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E ntre balas y persecuciones derivadas de la guerra civil que vivía Guatemala en el verano de 1983, Victorina Lucas Gregori salió huyendo de El Ixcán, Guatemala, para refugiarse en el municipio de La Trinitaria, Chiapas, donde se localizan algunas de los lagos de Montebello.

Dirigiendo los ojos hacia el cielo azul, como tratando de recordar su llegada a esa zona ecológica, y señalando ese punto en el firmamento, asegura que: “Las lagunas eran de azul turquesa, siempre tenían ese color desde que llegué a México y ahora, desgraciadamente, no están así de hermosas”.

El cambio repentino en la coloración de las lagunas hizo que la mujer nacionalizada mexicana, investigara más sobre lo que ocurría en su región y se interesara en cómo poder ayudar a que los lagos se preservaran, debido a que, señaló, “hay que hacerlo por el futuro, por la salud de las futuras generaciones que puede ser que ya no vean estas maravillas de la naturaleza”.

De 51 años, Vicky cuenta que entre sus planes no estaba dedicarse a luchar por la preservación de los recursos naturales de la zona, “puesto que donde nací siempre tiraban los árboles y no teníamos conciencia de lo negativo que es. Ahora platico de lo importante que es cuidar el medio ambiente”.

Asegura que a dos años de ser integrante del Consejo de Preservación de Lagunas de Montebello, este activismo le ha dado un giro a su vida, debido a que la mayoría de su tiempo lo dedica a participar en conferencias sobre el medio ambiente o a dar pláticas a escuelas sobre la necesidad e importancia de cuidar el entorno natural.

“Aquí tenemos codornices, ardillas, venados, pájaros carpinteros, jaguares, es algo que debemos cuidar. En la comunidad no tiramos árboles y si tiramos uno sembramos dos. Eso hacemos por el bien nuestro y de nuestros hijos, porque imagínese, ¿qué futuro vamos a dejar si el medio ambiente está deteriorado?”, comenta.

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