“La loca que quiere más y más cirugías”, así se define Alejandra. No bromea. Tenía 19 años cuando se operó la nariz porque la tenía aguileña, pero al salir del quirófano no le gustó lo que veía, “la dejaron muy respingada”, entonces acudió con otro cirujano y quedó “encantada” con el resultado.
Esa confianza la alentó a ir por más intervenciones: se hizo una lipoescultura de alta definición y aumentó su busto, “además uso frecuentemente botox, me pongo células madre y rellenos”, dice, y admite que en cuanto se sienta un “gordito” o algo que no le guste, regresará al quirófano.
Aunque es fan de la cirugía plástica, de verse y sentirse bien, Alejandra asegura que no es adicta al bisturí: “Creo que no tengo adicción como tal, pero si algo no se me ve bien, me operaré”.
México es el cuarto país en el que las personas se someten a más tratamientos cosméticos a nivel mundial, sólo va detrás de Estados Unidos, Brasil y Japón. Datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética (ISAPS, por sus siglas en inglés) indican que en 2017 un millón 36 mil 618 mexicanos se sometieron a un tratamiento cosmético; en 520 mil 956 casos se requirió una intervención quirúrgica y en 515 mil 662 no fue necesario.
Francisco Pérez, miembro de la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva (AMCPER), comenta que por lo menos 40% de las personas que se someten a algún cambio regresan al quirófano. “Hay dos factores: si les gustaron los resultados vuelven para hacerse algo más porque se sienten bien, pero si les hicieron una mala cirugía regresan porque deben corregirlo”, explica.
Darse cuenta de que un paciente tiene adicción a la cirugía es fácil, advierte el especialista: “Es importante identificar cuando alguien viene de una cirugía previa y ves que tiene un buen resultado, pero aún así cree que está horrible, entonces te das cuenta de que a lo mejor hay un problema de disociación de la realidad”.
Mirarse en un espejo y no sentirse a gusto puede ser resultado de un Trastorno Dismórfico Corporal (TDC), esto ocurre cuando un individuo ve algo que no es real, transforma su realidad, explica el experto.
“En ese momento como cirujano es mejor detectarlo y decirle a ese alguien que no es candidato para una cirugía, a lo mejor no lo va a entender, pero así evitas un problema porque seguramente nunca va a estar contento con los resultados”.
Del total de mexicanos que se someten a cirugías plásticas, el especialista estima que 5% puede presentar este tipo de trastornos.
Si Alejandra se siente una “lonjita” busca a su cirujano de cabecera para pedirle otra lipoescultura, “pero él me dice que no es verdad, que estoy bien y eso me gusta porque no es un doctor al que sólo le importe el dinero. Cuando le digo que me intervenga, me contesta que no es necesario, que no tengo grasa, por eso digo que soy la loca que quiere más y más cirugías porque siempre estoy pidiendo que me inyecte aquí, acá, que me haga algo”.
Bisturí: corrector de autoestima
Deshacerse de la nariz “tipo Michael Jackson” mejoró el autoestima de Alejandra, le encantaba que amigos y familiares notaran la mejoría. En las revisiones de esa cirugía, la joven de entonces 25 años miraba con asombro el cuerpo de otras pacientes.
“Dije, yo quiero”, recuerda, y el especialista le tomó fotos e hizo una proyección de cómo quedaría con una lipoescultura y con un aumento de busto, “me gustó lo que vi, pero el resultado fue mejor, estoy muy contenta”.
Además del Trastorno Dismórfico Corporal, Francisco Pérez considera que una persona se hace varias cirugías porque le gusta que la gente la admire: “Imagina que tú en tu vida llevaste una falta de atención y de repente con una cirugía eres el foco, claro que hay un incremento en el ego de las personas y buscan seguir siendo el centro, entonces llega a ser adictivo porque hay un cambio de autoestima de manera positiva”.
Luis Ramírez Montaño, cirujano plástico, miembro de la AMCPER, coincide con su colega. “Existen pacientes que no encuentran opciones que satisfagan su aspecto, buscan cirugías por doquier, pero también los que vienen de manera habitual y sólo desean mejorar algo, y cuando lo logran su autoestima se eleva, así como sus entornos a nivel personal y laboral, esto influye en que después de la cirugía cambien sus hábitos para mejorar su estilo de vida”.
Para él es importante conocer los motivos de quienes llegan a su consultorio a hacerse un procedimiento: “A veces hay causas que no son un fundamento real, por ejemplo, asociarlo a la pérdida de familiares o hijos, y quieren sustituir esto con un evento quirúrgico. No es lo ideal y es muy raro, generalmente los pacientes vienen porque tienen algún disgusto con una parte de su cuerpo y con una cirugía lo quieren corregir y que esos cambios perduren”.
Cirugía plástica en México aún es tabú
Alejandra no tuvo problemas con su familia cuando decidió cambiar su aspecto. “En casa es normal hacerse arreglos, de hecho toda mi familia lo hace: mi mamá y hermana están operadas, mis tías igual, hasta mi abuela se pone botox”, cuenta.
Tampoco le da pena que la gente sepa que se ha hecho cirugías plásticas: “No tengo tema, mis amigas lo saben y también se han hecho cambios”, aunque sí reconoce que en México una persona que se ha hecho “mejoras” es criticada. “En otros países es muy natural, pero aquí todos quieren ocultar que están operados, la verdad no me causa conflicto decir que me hice esto o aquello”.
Francisco Pérez menciona que en Colombia o Venezuela la cirugía plástica es cuestión de estatus, pero en México es algo que se prefiere esconder: “Quien se somete a este tipo de cirugía no lo dice, siempre argumentan que tienen ese cuerpo por dieta y ejercicio”.
El cirujano cree que la sociedad reprime a quienes se hacen intervenciones plásticas, “lo primero que hacen es juzgar, decir que alguien tiene buen cuerpo, pero porque están operados, son muy criticados”.
Para Luis Ramírez, la crítica llega porque se cree que una cirugía estética tiene que ver con vanidad pura o exageración: “No lo ven como una mejora en sentido de autoestima, sino como una cuestión simple de belleza, algo banal”.
Alejandra no le da importancia a comentarios negativos, piensa que cada quien es libre de hacer con su cuerpo lo que quiere, “mientras te haga sentir bien, te veas bien sin llegar a lo exagerado o un punto que sea enfermo creo que está bien”, dice.
Vivir o morir, abismo entre costos
En el país no hay un tabulador de precios de cirugías plásticas, pero Alejandra no se dejó llevar por los costos. Antes de cambiar la curvatura de su nariz, investigó que el doctor que la operaría perteneciera a la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva y estuviera avalado por el Consejo Mexicano de Cirugía Plástica.
“No hay tabulador aquí, los precios son tan variables que una liposucción puede costar, con una persona no certificada y en un lugar clandestino, 10 mil pesos, y en un hospital bien establecido hasta 350 o 400 mil pesos, pero entre vivir o morir hay un abismo de diferencia”, destaca Pérez Chávez, al tiempo que pide a los interesados en una cirugía investigar a su cirujano antes de confiarle su cuerpo.
Ramírez Montaño reitera que los riesgos de padecer una infección, no tener resultados idóneos o incluso morir aumentan en aquellos que buscan una cirugía con base en los costos. “Hay quienes se van por lo barato, se operan en lugares sin las condiciones adecuadas”, señala.
Ambos expertos alertan que por cada cirujano plástico que estudió medicina, más siete años de una especialidad, existen otros 15 cirujanos estéticos que pueden o no ser médicos y sólo hacen una maestría de dos años vía internet.
“Esta maestría puede estudiarse por médicos generales, odontólogos, cualquiera de la rama químico-biológicas, no importa si no tienen conocimiento de cirugía o la especialidad, eso incrementa los riesgos porque operan en lugares clandestinos”.
Las complicaciones más comunes son las infecciones porque los lugares no tienen métodos de esterilización, “un proceso infeccioso es reversible si lo agarras a tiempo, de lo contrario la persona se muere y en cuanto a los malos resultados, los pacientes se pueden someter a otra cirugía, pero cuesta más trabajo revertir lo mal hecho”, lamenta Francisco Pérez.
Alejandra pide a los interesados en hacerse un cambio estético no sólo investigar las credenciales de los médicos, sino ver y comparar muchos resultados antes de elegir.
“No todos tienen la misma idea que tú sobre lo que es bello, busquen a quien vaya más o menos con los patrones de belleza que están en su cabeza”, dice mientras posa para la cámara y presume su cuerpo.