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Diez días después del sismo que se registró en la Ciudad de México, Édgar regresó junto a su hijo Derek al Colegio Enrique Rébsamen, en el que estaba inscrito, pese al recuerdo del derrumbe de la escuela, en la que murieron 26 personas.
Édgar recuerda que el pasado 19 de septiembre estaba en su casa cuando —a las 13:14 horas— sintió el sismo de 7.1 grados. Inmediatamente corrió una calle y media para llegar al plantel donde estudiaba su hijo de 12 años. Cuando llegó, sólo pudo ver nubes de humo, no se dio por vencido hasta encontrarlo.
“Llegué y vi el edificio abajo; inmediatamente me puse a buscar a mi hijo, él estaba atrapado. Cuando lo encontré y lo pude poner a salvo, decidí regresar para seguir ayudando en la escuela”, dijo.
Recuerda que durante ese día ayudó a liberar a 10 niños con vida, pero también a sacar tres cuerpos de menores fallecidos. Ante este recuerdo, los rostros de padre e hijo se entristecen y bajan la mirada, no tienen más que decir, ven el edificio caído y se retiran.
Los voluntarios dejaron las inmediaciones de este edificio ubicado en la colonia Nueva Oriental Coapa, delegación Tlalpan, y sólo algunos han acudido a reclamar sus carpas o herramientas que prestaron durante la crisis.
La zona está resguardada por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México y el inmueble cubierto por unos muros de madera, pero aún a lo lejos se pueden ver las ruinas que hace dos semanas eran una escuela llena de niños.
Las actividades comienzan a normalizarse, los comercios volvieron a abrir, pero la plática sigue siendo la misma: el lamento por los niños y adultos muertos tras el 19-S.
“Pobres niños, ellos no tenían la culpa, y la dueña sigue libre, esperemos se haga justicia, ahora ya son unos angelitos”, se escuchaba en una conversación entre personas de la tercera edad.
El silencio se ha vuelto una constante en el lugar, y al pasar frente al memorial que se colocó en el monumento de La Familia, en el cruce de Acoxpa y Prolongación División del Norte, algunos bajan la mirada y otros más se detienen para tratar de leer las coronas.
En los alrededores la gente limpió el polvo que se generó tras el desplome del inmueble y después de los trabajos de rescate, sin embargo, “la muerte ha dejado marcada esta colonia”.
“Es muy triste, era una zona donde había muchos niños, pasaban y jugaban, era un ruidero, pero no lo hubiera querido cambiar; ahora es pura tristeza, todos caminamos en silencio, todos sufrimos por los pequeños”, comentó Isabel, una vecina.
Los niños sobrevivientes ahora están buscando un plantel para terminar el ciclo escolar, algunas escuelas privadas de la zona han ofrecido sus planteles para que los niños puedan concluir sus estudios de este año. Sin embargo, por el momento los padres de familia no saben cómo actuar.
“Nosotros no sabemos ahorita qué va a pasar, vamos a empezar a buscar escuela”, comentó Édgar.