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Lo más emocionante de ser un niño gritón es cantar: “¡Preemio Mayooor!” y sentir lo que muy probablemente es la misma emoción de quien se lo ha llevado, así lo cree Dennise Cortés Rojas, de 12 años, quien desde hace cuatro años forma parte del grupo de niños gritones de la Lotería Nacional para la Asistencia Pública.
“El Premio Mayor me ha tocado gritarlo varias veces, y es lo que más me gusta porque la gente se emociona y se siente muy bonito cuando oyes los aplausos y los gritos de alegría”, apuntó.
Desde 1771, los niños gritones han sido un ícono de transparencia en cada uno de los sorteos que realiza esta casa de asistencia pública, debido a que son ellos quienes se encargan de cantar los números de billete que son premiados en cada sorteo que organiza la Lotería.
Con el objetivo de generar equidad, en 2001 se incorporaron las niñas y Dennise es la tercera de cuatro familiares que se convierte en gritona. Primero fue su hermana mayor, luego su prima, y ella decidió convertirlo en una tradición. Ahora, la más pequeña de sus primas también es parte de la historia.
Como el año pasado, la tarde de este 16 de septiembre, estos “otros gritones” llevarán buenas noticias a cientos de hogares mexicanos. En el otro grito, el niño afortunado gritará “¡Premio mayor!” a quien tenga la fortuna de recibir 100 millones de pesos.
“Queremos que el sólo venir aquí ya sea un premio para los que compran su cachito”, comenta Dennise. En su casa sí acostumbran comprar billetes de lotería y aunque ella sólo ha tenido la suerte de sacar un reintegro, asegura que es una tradición que los une como familia.
Los días que hay sorteo en El Moro, edificio sede de la Lotería Nacional, Dennise regresa de la escuela a casa, avanza con su tarea, come y se arregla para salir impecable en las fotografías que toman los reporteros invitados a cada celebración. El uniforme se lo ponen hasta que están en el edificio de la Lotería Nacional, porque todos sus compañeros deben portarlo de manera idéntica.
Uno de los sorteos que más recuerda Dennise es precisamente el que se celebró para las fiestas patrias del año pasado, porque desde esa fecha se realiza en la Zona Militar número 1, frente al Presidente de la República y cientos de soldados que asisten a la tradicional comida del 16 de septiembre, esperando escuchar en la voz de un niño el número de su cachito.
El tradicional Sorteo Magno para las fiestas patrias se celebra cada año desde que se creó la Lotería Nacional. Durante 70 años se realizó en El Moro, pero desde el año pasado se lleva a cabo en la Zona Militar No. 1.
En los cuatro años como niña gritona, asegura que esa ocasión fue su mejor experiencia. En esos años, Dennise terminó su educación primaria y hoy estudia el segundo año de secundaria en la escuela 124 México, y le gustaría cursar fotografía y diseño de modas.
Estudiantes de excelencia
Para poder ser niño gritón hay que tener un promedio mínimo de 8.5, buena dicción, memoria fotográfica, una carta de buena conducta y un tono de voz fuerte. Una vez aceptados, los niños ensayan los cantos de cada sorteo una hora antes de que éste se lleve a cabo.
Los primeros niños gritones fueron seis huérfanos que debían saber leer para poder gritar los números de los sorteos que organizaba la entonces Real Lotería de la Nueva España. Los números de cada billete se escribían en pequeños trozos de papel y se guardaban en una especie de cilindros de madera. A cambio de realizar esta tarea, la Real Lotería ayudaba con estudios y vestimenta a los huérfanos.
Actualmente, la Lotería Nacional cuenta con 42 niños gritones, de los cuales 28 son niñas y 14 son varones.
En los tiempos de Porfirio Díaz, la Lotería empezó a recibir ayuda y organización por parte de la primera dama, Carmen Romero Rubio, y un grupo de señoras de la alta sociedad que ella presidía. Entonces, los niños gritones eran hijos de las familias más prestigiadas del porfiriato y era de muy buen ver que un joven fuera niño gritón de la Lotería Nacional.
Luego de la Revolución Mexicana, a los niños gritones se les conocía como “Niños del Ejército”, puesto que eran exclusivamente hijos de mexicanos heridos durante los enfrentamientos revolucionarios. Con el paso de los años, sólo podían pertenecer a este selecto grupo los hijos o parientes de los trabajadores de la Lotería Nacional.
Actualmente, cualquier niño de entre ocho y 11 años puede ser parte de esta tradición, como Diego Iván Benítez Barrios, quien sueña con ser gritón hasta los 15 años, edad máxima que les permiten permanecer en el grupo.
Diego ingresó luego de encontrar la convocatoria en una de las paredes de El Moro, el distintivo edificio que alberga la casa de sorteos, en su visita al Museo de la Lotería Nacional, gracias al programa cultural “Pasaporte del arte”.
Desde hace un año participa como niño gritón en los sorteos, estudia el quinto grado de primaria en la escuela Francisco Gabilondo Soler y sueña con ser doctor o maestro para salvar vidas de la enfermedad o de la ignorancia.
Con los niños gritones, la Lotería Nacional busca dar transparencia a cada sorteo. Los pequeños certifican de manera simbólica que el número ganador es elegido a suerte de quien ha comprado el cachito, porque los niños sacan la bola sin ningún tipo de interés.
Lotería: el avance y los retos
El juego de la Lotería es una herencia colonial, pero en el México que renacía luego de los años revolucionarios, la Lotería significó la oportunidad de financiar programas de asistencia a la población más pobre del país.
En entrevista con EL UNIVERSAL, María Dolores Lorenzo, historiadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), consideró que la Lotería Nacional fue uno de los grandes logros del Estado revolucionario, pero ahora su reto es garantizar la asistencia social desde la creación de una ley.
“El gran reto que ha encontrado la academia para la asistencia pública es que se logre incorporar a la población en estos servicios asistenciales desde el derecho, no desde la dádiva; abatir el rezago, ampliar la cobertura para minimizar el índice de pobreza”, señaló.
Los recursos recuperados de los sorteos solventan las carencias de los pobres.