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Dos sismos estremecieron las zonas centro y sur del país. En Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Morelos, Puebla, el Estado de México y la Ciudad de México, los escombros, las grietas, la desolación y la devastación fueron una constante; sin embargo, la solidaridad ante la tragedia también estuvo presente.
Las calles, escuelas y parques fueron testigos de la colaboración entre extraños. Equipos y brigadas de rescate llegaron a México desde El Salvador, Chile, Panamá, Ecuador, Honduras, Colombia, Estados Unidos, Japón, Israel, Alemania, Francia y España, entre otras naciones, para brindar asistencia inmediata, después de lo ocurrido.
El canciller Luis Videgaray Caso, en nombre de todos los mexicanos, agradeció todas y cada una de las muestras de solidaridad al expresar: “México se siente abrazado y encuentra consuelo por un mundo que no nos deja solos en nuestra tragedia”.
A más de tres meses del desastre, todavía quedan los estragos de los sismos, recuerdos constantes de que las tragedias son dolorosas, pero también son una oportunidad de aprendizaje y renovación.