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Sofía tiene 12 kilos de sobrepeso, igual que 50% de la población mexicana que tiene obesidad, sus malos hábitos alimenticios detonaron su enfermedad. La única diferencia es que ella sólo tiene ocho años. Cada vez más niños entre cero y 14 años se suman a la lista.
En octubre de 2017, la Unidad de Datos de EL UNIVERSAL publicó que el promedio anual de nuevos casos, de 2014 a 2016, fue de 50 mil menores de edad, de acuerdo con el análisis hecho con los datos de morbilidad de la Secretaría de Salud. Los más afectados son los menores entre 10 y 14 años. Cuatro de cada 10 diagnósticos se ubican en este rango.
Las cifras de obesidad infantil no logran detener su crecimiento anual. Esto genera un grave problema tanto para las finanzas públicas actuales, como para el futuro de la infancia. Desde principios de 2000, un estudio publicó que esa sería la primera generación de niños con una esperanza de vida menor a la de sus padres. Hasta siete años menos, dependiendo de la edad en la que se presente el padecimiento, de acuerdo con el investigador Franco Sassi.
Este padecimiento es un foco rojo para las autoridades sanitarias de México y también a nivel mundial. Tan es así que desde hace más de 10 años, la OMS nombró a la obesidad como la epidemia del siglo XXI. Sofía es uno de los 400 niños que se atienden anualmente en la Clínica de Obesidad del Hospital Infantil de México. Desde su primera visita, los médicos analizaron su situación emocional, social y familiar. Cualquier factor puede ser detonante para esta enfermedad.
Una de las razones que encontraron los médicos fue que la pequeña no desayunaba. Y cuando lo hacía, el menú era leche con chocolate, galletas y huevo revuelto. Si se iba con el estómago vacío, lo que podía encontrar en la tiendita de la escuela eran hamburguesas, tacos al pastor, refrescos y papitas. Además, existen otros factores que inciden de manera negativa en la vida de Sofía: la genética, ambas familias tienen antecedentes de sobrepeso y la ansiedad, la cual la canalizaba a través de la comida.
El principal objetivo de los médicos es que baje de peso para prevenir que esta enfermedad afecte su vida adulta. “Si desarrollas obesidad antes de los siete años tienes tres veces más probabilidad de ser un adulto obeso. La estadística aumenta al doble hasta antes de los 15”, dijo Salvador Villalpando, jefe del Departamento de Gastroenterología y encargado de la clínica de obesidad del Hospital Infantil de México.
Al interior de este centro también hay una clínica de diabetes, puesto que se estima que más de 60% de los mexicanos con obesidad tienen un alto riesgo de contraer esta otra enfermedad.
Niños enfermos, adultos con menor calidad de vida
Este mal existe en el país desde hace más de una década. En 2006, México apareció como el lugar con mayor crecimiento de sobrepeso y obesidad infantil en todo el mundo. En ese momento se dispararon las alarmas en todos los sectores. Además, los mexicanos eran considerados como los primeros consumidores de refrescos a nivel mundial.
En 23 de los estados del país se registró un aumento de 2014 a 2016 en cuanto al número de menores con obesidad. Aguascalientes y Campeche tienen los incrementos más drásticos. Su tasa se triplicó y pasó de 110 hasta los 300 niños con obesidad por cada 100 mil. Los especialistas que laboran en el Hospital Infantil saben eso. La demanda es tan alta que aceptan que no se dan abasto para atender a todos los que llegan de diferentes partes del país.
Uno de los grandes riesgos de la obesidad es que su probabilidad de generar diabetes o hipertensión es alta. Durante 2014 y 2016, se reportaron 3 mil 442 casos de diabetes en menores de cero a 14 años. Seis de cada 10 niños diagnosticados con diabetes tipo I tienen entre 10 y 14, según las estadísticas de salud.
Pasó un año desde que Sofía tuvo su primera consulta. El progreso es poco. Confiesa que le cuesta mucho dejar las golosinas; sin embargo, esta pequeña continúa en tratamiento porque desea mejorar su salud. “Desde que llegué me han puesto a bajar de peso. Ahorita no me he aplicado, pero me explicaron que la obesidad llega a un límite donde no hay vuelta atrás y yo no quiero que eso me pase”, dice con una sonrisa.