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Una cama, ropa, algunos trastes, cubetas y una licuadora es lo que Guadalupe Hernández y otras 15 familias pudieron sacar de los departamentos que habitaban en la calle Iturbide número 12, en la colonia Centro de la Ciudad de México.
A un costado del edificio que habitó por más de 15 años, instaló un campamento improvisado con ayuda de otras seis familias que se turnan para quedarse y vigilar que gente externa no se meta y les robe.
“Nos vamos turnando, unos vamos a albergues y regresamos, no dejamos solo, hacemos guardia porque decían que en unos edificios habían estado robando, no queremos entrar, pero son nuestras cosas, es lo poquito que hemos podido comprar y de repente perder todo nos duele”.
Lupe vende esquites y elotes en la misma colonia, advierte que tras el sismo del 19 de septiembre, Protección Civil les indicó que el edificio no era habitable. De los 16 departamentos que lo conforman, la mayoría fueron evacuados. Un vecino que vive en el primer piso se niega a salir.
“Dice que no dejará su cama, que no dormirá en la calle aunque se caiga el edificio con él adentro, tratamos de convencerlo porque nos dijeron que sí hay mucho riesgo”.
La mujer de complexión delgada, pidió ayuda al gobierno de la Ciudad de México para no perder por completo su patrimonio. “Ayer nos dijeron que venían los de Protección Civil a levantar un censo, pero no ha llegado nadie, sólo el día del sismo nos dijeron que no era seguro regresar”.
Guadalupe y sus vecinos han recibido comida y botellas de agua de “chavos que traen su chalequito anaranjado y unos traen casco, también pasaron en una camioneta y al vernos nos ofrecieron tacos de chicharrón, pero del gobierno nadie, ni siquiera a ver la situación en la que estamos”.
En los años que la familia Hernández lleva en la capital del país, no recuerda un sismo tan fuerte y destructor como el del pasado martes.
Durante la réplica del sábado, Lupe y algunos vecinos ya estaban en una de las banquetas de la calle Iturbide.
Al preguntar si eran dueños del departamento o pagaban una renta, aseguró que al igual que ella, sus vecinos ocuparon el edificio porque estaba vacío. “A lo mejor unos sí pagaban, yo no, mi hermana que vivía en el departamento de abajo y yo llegamos y encontramos que nadie vivía ahí, pero ahora lo poco o mucho que compramos en 15 años se va a perder.
Comenta que todos sus vecinos son obreros, y “vivimos al día, ojalá nos ayude el gobierno porque tenemos mucho miedo de quedarnos para siempre en la calle”.