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alberto.morales@eluniversal.com.mx
El cineasta mexicano Alejandro González Iñárritu, ganador del Oscar, reclamó a empresarios la falta de apoyo a los migrantes mexicanos en Estados Unidos, en momentos en que Donald Trump ha hecho de los compatriotas blanco de “un odio injustificado”.
En una carta dirigida a Luis Robles Miaja, presidente de BBVA Bancomer México, y a Adolfo Albo Márquez, jefe de Gabinete de la Presidencia de BBVA, el multipremiado director de cine lamentó que la fundación de esa institución bancaria no haya colaborado en la realización de la obra Carne y Arena, que tiene como objetivo mostrar las adversas condiciones que viven los migrantes.
González Iñárritu asegura que el motivo para buscar el apoyo del banco “no fue por una necesidad económica. La obra está financiada. Pero ante el desprecio e insultos xenofóbicos de parte del presidente de Estados Unidos hacia nosotros, vi una oportunidad de salvar el honor y la dignidad con una institución española-mexicana, presentando la obra en EU, mostrado así unidad y apoyo entre nosotros”.
En la carta, fechada el 9 de mayo de 2017, reprochó la falta de apoyo de empresas mexicanas, a excepción de Alejandro Ramírez, de Cinépolis. En contraste, más de seis compañías estadounidenses donaron importantes recursos.
A continuación la carta:
Lic. Luis Robles Miaja
Presidente de BBVA México
Lic. Adolfo Albo Márquez
Jefe de Gabinete de la Presidencia BBVA
9 de mayo de 2017
Hola Luis y Adolfo:
Espero se encuentren bien. Al no recibir hasta ahora ninguna notificación personal con respecto a su decisión final de no participar como patrocinadores de la obra CARNE y ARENA, me tomé la libertad y el tiempo (aunque éste siempre nos haga falta a todos) de escribirles, pues tengo como costumbre y código ético cerrar a bien lo que inicio.
Primero que todo, gracias. Gracias por haberse tomado el tiempo y por considerar participar en esta aventura.
Nunca antes en mi carrera me había involucrado en un proyecto artístico con un contenido y fin social tan contundente y específico.
Tampoco había necesitado nunca antes pedir apoyo económico para un proyecto con espíritu filantrópico. Tras esta experiencia, admiro hoy, mucho más que antes, a quienes en nuestro país han podido unir voluntades y compromisos económicos con fines sociales o altruistas. Hoy me queda claro que toma un milagro hacerlo.
Como les comenté claramente el día que los conocí, la primera razón por la cual acudí a ustedes, aparte de ser el banco más grande de México, fue por su fundación dirigida a los inmigrantes, que en principio comulgaba en espíritu con la instalación de realidad virtual CARNE y ARENA.
La segunda razón no fue por una necesidad económica. La obra está y ha estado siempre financiada. Pero ante el desprecio e insultos xenofóbicos de parte del presidente de Estados Unidos hacia nosotros, vi una oportunidad de salvar el honor y dignidad con una institución española/mexicana presentando la obra en Estados Unidos, mostrando así unidad y apoyo entre nosotros.
El presidente de Estados Unidos ha hecho de nuestros compatriotas más trabajadores, necesitados y vulnerables, el blanco de un odio injustificado, poniendo así en riesgo su futuro y la seguridad de ellos y la de sus familias. A pesar de ser ellos la segunda fuente más grande de ingreso económico de México, nuestro gobierno los ha desprotegido, dejándolos huérfanos.
Durante sólo un mes hemos mostrado la instalación a más de 300 personas de diferentes países y todas las ramas posibles. Sin excepción alguna, el resultado final es de gran impacto artístico y tecnológico, pero, más importante aún, de inmensa empatía y compasión, que no es otra cosa sino entendimiento.
Más de seis compañías norteamericanas han ofrecido y donado sumas importantes de dinero, y tres individuos han donado, cada uno de ellos, un millón de dólares para la causa.
A excepción del ejemplar mexicano Alejandro Ramírez, miembro de su consejo y quien personalmente donó 250 mil dólares en efectivo y 250 mil dólares en promoción en las pantallas de Cinépolis, mi experiencia con la iniciativa privada en México ha corrido otra suerte.
Y eso ha sido duro, pero también una gran lección para entender y vivir en carne propia por qué un país se desmorona y puede ser humillado de la forma que se nos ha humillado.
Para mí no es importante el que hayan dicho que no. Yo soy consciente de que nadie está obligado a participar, por mala o buena que sea una idea, en un proyecto ajeno. A mí también me ofrecen muchos proyectos para participar y sé lo que es estar del otro lado, el de ustedes.
Pero aquí hubo algo diferente. No fue el rechazo, sino la forma en que lo hicieron. Eso es lo que impacta y entristece. Y esta no es una carta de reclamo, sino de reflexión, o una invitación a ésta.
Cuando me reuní con ustedes, expresé enfáticamente lo importante que era la rapidez de su respuesta, fuera ésta sí o no, pues el tiempo estaba en nuestra contra y para que, en caso de que el proyecto no funcionara para ustedes, nos diera tiempo de encontrar otro patrocinador mexicano. Les pedí una semana. Reiteré más de una vez la importancia de este punto, y ustedes lo aceptaron.
Sin embargo, a pesar de las constantes peticiones de mi parte y de Mary Parent para que se definieran a la brevedad, un mes y medio después dieron su negativa sin siquiera comunicármelo a mí personalmente. Este vergonzoso retraso y actitud pusieron en alto riesgo el proyecto. No tuvimos tiempo ya de explorar otras posibilidades en México.
Lo más triste es la oportunidad perdida: que una fundación como la de ustedes, cuyo fin es ayudar a los inmigrantes, tan necesitados ahora y más que nunca, haya perdido la oportunidad única de ser introducida a uno de los más grandes y billonarios consejos filantrópicos del mundo, dentro de una de las instituciones más prestigiosas de Estados Unidos como lo es LACMA, en el estado que posee el sexto lugar en la economía mundial y dentro de la ciudad con más mexicanos después de la Ciudad de México.
El LACMA, como ellos mismos lo expresaron en la junta, no abre sus puertas a patrocinadores o instituciones fácilmente. Tras escuchar la generosa propuesta que hicieron hacia su fundación y todos los beneficios potenciales que vendrían con una presentación como ésta durante un año, no tuve la menor duda de que, a largo plazo, nadie más que su fundación se hubiese beneficiado de esta gran oportunidad y coyuntura. Sin embargo, tras las insistentes peticiones de su equipo de obtener una garantía de recuperación de su donativo a través de un porcentaje del boleto de entrada o sus propuestas de que, a cambio, Emmanuel Lubezki y yo fuésemos los portavoces públicos de Bancomer, se nos hizo claro a todos que no habían entendido el potencial ni el fin y espíritu del proyecto.
Para ser más preciso, fueron los inmigrantes quienes perdieron esta oportunidad de, a través de su fundación, haber podido canalizar la voluntad y el inmenso capital de estos individuos norteamericanos que, una vez sensibilizados con la obra, hubiesen podido tener una organización mexicana en quien confiar y a la cual donar su dinero.
Hace dos semanas, Arnon Milchan fue a ver la instalación. Al terminar, con lágrimas en sus ojos, estaba muy afectado y emocionado. Me preguntó cómo podía ayudar. Él tenía que hacer algo. “¿Por qué no patrocinas la exposición del LACMA?”, le dije. Sin poder creerlo aún, sonrió y nos dio las gracias por dejarlo participar. El israelí-norteamericano Arnon Milchan será quien patrocinará y apoyará CARNE y ARENA, una obra mexicana hecha por mexicanos y para mexicanos en un momento en donde, más que nunca, tendríamos que estar unidos.
Afortunadamente, CARNE y ARENA cuenta también con apoyo económico y el gran entusiasmo de individuos, compañías, festivales, instituciones internacionales y fundaciones artísticas y sociales. Muy pronto se inaugurará y presentará en diferentes ciudades del mundo.
Qué pena que lo único que no hubo fue el apoyo de una institución mexicana.
Sinceramente,
Alejandro González Iñárritu
Cineasta