La enfermería es una profesión que, a pesar de implicar dificultades y obstáculos – ya sea económicos, de género o de templanza emocional – como los que han enfrentado Maira, Giovanni y Lizbeth, todos egresados de la licenciatura en Enfermería y Obstetricia , entusiasma y satisface a quienes la ejercen.

A Maira Rubí de Jesús Martínez le tocó cuidar durante dos años a una chica que fue rociada con gasolina y después incendiada por su exnovio después de una discusión con él. El cuidado lo llevó a cabo mientras realizaba su servicio social en el Hospital General Doctor Rubén Leñero, ubicado en la alcaldía Miguel Hidalgo.

“Yo estuve en el área de cirugía plástica reconstructiva a mujeres, donde también se encontraba la de quemados. Ahí me tocó estar con una chica durante dos años que tenía su pareja, su novio, pero tuvieron una discusión y él le arrojó gasolina a la cara y la prendió. Platicando, me dijo que ella no quería denunciarlo, pero lo hizo porque su familia la obligó, le dijeron que si no denunciaba lo iban a matar”, relató en entrevista con EL UNIVERSAL la enfermera egresada de Escuela de Enfermeras de Guadalupe.

En el marco del Día de la Enfermera y Enfermero , conmemorado el 6 de enero, Maira cuenta que a pesar de no haber mostrado interés en ninguna rama de las ciencias de la salud inicialmente, ahora no hay nada que no le guste de esta profesión, pues disfruta de hacer más amena la estadía de quienes atiende al generarles confianza y escuchar sus problemas.

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Para la ahora docente de enfermería, lo más importante es ser empáticos con los pacientes. “Tenemos que mostrarles este lado humano a las personas que carecen de salud en esos momentos, aunque lo más complicado es verlos sufrir a ellos y a sus familiares”, explicó. Tal como sucedió en el caso de la chica que fue agredida por su expareja.

El caso de Giovanni Salgado Vargas fue distinto, pues desde niño quiso ejercer una profesión que estuviera dentro del área de la salud, ilusión que por un retraso de pagos en su colegiatura en una escuela privada incorporada a la UNAM y de la cual iba a ser expulsado, casi se ve frustrada.

Pero con el apoyo económico de sus padres y el ingreso que generó en su trabajo, Giovanni logró ponerse al corriente y titularse. Ahora ya lleva dos años como enfermero en el área industrial.

“La escuela era cara. Mis papás me apoyaron económicamente y yo entré a trabajar para terminar la escuela. Así estuve 2 años y entré como becario en la escuela. Ya me iban a sacar porque ya debía mucho pero me puse al corriente, hice lo posible para terminar mi carrera. Y pues ahorita ya terminé y estoy titulado”, recuerda el enfermero de 29 años de edad.

En un campo laboral y estudiantil mayormente ocupado por mujeres, Giovanni se ha enfrentado a ciertas situaciones complicadas. “Me ha tocado que hay procedimientos que por ser hombre no se pueden realizar desde un inicio. Si llegas y haces algo y no lo explicas primero, el paciente (mujer) malinterpreta las cosas y hacen demandas”, relató.

Además de esta experiencia, también le tocó ver varios casos de chicas que fueron quemadas por sus novios. Pero para él, ser enfermero es satisfactorio porque puede ayudar a las personas, incluso con cuestiones sencillas como checar la presión.

Así lo expresó también Lizbeth Tiznado , quien parecido a Giovanni, finalmente ejerce la profesión que desde niña aspiró desempeñar.

“Desde niña mi sueño siempre fue ser enfermera. Recuerdo que les comentaba a mis padres que quería serlo para que cuando ellos estuvieran viejitos yo cuidara de ellos. Mi madre me compraba mis juguetes como el estetoscopio y el termómetro, y pues jugaba con ellos y mis hermanas según a tomarles los signos vitales”, narró en entrevista la recién egresada de la licenciatura de Enfermería y Obstetricia de la Universidad de Ciencias de la Enfermería de México ubicada en Nayarit.

Sin embargo, el camino no fue fácil, su mamá la ayudó con un año y medio de colegiatura, pero Lizbeth decidió entrar a trabajar para solventar sus gastos escolares y pagar sus estudios, lo cual se le hizo “pesado porque tenía que trabajar por las mañanas, ir a la escuela por las tardes y en la noche tenía que hacer mis prácticas en el hospital”, relató Lizbeth.

Durante su estancia en el Hospital Civil Dr. Antonio González Guevara, recordó que una de las experiencias que más la impactó fue un accidente en motocicleta del que un menor resultó gravemente herido debido a que ni él ni sus padres portaban casco. Ellos lograron sobrevivir tras la atención médica, pero su hijo falleció en el quirófano.

A pesar de situaciones como esta, Lizbeth comenta que es una satisfacción ver a la gente bien, y para ella “es muy bonito cuando salen mejor del hospital y te agradecen la atención”.

cev

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