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Como si se tratara de un maleficio sobre el Campo Marte, otra vez la bandera nacional tiene un percance al elevarse, ahora al revés, ante la mirada atónita de miles de asistentes. El escudo está de cabeza. Soldados que miran a lo lejos sueltan una sorda expresión: “Ssssh”, “Ssssh”, al darse cuenta del error. Al pie del asta monumental, el presidente Enrique Peña Nieto acaba de oprimir el botón del ascensor y nada hay que hacer. El lábaro tricolor se detendrá al tocar lo alto del mástil.
Aquí, en el momento insólito, orquesta y coros de la Secretaría de la Defensa Nacional interpretan el canto a la bandera. Los acordes y las voces dan majestuosidad al homenaje al símbolo nacional en su 197 aniversario; el verde y el rojo brillan intenso a la luz del sol del casi mediodía. El blanco es de deslumbrante estreno. El prado del Campo Marte está ocupado por decenas de escoltas militares que serán abanderadas por el Presidente.
Como siempre, están formados con horas de anticipación, niños de escoltas escolares. Se derriten al sol esos pequeños héroes que tienen la cortesía de ocupar sillas a la espera del momento de su abanderamiento. En las gradas de los cuatro costados, cientos de invitados observan lo que la retina se niega a reconocer: el águila de la bandera va patas arriba.
La marcialidad de soldados, marinos y pilotos aviadores es el signo de la celebración. Peña Nieto sigue al pie del asta monumental, acompañado por los representantes del Congreso, el diputado federal Édgar Romo García (PRI), el senador Ernesto Cordero Arroyo (PAN), el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Luis María Aguilar Morales; los secretarios de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida; de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, y de Marina, Vidal Francisco Soberón Sanz, así como el jefe del Estado Mayor Presidencial (EMP), Roberto Miranda Moreno.
El momento prosigue en sus claves de solemnidad. Presencian el rito a la bandera los integrantes del gabinete presidencial. Vienen los discursos. Primero el ministro Luis María Aguilar Morales, quien con tímbres de emoción y de corazón, expone sobre el gran valor que tiene el símbolo nacional por excelencia, y lo vincula con la Constitución, la cual es, explica, “la representación de los acuerdos fundamentales que han construido generaciones de mexicanos”.
Sube su emoción cuando elogia a la bandera: “Hermosa, forma sublime y solemne”. Con la vehemencia suave de los convencidos, dice: “Para eso estamos aquí, para conmemorar, venerar y exaltar la bandera nacional”.