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Isabel caminaba hacia la escuela cuando fue atacada por la persona que debía protegerla. Su tío la arrinconó, le subió la falda y le quitó la niñez pese a sus súplicas. Hoy, lejos de su comunidad en Oaxaca, espera con ansias reiniciar su vida después de dar a luz al producto de esa violación.
Cuando por fin llegó a su casa, aquella tarde de febrero, era de noche. Prefirió no contarle a nadie de su familia por temor y vergüenza. En su comunidad, cuando una jovencita es abusada sexualmente, tiene que casarse con su agresor. Si el hombre está casado, debe irse a vivir a su casa y aguantar los desprecios y maltratos de la primera esposa.
“Las personas de todo el pueblo te critican, te dicen que tú quisiste que te pasara. Dicen que te acostaste con varios hombres, pero no es así, a nosotras nos violaron”, sostiene con angustia la niña que apenas cuenta con 13 años.
Cuando abusaron de Isabel aún no tenía su primera menstruación y al poco tiempo presentó un sangrado, así que no pensó en que pudo quedar embarazada; sin embargo, descubrió su estado cuando sintió una patada del bebé.
“Me enteré hasta los siete meses que estaba embarazada, cuando ya sentí al niño. Decidí no contarle a nadie que me violaron, porque sé que en mi pueblo no harían nada por ayudarme”, relató la joven a EL UNIVERSAL.
Quien supo del embarazo de Isabel fue su madre, Sofía, quien, declara, tuvo el presentimiento. Una noche soñó que la menor tenía un bebé entre la basura y al día siguiente la cuestionó para saber la razón de su actitud tan extraña.
Se repite la historia. En cuanto Sofía se enteró de lo ocurrido, trajo a su hija a la Ciudad de México y le contó una verdad hasta entonces oculta: Isabel también fue producto de una violación.
“Me violó mi tío por parte de mi padre biológico. Mi mamá también lo sufrió hace tiempo y me tuvo.
“Me preguntaba: ‘¿Por qué mi mamá me tuvo tan chiquita?’, pero fue cuando quedé embarazada que ella me contó su historia”, relató Isabel.
Tanto ella como su madre lograron salir de Oaxaca sin dar explicaciones y mudarse temporalmente a la Ciudad de México, para no tener que vivir la estigmatización de haber sido violada en su pueblo.
Cuando la madre de Isabel vivió esa situación, logró escapar con ayuda de sus padres, tuvo a su hija que puso al cuidado de sus abuelos y consiguió trabajo en la capital del país.
Ahora Isabel cuenta con el apoyo de su madre, sus abuelos y el de su padrastro que la ha visto como su hija desde más niña.
Isabel llegó a vivir a Vifac para facilitar los trámites de adopción de su bebé, ahí también le enseñan alguna actividad para que pueda mantenerse y le brindan atención sicológica.
A unos meses de dar a luz, conversa con su bebé, que es niña, y le hace saber que aunque no estará con ella tendrá una buena vida al lado de otra familia.
“No es que yo no te quiera, me obligaron a tenerte, pero te voy a dar a una familia que sepa quererte y cuidarte, porque a mi edad no sé si pueda cuidarte”, le dice cuando la siente patear por las noches.