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Seguramente alguna vez has probado un paste. El tradicional lleva una trenza en las orillas, la cual servía para que los mineros en la antigüedad pudieran sostenerlo y no ensuciaran el resto del pan relleno al consumirlo, cuando terminaban tiraban la trenza que ya estaba tiznada por la negrura de sus manos.
Este y más datos se encuentran en el Museo del Paste que abrió sus puertas en 2012, en Real del Monte, Hidalgo. En este sitio los visitantes pueden crear su propio bocadillo, también observar cocinas antiguas en las que se preparaban, así como salas de exhibición con datos históricos de la minería de la región.
Esta zona fue colonizada por ingleses para fines industriales, en la que además dejaron huella de su gastronomía y de otros rasgos culturales. Real del Monte se caracterizó por la explotación de minas de plata por parte de españoles e ingleses durante 500 años, cuando ocupó el primer lugar del mundo en exportación minera a principios del siglo XIX.
Este lugar durante la época de 1824 y 1849 se destacó por la adopción de tradiciones anglosajonas por parte de los mexicanos, así como de diversas costumbres traídas de Inglaterra. Entre ellas destaca el paste, platillo típico de los mineros de la región de Cornwall.
En un principio la empanada se nombraba pasty, cuya particularidad era el relleno de carne de res picada y cruda; sin embargo, ante la dificultad de su pronunciación, los mineros mexicanos lo renombraron como paste.
También modificaron su contenido culinario, en vez de carne, agregaron frijoles, papas, picante y verduras, entre otros, ingredientes nacionales y también anexaron la característica trenza de su orilla para facilitar su consumo.
Este bocadillo se ha industrializado y hoy son pocos los comercios que los elaboran de manera tradicional en hornos caseros y con manteca. Regularmente los pastes actuales que se propagan por todo el país suelen hacerse con mantequilla y sin la trenza, por lo que podrían perder su título original y ser simplemente empanadas.
Destacó que los pastes industrializados no tienen el mismo sabor que los tradicionales, puesto que el guiso casero se ha vuelto precocido y la masa es hojaldrada, mientras que los tradicionales “tienen una receta especial que nos dejaron nuestros abuelos”, afirmó con una sonrisa.
Dijo que los pastes tradicionales que se venden más son los de papa con carne que llevan una trenza a un costado y el de frijol con chorizo, que lleva la trenza arriba, “la masa que le ponemos no se esponja tanto y está más dura”.
María Fernanda elabora 240 unidades los fines de semana, cuando hay más venta, y cuando no hay buenas ventas, que es entre semana, genera cerca de 50. Agregó que la competencia de las grandes industrias se debe a que los pastes los venden más baratos. “Busca uno la competencia y no tanto el sabor, pero no en todos los lugares sabe igual”.
Explicó que con el tiempo y debido a las grandes industrias, las ventas de los pastes no son como antes; no obstante, afirma que seguirá con la tradición porque le agrada, así como ayudar a su familia.
En tanto, Rodolfo Silva, de 62 años, lleva 44 elaborando pastes tradicionales en Real del Monte, también dice que las ventas suelen ser escasas por la gran competencia industrial desde hace más de cinco años. Refiere que anteriormente existían seis puestos en todo Real del Monte y el precio de cada uno estaba en 20 centavos. Con el tiempo aumentó el costo y hoy oscila entre los 12 y 15 pesos.
El señor, de mirada afable y sonrisa triste, expresó que los turistas suelen ir a los negocios lujosos, aunque los pastes que se les ofrecen son industriales y no los originales: “Son hechos con manteca, grasa vegetal y sal, pero las grandes empresas —que los elaboran con mantequilla— han hecho que la venta baje y que se consuman los comerciales. Antes vendía más de 200, actualmente son contados, como unos 30”.
José Zamora, guía del Museo del Paste, informó que ya sólo son cinco las pequeñas industrias que hacen los pastes tradicionales en Real del Monte, Hidalgo: Real de Plateros, El Villar, La Góndola, Márquez y Los Portales.
Estos negocios familiares fueron los pioneros en la proliferación del paste, puesto que en 1980, cuando no había buenas ventas en Real del Monte, se iban a vender a la Iglesia de la Asunción, en Pachuca, con sus pequeñas canastas y así fue como poco a poco inició su comercialización en el resto del país.