Meses después del asesinato, nuevas investigaciones expusieron una posible conspiración con dos o tres “Marios Aburto”. Las fotografías del sospechoso en Lomas Taurinas, Baja California, no se parecían al ahora interno del penal de Almoloya de Juárez, Estado de México.
El 17 de abril de 1995, EL UNIVERSAL aseguró que la PGR tenía en su poder un “estudio matemático que afirma que Mario Aburto, autor material del crimen, fue suplantado y quien está en Almoloya es otra persona”. El investigador privado, Humberto López Mejía, encabezó tal averiguación.
López Mejía dudó de la identidad del detenido por las distintas estaturas que Aburto registró en fotografías al llegar a Almoloya.
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También por su cambio de apariencia, pues tenía el cabello recortado y sin barba, lo que acentuó las diferencias. El investigador increpó a las autoridades por hacer cambios estéticos sólo a Mario Aburto, pues otros implicados aparecieron intactos en el proceso.
Dos meses después, EL UNIVERSAL publicó su propio análisis, llegando a la misma conclusión que López Mejía sobre la implicación de “tres Aburto”.
Para junio de 1995, este diario tuvo acceso a material audiovisual. Entre las evidencias, el tirador portaba un extensible negro en la mano derecha, que Aburto no traía.
“Ese Mario Aburto [el capturado por los agentes] trae un reloj plateado y un anillo redondo en la mano izquierda”, que no concordaron con los accesorios del asesino.
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El 18 de enero de 1996, este diario difundió la nota “Distinto al de Lomas Taurinas, el Aburto de Almoloya”, un exclusivo estudio de la experta en criminología y medicina legista, Josianne Pujol. Los resultados antropométricos “comprobaron” diferencias faciales. Pujol señaló que eran distintos en cachetes, orejas y estatura.
La PGR contestó que “ninguno de los exámenes se sustentó en la rigurosidad científica”.
En septiembre de 2000, la dependencia liberó los informes finales: Mario Aburto Martínez era el único implicado.