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Un mar de fuego en al menos 2 mil 500 hectáreas de la Reserva de la Biosfera más grande del Caribe mexicano. Eso es lo que se ha vivido desde el 8 de julio en Sian Ka’an, Quintana Roo, con una virulencia desconocida en los últimos años. Los máximos fuegos registrados desde 2012 fueron de 200 hectáreas. La selva es el ecosistema más común, en el que los incendios, que deberían presentarse cada varios siglos cuando hay sequía extrema, resultan ser catastróficos.
“Este incendio ha sido muy difícil de controlar, ya que el tipo de suelo es cavernoso, con muchas raíces secas subterráneas. Así que, aunque se controle de forma superficial, al día siguiente resurge el fuego en esa misma zona”, explica Eduardo Cruz, titular de la Gerencia de Manejo del Fuego de la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Su hipótesis razonada es que este incendio, que ha durado casi un mes, fue causado por cazadores que prenden fogatas para hacer salir a cocodrilos y tortugas para abatirlas. “Una vez [que] logremos acabar con el fuego, podremos ver si es necesario remedar o dejar que se recupere por sí misma”, dice.
“Hay un aumento de las temporadas y los incendios, que tiene que ver con el cambio climático. Los periodos de sequía cada vez son más largos, más prolongados. En estas fechas, lo que debería haber en la Península de Yucatán son huracanes o lluvias atípicas, no incendios. En el occidente del país se ha movido el periodo de incendios y llueve cuando no era habitual (...) los tiempos cada vez son más extensos”, explica Cruz, desde sus más de 25 años de experiencia en el manejo del fuego.
Cruz, como el resto de entrevistados, aclara que el fuego es un factor más dentro de algunos ecosistemas. Aunque suelen verse como un agente destructor, las llamas sirven para reducir maleza, sanear de enfermedades en plantas, liberar de nutrientes o germinar ciertas semillas. Esta relación se denomina régimen de fuego y divide a los ecosistemas en tres tipos: independientes, dependientes o sensibles del fuego.
Las primeras son áreas muy secas o frías, como los desiertos o las tundras, donde el fuego no se da. Las segundas tienen incendios cada dos a 10 años y, como los bosques de pino, los requieren para mantener su equilibrio. Las terceras son selvas y bosques tropicales y no necesitan del fuego en su ciclo, según documentos de la Conafor.
“Lo que estamos viendo es una alteración de los regímenes de incendios. Un ejemplo son las selvas tropicales húmedas que se están incendiando y con una frecuencia alta, lo que está contribuyendo a su alteración”, explica Enrique Jardel, investigador del Centro Universitario de la Costa Sur, considerado uno de los mayores expertos de México en manejo del fuego. “Mientras que en algunos bosques, que se mantenían con incendios frecuentes, la supresión del fuego que se hace para protegerlos crea condiciones para que al final tengan incendios mucho más severos y difíciles de controlar”.
Jardel trabaja el estado de Jalisco en los esquemas de conservación y control de las ANP La Primavera y la Sierra de Manantlán. De acuerdo con datos liberados por Conafor, estas dos reservas tuvieron dos de los cinco incendios más amplios de ese lustro, con 8 mil 276 y 6 mil 342 hectáreas afectadas. Por estados, Jalisco concentró 71 mil 233 de las más de 260 mil hectáreas incendiadas en ANPs. En ecosistemas que requieren fuego, propone como estrategia las quemas prescriptivas: usar el fuego de forma técnica para reducir la vegetación y el combustible natural para los incendios que vendrán.
“Hay un aumento de los incendios a escala mundial y una de las explicaciones que se da es el cambio climático, ya que obviamente el clima es uno de los principales controles naturales de los fuegos”, argumenta Jardel.
Datos globales
En los incendios en general, si se observan los datos totales tanto de las áreas protegidas como de las zonas normales desde 1970, se ve una gráfica de picos de sierra con una tendencia al alza. En 1998, según los datos, se incendiaron por todo el país 849 mil hectáreas. El siguiente pico fuerte llegó 13 años después, en 2011, con 956 mil hectáreas afectadas. Tras éste, el siguiente año complicado fue 2017, con 726 mil, sólo seis años después. En 2018 hubo 6 mil 970 incendios y una superficie afectada de 488 mil hectáreas, mientras que este año, hasta el 1 de agosto, ya van 7 mil 190 incendios y 581 mil hectáreas, según el último reporte de la Conafor.
En este contexto, tanto Conafor como Conanp han tenido, como el resto de la Administración Federal, recortes de presupuesto y personal. La primera pasó de 3 mil 991 millones de pesos a 2 mil 765, mientras la segunda tuvo un recorte desde los mil 175 millones a los 843 millones. El área de Cruz en la Conafor se ha mantenido con sus mil 800 brigadistas asignados, pero ha tenido que prescindir de los técnicos que hacían de enlaces con los estados y que coordinaban esfuerzos con otras dependencias y a los que, dice Cruz, necesita. La Conafor ha perdido 94 empleados desde diciembre hasta mayo, principalmente gerentes estatales, enlaces y coordinadores.
“Cuando se reduce el presupuesto y hay menos personal, se disminuye la capacidad para actuar ante incendios”, razona Jardel, “pero no es solo el presupuesto directo, ya que cuando se reducen las partidas para apoyos forestales y actividades productivas, la gente busca otras vías para sacar provecho a su terreno y pueden quemarlo y, por ejemplo, poner aguacate”. Colaborar con los dueños de las tieras para su manejo sustentable es, comenta, fundamental para la prevención.
De estos recortes sabe José Velázquez, encargado de Gestión de Riesgos en Chiapas y Oaxaca para la Conanp y con 21 años trabajando en gestión de fuego. “No tenemos para algunos proyectos, pero como llevamos 21 años trabajando con las comunidades y entonces hablamos con ellas para que hagan el trabajo. Son gente comprometida y saben que los programas van y vienen”, cuenta.
Velázquez tiene a su cargo un millón 200 mil hectáreas de ANP en los dos estados y unos 200 brigadistas que solo trabajan de marzo a julio, con los que vigila sobre el terreno y, si hace falta, extingue fuegos en esas zonas, en colaboración con otras instituciones como la Conafor. “Ha habido un aumento de los incendios en las ANP. Hay un problema con el cambio climático, son cada vez más frecuentes y explosivos”.
Este 2019, cuenta, lleva 145 incendios que afectaron 15 mil hectáreas de áreas naturales afectadas en Chiapas. “Antes, la temporada de incendios iba de marzo a julio, pero desde 2014 ya dura casi todo el año”, y lamenta: “Nuestros brigadistas deberían estar activos todo el año, no sólo esos meses”.