Guardería ABC, de Pasta de Conchos y los 43 normalistas de Ayotzinapa, donde los padres de los jóvenes se reúnen con los integrantes de la caravana.

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"El dolor de ustedes, es el dolor de los padres de familia de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Coincidimos en esta injusticia que vivimos, coincidimos en el dolor y nuestra lucha tiene que seguir hacia adelante hasta ver a todos los desaparecidos con vida y de regreso", señala Melitón Ortega.

Leobardo Tlapanco Méndez marcha por su hija, María Fernanda Tlapanco Uribe, a quien busca desde hace 8 años. Su caso, lamenta, no ha avanzado en todo ese tiempo pero él conserva la esperanza de que volverá a tener noticias de ella. En septiembre cumple 23 años, desapareció cuando tenía 14.

"No hay nada, ningún avance. Por cada agente del ministerio público que Investiga hay 200 desaparecidos. Es imposible que resuelvan todos. Somos miles. Nosotros llevamos 8 años pero no perdemos la fe ni la esperanza, tarde o temprano tendremos alguna noticia".

En la caravana también se percibe enojo e indignación ante la falta de resultados del gobierno federal y también ante los dichos del presidente Andrés Manuel López Obrador que consideró la movilización "un show".

"Los desaparecidos no son un show", señalan algunas de las pancartas, pero son pocas.

La mayoría son fotografías con fechas, lugares e historias abreviadas. Mañana habrá otras fotografías, de los padres que buscan a sus hijos, de las banderas mexicanas intervenidas con pintura, como si también el lábaro hubiese sido acribillado.

Quienes acompañan esta marcha lo hacen en silencio, pero las fotografías de los desaparecidos gritan colgadas en los cuellos de sus padres.

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afcl

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