Bajo un sol inclemente, entre partidas de cartas, ajedrez o fútbol, pasan los días en el albergue para migrantes de la delegación Iztacalco .

En la zona restringida para los viajeros, la vida ha alcanzado una cierta normalidad: por todos lados se observa ropa extendida al sol, personas descansando bajo las carpas, niños paseando en los brazos de sus madres y adultos reunidos en grupos jugando a las cartas.

Todo es esperar en este lugar donde el tiempo transcurre a otro ritmo.

"Uno no está acostumbrado al clima, en Honduras es cálido y aquí es invierno. Pero eso no es lo más duro: lo más difícil es llegar a Estados Unidos, eso va a ser lo más duro"

, contó Erick Amador , de 40 años.

Bañarse, lavar la ropa y si se está aburrido, jugar al fútbol, entre otras actividades como partidos de ajedrez y de voleibol. Aquí hay que esperar al otro contingente para seguir avanzando hacia la frontera. La instrucción de los organizadores es no desesperarse, ser pacientes y solidarios.

"Nos piden que tengamos solidaridad con los que vienen, que vayamos todos juntos. La gente se desespera por eso arranca ella sola y va de grupo en grupo. Estuve preso en los Estados Unidos el año pasado, de ahí en prisión es pelea y los jueces son los que deciden. Yo tenía 20 días cuando me agarraron. La situación está bien fea en mi país: no hay empleo ni seguridad, más que todo lo hace uno por la familia. Por tener una vida mejor".

Las carpas están llenas, aunque el gobierno de la Ciudad de México está colocando otras seis para dar abasto a la gente que necesita un lugar para pasar la noche. Mientras esto ocurre, algunos han instalado tiendas de campaña y otros más, los menos, han construido casitas con desperdicio de madera que había por la zona.

Hay retos: encontrar donde bañarse, conseguir una llamada telefónica, ropa, formarse para recoger un plato de comida caliente.

Pero también hay solidaridad: por un lado, las hermanas y laicos de la Pastoral de Migrantes de la Arquidiócesis de México ofrecen frijoles, arroz, huevo cocido y tortillas.

Liliana, habitante de la delegación Tlalpan, es estilista y llegó a las 13:00 horas para ofrecer cortes de cabello.

"Vengo para ayudarlos", comenta mientras delinea el cabello de un niño en casquete corto con la navaja del número dos.

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