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Zacatecas, Zac.
En la comunidad Casablanca de Tacoaleche, Zacatecas, hay más casas vacías que gente para habitarlas. Las ocho familias que viven ahí relatan cómo su poblado se vació poco a poco, pues las personas prefieren migrar a Estados Unidos que vivir en la pobreza.
Las calles empolvadas, los negocios cerrados y una vieja escuela reflejan el olvido en el que quedó esta tierra zacatecana. Lo más novedoso es un centro deportivo construido recientemente por las autoridades estatales; sin embargo, permanece vacío, porque sólo hay un puñado de niños para utilizarlo.
En Tacoaleche la vida se va más lento, porque no hay mucho que hacer: por la mañana, autobuses de fábricas que están alrededor recogen a los hombres y los llevan a trabajar, mientras que las mujeres se quedan en casa para cuidar a sus hijos, lavar, planchar, cocinar y realizar otras labores domésticas.
El escaso servicio de electricidad, gas y agua potable hace la vida aún más dura en esta localidad, donde las familias crían a sus propias gallinas y cerdos para que la comida nunca les haga falta.
María Luisa Sánchez Díaz, quien ya supera los 60 años de edad, recibió a EL UNIVERSAL en su casa para relatar la historia de su comunidad y la de uno de sus hijos, quien hace 13 años se fue a Estados Unidos y ya no volvió.
“Mi hijo se fue para allá a los 18 años, porque aquí no hay para dónde agarrar ni nada. Él se fue por la necesidad de ayudarme, porque estoy sola, porque no tenemos nada; vivimos de puro trabajo, pero aun así no salimos de pobres. Tiene 13 años que no lo veo”, expresa.
El único contacto que María Luisa puede tener con su hijo desde ese entonces es por vía telefónica cada 15 días; además, le envía 3 mil pesos al mes para que pueda sobrevivir.
“Solamente [si] echaran a mi hijo [si lo deportaran] yo podría verlo, ¿pero a qué viene si aquí no hay nada? A pesar de eso, como yo sí tengo muchas ganas de verlo, cuando le hablo por teléfono le pido que se regrese. Al fin, de hambre no nos morimos, siempre tenemos mucho nopalito”, señala la mujer.
Dice que hace 40 años fue cuando las primeras personas comenzaron a salirse de Tacoaleche hacia la Unión Americana; sin embargo, en ese momento la gente no escapaba de la pobreza, sino que se iba, principalmente, porque se convirtió en una cultura.
“Los niños, ya con 12 o 13 años de edad, ya estaban pensando en irse [a Estados Unidos]. Sólo esperaban un grupo y se iban juntos. Algunos de esos muchachos regresaban, pero sólo por un tiempo, porque después se volvían a ir a ese país”, explica María Luisa Sánchez.
Ejemplifica la falta de oportunidades que hay en Tacoaleche cuando habla de otros dos hijos que viven con ella: “Ellos ganan mil pesos cada ocho días, y además cada uno tiene a tres hijos que mantener, entonces ahí tienen a los niños sin zapatos y con poca ropa; ahora que ya entraron a la escuela, no tienen ni un cuaderno. Quién sabe cómo le van a hacer”.
A pesar de todas estas carencias, el amor que María Luisa siente por sus hijos hace que no quiera alejarse de ellos, y asegura que algunas madres y padres han fallecido sin volver a ver a sus jóvenes migrantes, por lo que lanza un ruego para no sufrir la misma experiencia: “Yo nada más le pido a Diosito que si mi hijo no va a volver conmigo, que por lo menos me lo deje ver una vez más antes de morirme, sólo eso. Ya no pido más”.