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La primera vez que Antonio abandonó la preparatoria fue en 2006, entonces vivía en Oaxaca y se desató el conflicto magisterial, tenía 15 años. Sin oportunidad para estudiar en su estado natal se trasladó con su familia a la Ciudad de México, 11 años después ingresó al nivel medio superior, pero tuvo que abandonarlo otra vez porque se quedó en una vocacional y no le gustó el plan de estudios, además debe ayudar con los gastos de su familia.

Sentado en una jardinera comenta a EL UNIVERSAL que espera a su papá, quien trabaja cerca de Metro Potrero, él salió temprano de la carnicería en la que se desempeña como tablajero y decidió esperar a don Juan para compartir el camino a su casa, allá por San Cristóbal, en Ecatepec, Estado de México.

Entre los cortes de carne que realiza todos los días y la venta diaria aún sueña con convertirse en doctor, le gustaría ayudar a los demás, regresar a Oaxaca y poner un consultorio: “Sería muy bonito que mis manos cambiaran la carne de res para curar seres humanos, regresar a mi pueblo y poner un lugar en donde la gente sin recursos se pueda atender”.

Tener 27 años no lo limita ni desanima, dice que sería peor no tener intenciones de estudiar y tener una carrera. Su meta es entrar a una preparatoria de la UNAM y estudiar medicina en la Universidad Nacional, aunque tampoco le desagrada la idea de entrar a la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Admite que le queda un camino largo por recorrer, suma los tres años de preparatoria, los cinco de la carrera, el año de servicio social y lo que tendría que hacer como residente, pero no le importa, dice que probablemente esté por llegar “al cuarto piso” cuando se convierta en médico, pero asegura que lo logrará.

Antonio es el mayor de cuatro hermanos y el único que no ha podido cursar la preparatoria.

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