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pedrovillaycana@eluniversal.com.mx
“Una ola gigantesca arrasó ayer Cuyutlán: Hubo 30 muertos”, así tituló EL UNIVERSAL su edición del jueves 23 de junio de 1932 al dar a conocer los daños que dejó el tsunami en ese poblado costero de Colima, el cual es considerado hasta la fecha el que mayores daños ha dejado en nuestro país en la historia.
Durante varios días El Gran Diario de México le dedicó una amplia cobertura a los consecuencias que había dejado el tsunami, incluyendo varias imágenes que mostraban los daños que había dejado en esa entidad. El corresponsal informaba al día siguiente del fenómeno que el pueblo de Cuyutlán había sido barrido por el mar, por lo que numerosas casas habían sido derrumbadas por el mar y se estimaban cerca de 500 refugiados.
“Personas que acaban de llegar del balneario de Cuyutlán informan que una gigantesca ola marina invadió totalmente el pueblo y llegó hasta la vía del ferrocarril. Poco después de las 07:45 horas se sintió un temblor de mediana intensidad y cuando los vecinos, repuestos de la impresión recibida se preparaban para entregarse a sus habituales ocupaciones confiando en que todo peligro había pasado, se registró un fenómeno que fue advertido primero por las personas que andaban por las calles. Ellas comenzaron a lanzar gritos de alarma, exclamando: ‘¡El mar se sale!’”. La gigantesca ola, con una fuerza arrolladora, derrumbó casas y junto con las personas que vivían cerca de la playa fueron arrastradas por la corriente, de las cuales no se ha llegado a saber el paradero ni la suerte, por lo que todo hace presumir que perecieron ahogadas”.
El corresponsal relató a los lectores que las aguas del mar habían perdido su transparencia habitual y que el océano se veía “achocolatado y hervía a borbotones”, mientras millares de pescados de todos los tamaños se encontraban muertos sobre la arena de esa costa del Pacífico.
“Tiburones, toninas, cornudas, todas las bestias del mar, confundidas en el terror con los millares de pescados fueron a azotarse contra la playa en donde quedaron muertos, formando un enorme banco que comenzó bien pronto a descomponerse por el calor”, detalló el reportero aquella tarde.
La nota indica que una vez que pasó la fuerza del fenómeno, las autoridades auxiliaron a los damnificados que fueron trasladados a Colima y sepultaron a siete personas muertas, además, para evitar una epidemia se mandó a enterrar a todos los pescados que “la gran ola” había arrojado.
El viernes 24 de junio, dos días después del fenómeno, indicaba que Salvador Saucedo, el entonces gobernador de Colima, había enviado telegramas “angustiosos” al entonces presidente Pascual Ortiz Rubio de la situación que se vivía en ese poblado y donde solicitaba que fuera enviada ayuda inmediata.
Bajo el título “Cuyutlán después de la horrible catástrofe”, este medio entregó en su edición del domingo 24 de junio una nota en la que destacaban seis fotografías de los daños que dejó el tsunami en ese poblado ubicado a orillas del océano Pacífico.
El corresponsal entrevistó al gobernador de esa entidad, en la que detallaba que las pérdidas económicas eran “alarmantes”, debido a que estimaban los daños en 6 millones de pesos.
Seis días después del tsunami, bajo el título “Más temblores en Colima”, el lunes 27 de junio, este medio informó que la población de esa entidad seguía sintiendo más movimientos telúricos, lo que originaba el pánico en la población colimense.
El texto decía: “A las 15:00 horas de ayer se sintió nuevamente otro movimiento de poca intensidad, pero ello, no obstante, alarmó grandemente a los vecinos de la población, puesto que se creyó que el movimiento se repetiría con mayor fuerza, por lo que todos los habitantes salieron de sus casas a pesar de que la mayoría se encontraba comiendo y de que caía una ligera llovizna”.