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Renata Bautista Mendoza, de 22 años, se para frente a la enorme pared verde del frontón número 9, respira y se prepara para iniciar la partida. Su oponente hace el saque inicial: la pelota rebota en la pared, marca un ángulo en el piso y ella la recibe con la mano derecha. El gesto técnico se llama machetazo y sirve para rechazar la pelota cuando viene alta y golpearla en picada.

Entre risas, camaradería y goyas, Renata y 48 jóvenes más, de entre 18 y 30 años, compiten en el campus de Ciudad Universitaria para ganarse un lugar en el campeonato mundial de Frontball en Francia y también para quitarle el estigma a Los Frontones de ser la tienda de drogas más grande de la UNAM.

“Llevo un año entrenando, fui al nacional de 2017 y a los juegos universitarios de ese año y de este. Creo que el tema del narcomenudeo es muy delicado. Los espacios utilizados de muy mala manera son no nada más aquí en Los Frontones, sino en distintos puntos de la Universidad, en la calle. La recuperación empieza por uno mismo y la comenzamos nosotros como parte del equipo representativo de la Universidad”, reflexionó.

Desde las 10:30 horas de este jueves inició en Los Frontones el torneo clasificatorio para el mundial de Frontball en Francia. Aquí, 49 competidores se juegan seis boletos a París: dos para Primera Fuerza femenil, otros dos para esta categoría varonil y dos más para sub-22; de ellos, 13 son universitarios. Los competidores provienen de ocho entidades: Ciudad de México, Coahuila, Estado de México, Puebla, Querétaro, Tamaulipas y Veracruz y su presencia en este espacio forma parte de una estrategia de la UNAM para recuperar la zona de Los Frontones y quitar el estigma de que aquí sólo se venden drogas.

Jorge Frías Navarro, director técnico de la Federación Mexicana de Pelota Vasca y Frontón, explicó que fue la propia UNAM la que pidió a la federación que se realizara el torneo en sus instalaciones.

“Fue una petición directamente de la Asociación de Frontón de la UNAM para reactivar el deporte y quitar el estigma sobre estas instalaciones, [en las] que ha habido el problema de los malos actos. Se trata de recuperar la vida en Los Frontones”, explicó.

Es una tarde calurosa y en sólo una semana se puede observar el cambio que ha generado el incremento en la presencia de vigilantes universitarios, nuevas lámparas de alumbrado público, el enrejado, el acceso controlado a la zona y también la atención de la Rectoría, después de que hace 15 días dos personas murieron en una balacera ocurrida a menos de 200 metros de donde hoy Renata y sus compañeros sudan por ganarse un lugar en la semifinal.

Hoy, a diferencia del 23 de febrero, cuando ocurrió el tiroteo, quienes ocupan el espacio deportivo no son narcomenudistas, sino entrenadores y competidores, los externos a la universidad son familiares y amigos de los pelotaris quienes disputan partidos amistosos mientras los deportistas descansan entre partidos.

Sin embargo, sólo han pasado unos días y dentro del propio equipo de frontball universitario también hay cuestionamientos sobre la efectividad de las medidas que comenzaron a aplicarse desde 2017.

Para Paola Santamaría Roldán, de 25 años, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, el problema es que las rejas y limitaciones para ingresar a Los Frontones generaron el desplazamiento de los narcomenudistas a otras zonas del campus. Piensa que no es de esta manera como la institución va a terminar con el problema y se pregunta qué es lo que sigue.

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