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No estuvieron ellas y el país sintió su ausencia. Como cada día, el sol acudió a su cita e iluminó el ritmo frenético de la Ciudad de México y del país. Llegó el mediodía, la tarde, cayó la noche y aún se sentía el vacío que dejaron.
Hacían falta en escuelas, mercados, empresas, centros comerciales, tiendas de ropa, parques, restaurantes, cines, hospitales, museos, en centros deportivos y el transporte público. Eran necesarias en todos lados.
Este 9 de marzo miles de mujeres pararon para probar que su silencio es tan poderoso como sus palabras, para demostrar el vacío que dejan si en verdad desaparecieran; para que las autoridades y los hombres valoren su papel.
No salieron con el fin de exigir justicia, mejores condiciones de seguridad, respeto a sus derechos humanos y que las dejen de asesinar por ser de ese sector de la población.
Hace dos días el primer cuadro de la capital se saturó con su presencia y marcharon para hacer historia; sin embargo, sabían que eso no era suficiente, por lo que debían volver a hacer sentir su poder. Entonces realizaron otro evento memorable.
Desde Veracruz se comenzó a gestar el movimiento Un Día sin Mujeres. La organización Brujas del Mar propuso paralizar a México con la ausencia femenina, y miles respondieron a la convocatoria.
Las primeras horas de ayer anunciaban que este hecho sería uno sin precedentes: las escuelas se congelaron y en muchas partes no hubo clases, mientras que las personas que iban a trabajar hicieron filas kilométricas en las estaciones del Metro de la Ciudad de México para recargar sus tarjetas electrónicas.
La ansiedad y la desesperación de los empleados salía a relucir por momentos. “¿Por qué no están?”, se preguntaban los hombres, así como las mujeres se han cuestionado una y otra vez por qué su sociedad no las cuida.
La necesidad de ellas fue creciendo más y más con el paso del tiempo: ¿Quién cocinaba en los restaurantes?, ¿quién atendía los pocos bancos que abrieron? ¿quién cuidaba a los menores en las guarderías? ¿quién despachaba en las farmacias? ¿quién cobraba en los supermercados? ¿quién dirigía las empresas? Los hombres lo intentaron, pero muy pronto fueron desbordados.
Los pasillos de los institutos educativos eran un fiel reflejo de lo que estaba sucediendo. Las facultades de Medicina y Odontología, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), estaban casi desoladas, porque su matrícula está compuesta especialmente por alumnas. El panorama era muy parecido en el resto de Ciudad Universitaria.
“Debemos tomar conciencia del papel preponderante de la mujer en la sociedad.
“Este tipo de manifestaciones nos da una idea de la relevancia y el impacto que tienen ellas en la vida del país”, explicó José Gustavo Cadena González, profesor de Anatomía Humana en la Facultad de Odontología.
El regreso del morado
En las calles el color morado volvió a relucir. La regla era que si una mujer salía, tenía que hacerlo con un distintivo de la lucha feminista. Así lo hicieron con sus blusas, zapatos, pantalones o con una mascada atada al brazo para reafirmar sus exigencias.
Muy temprano, un grupo de mujeres que acudió a Palacio Nacional para continuar con la efervescencia de la marcha del día anterior realizaron un performance con calzado y calcetas rojas para formar la oración: “Ni una mujer +”.
Este paro también sirvió para reflejar la desigualdad económica que sufre este sector de la población: así como ayer miles no salieron, otras tuvieron que hacerlo para trabajar y alimentar a sus familias.
No es que Sofía Núñez, comerciante en los alrededores de la Merced, no apoye la lucha contra la violencia de género, sino que debió salir a vender sus chamarras para tratar de ganarse 250 pesos y de esta forma mantener a sus tres hijas.
“Siempre ha habido violencia, nada más que antes el gobierno no permitía que se hablara de muertas en la televisión o en los periódicos.
“Por eso apoyo que las mujeres hagan este paro nacional, también para que protesten de forma pacífica”, dijo Sofía Núñez.
Por su parte, Martha Estela, otra comerciante de la zona, admitió que ha sufrido agresiones en algún momento de su vida; sin embargo, tuvo que salir a ofertar pijamas para tratar de sacar 300 pesos de ganancia y seguir sobreviviendo.
“Me enteré del Día sin Mujeres por la televisión. Está muy bien que las mujeres lo hagan, porque siempre estamos cocinando, atendiendo a la familia, trabajando; nos merecemos un día sin hacer nada”, expuso.
Historias como las de Sofía y Martha se replican por montones entre las mujeres que llegan a las calles todos los días a las 7:00 horas para levantar sus negocios con fierros viejos y una lona, con el único fin de luchar solas para salir adelante.
En el caso de las dependencias gubernamentales y empresas privadas, la ausencia del sector femenino fue más visible.
Los cubículos vacíos predominaron en estos espacios, donde el trabajo prácticamente no avanzó porque ellas no estaban.
Así se vivió en México Un Día sin Mujeres, un grito de auxilio disfrazado de silencio, un alarido de exigencia al gobierno y a todos los hombres del país.