Rafael Santiago Santiago nunca había votado. En 2018, a sus 35 años, lo hizo por primera vez.

Hoy viene al Zócalo a festejar la Independencia y a mostrar su apoyo al presidente Andrés Manuel López Obrador a quien le pide que "apoyar a las personas que en verdad lo necesitan".

Rafael tiene 36 años y es albañil. Viajó 15 horas con su familia, desde la Sierra de Oaxaca para venir a ver a López Obrador encabezando la ceremonia.

Unas horas antes del inicio del evento, pidió prestado un baño en la calle de 5 de Mayo en el Centro Histórico y después de unos minutos reapareció ante su familia vestido de Emiliano Zapata, pero pintado de dorado.

Horas más tarde, posa para la foto con su bigote enorme y falso, y una pistola de plástico que agita a la menor provocación.

Asegura que nunca había votado en un proceso electoral y que lo hizo porque confía en el mandatario.

"Es una persona muy luchona, insistió en ganar la presidencia. Yo nunca había votado pero por él sí porque apoya a las personas que en verdad lo necesitan", dijo.

Tras conocer por primera vez la Ciudad de México, asegura que le gustó el Zócalo y la gente; asegura que no se arrepiente de haber pasado todo el fin de semana viajando. Su deseo es ver al presidente, aunque sea de lejos.

"Yo le pediría que no sea como otros presidentes que nomás prometen y no cumplen. Que nos apoyara a las personas de la sierra que sí lo necesitan, que ya no desvíen los recursos".

"Ni chairas ni fifís"

Por primera vez en su vida, Gabriela Silva Granja asiste a una ceremonia del Grito de la Independencia . Su deseo es que el presidente Andrés Manuel López Obrador cumpla con sus promesas de campaña y que México sea un mejor país.

Durante la conmemoración del 209 del Aniversario de la Independencia de México , acudió caracterizada como China Poblana para celebrar sus raíces y el orgullo nacional. Ama de casa de 63 años de edad, desea que en el país deje de existir la polarización social y que las personas sean vistas como mexicanas, no como chairas ni fifís.

"Creo que hace falta que se cumpla lo que el presidente López Obrador prometió: que va a haber empleo y seguridad con un marco de programas que favorezcan y permeen a toda la sociedad", pidio.

Esta noche en el Zócalo suena el Son de la Negra, mientras cientos de personas se empujan para avanzar hacia una bandera que ondea en el aire en la primera ocasión desde hace dos sexenios que los invitados principales son los mexicanos en esta conmemoración, sin controles de seguridad especiales y con las estaciones abiertas del metro para llegar caminando.

"Qué México sea feliz y próspero, donde todos vivíamos bien y no estábamos divididos ni había chairos ni fifís. No divisiones ni polarización social", pidió.

"Esperamos mucho"

Aquí se escribe y se establece el grito al unísono que hace que retiemble la tierra. Aquí, en el corazón de la patria, la felicidad es infinita, no hace frío, no existe la violencia y todos tienen un mismo presidente. Andrés Manuel López Obrador termina las campanadas y y todo el sonido de este espacio se funde en un “¡Viva!”.

Las luces rompen en la negrura de la noche y la gente baila, corre, no celebran una independencia, celebran que son mexicanos, con sus acentos, con su pobreza y sus luchas. La gente de aquí ya no añora otro tiempo, celebra que esta noche volvieron al zócalo a escuchar "¡Que viva México!" y que tienen ganas de escribir su historia.

En la espera previa a ese momento, una familia relata lo que vive en Veracruz, hablan del fiscal Jorge Winckler, de los exgobernadores de la entidad: Javier Duarte y Miguel Ángel Yunes. “Ya era demasiado robo, mi esposa, mi nuera y mis hijos fuimos a cuidar las casillas, estuvimos hasta las seis de la mañana”, dice el hombre jefe de la familia.

“Cuando vayas a ver a la maestra, y te mande con el director, le dices, le cuentas, le haces la plática: ‘oiga maestra, fui al grito al zócalo de México, y prendían de luces de colores la bandera, había muchos policías cuidando y la gente se portaba muy bien’. Vas y le cuentas, le hablas de lo que has vivido aquí, de cómo bailaban y de todo lo que viste”, dice la mujer a su hijo a punto de caer rendido por el sueño.

Unos minutos antes de las 23 horas, la gente empieza a amotinarse, se empujan y gritan ‘¡cuidado!’, ‘¡hay niños!’, ‘¡no empujen!’. Los policías auxiliares muy poco o nada pueden hacer mientras sonidos de instrumentos prehispánicos se escuchan en medio de la plancha del Zócalo. La gente se desespera y bosteza, pero un hombre toca una y otra vez su corneta: “¡no se duerman, mexicanos, falta que den el grito!”.

Antes de las cinco de la tarde fueron llegando, cargaban agua y botana, sus trajes típicos, sus trenzas y sus sombreros. De camino iban comprando banderas, matracas, cornetas, coronas de flores hechas de papel y alambre, globos, moños tricolores y gises para pintar su rostro con los colores patrios. Elementos de la Secretaría de Seguridad Pública custodian las entradas, y en un costado de la catedral a esperan las barredoras a que toda la celebración termine.

Judith Monzón y su madre llegaron de Tapachula desde las 10 de la mañana de este domingo, salieron a la media noche del sábado y afirman que su único deseo era llegar a ver al presidente. “No podíamos dejarlo solo hoy, en su primer grito”, dice Judith, votaron por él el año pasado y lo apoyan desde 2006. La plática las interrumpe en un grito de “¡sí se pudo!”.

Cuando se encendieron las luces del balcón presidencial, todos iniciaron el sentido de alerta, atentos, esperaron la salida de ‘su peje’, como lo nombran con cariño; su presidente, como le dicen con respeto. Apenas sale el presidente al balcón y la gente llora en un sentimiento de paz.

“Mamá, siénteme el corazón, que se me va a salir”, dice el niño que viene de Veracruz. Esto es, entonces, la esencia de los mexicanos, que ahora tiene en donde verse. Van a escribir un nuevo libro, uno que no desaparezca. Así pues, se completa todo lo relacionado con México y sus hombres de maíz, en medio del Son de la Negra, del Cielito Lindo.

rmlgv

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