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Rubén Cárdenas Ramírez vivió horas de más ayer. Su ejecución, programada para las 18:00 horas del miércoles, se concretó pasadas las 22:00 horas por una decisión que tomó la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos frente a dos apelaciones de su defensa.
Su espera se dio en la soledad, en una amplia celda en la que pudo ver televisión, comer roles de canela y tomar café. Luego llegó el final.
El último deseo no existe para los reos condenados a muerte en Texas, tampoco pedir algo en particular de comer, como último alimento. Lo único a lo que tienen acceso es a un poco de comodidad.
Originario de Irapuato, Guanajuato, Rubén Cárdenas salió de Livingston para ser trasladado a Huntsville, Texas, a la Unidad Carcelaria Wall. A esperar la ejecución.
Previo a su salida, Rubén pudo convivir con 10 integrantes de su familia encabezada por su madre, Sanjuana Cárdenas.
Su familia se alistó desde temprano y salió desde el consulado de México en Houston a la prisión de Livingston a donde llegaron sus tres hermanas y un hermano, uno de sus hijos, sobrinos y cuñados.
Entraron en pares para verlo. La visita duró aproximadamente cuatro horas. Un convivio que se dio con un cristal de por medio. No está permitido el contacto físico, todo a través de una ventana y comunicación por un teléfono.
A las 12:15 horas la visita concluyó y Rubén se alistó para salir de Polunsky para llegar a Huntsville.
El protocolo de traslado es claro: de Polunsky salieron tres autobuses, con intervalo de 15 minutos, pero solamente dos personas supieron en qué camión viajó hacia Hunstville: el director de la prisión de Polunsky y el de la Unidad Carcelaria Wall en Huntsville.
Rubén llegó a su destino final entre las 14:00 y las 17:00 horas en donde fue acomodado en una celda amplia con una cama, una televisión y comida, particularmente roles de canela y café.
Su familia se instaló en un Centro de Asistencia donde arribaron a las 13:15 horas y permanecieron hasta que la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos decidió desechar los dos recursos de apelación que interpuso la defensa.
Cuatro activistas se apostaron afuera de la prisión para exigir que no se aplicara la pena de muerte.
Gloria, integrante del Movimiento Abolicionista contra la Pena de Muerte, reclamó que las autoridades de su país no respeten el debido proceso en casos de aplicación de pena capital.
Entre el intenso frío y la lluvia, las cuatro mujeres de origen estadounidense aguantaron hasta el último momento de vida de Rubén y con un altavoz en mano reclamaron la decisión de matar al mexicano.
A las 21:55 horas llegó la decisión final: la ejecución de Rubén Cárdena debía concretarse.
La familia tomó la decisión de que el único hermano varón de Rubén y uno de sus hijos presenciarían el último momento de vida del guanajuatense.
Así, Rubén Cárdenas Ramírez se convirtió en el mexicano número 11 que es ejecutado.