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Don Julio Luna se apoya con su bastón hecho de carrizo para caminar por las calles pedregosas del poblado indígena nahua de Santa Catarina, ubicado en el norte de Morelos. Al igual que le cuesta dar un paso, este hombre de 82 años no comprende cómo a sus nietos y vecinos les avergüenza hablar náhuatl, la lengua de sus padres y abuelos.
Ubicada cerca de Tepoztlán, la comunidad de Santa Catarina ha sido referente de las resistencias campesinas y ambientales en la entidad, por lo que el octogenario afirma que también se debe luchar porque el náhuatl se siga hablando y, sobre todo, que la población se sienta orgullosa de su lengua originaria.
“No entiendo cómo a los niños, los chiquitos y jóvenes les da vergüenza hablar náhuatl. Es el idioma de sus abuelos y de sus padres, por lo que es parte de la historia de su familia. Es algo por lo que deben sentirse orgullosos y no darles pena de hablarlo en la calle, porque muchos de ellos lo saben o lo hablan en casa, pero sienten vergüenza de hacerlo en las calles”,
comenta Julio.
A pesar de que se le dificulta caminar y escuchar, este hombre de la tercera edad es una de las personas quien con mayor entusiasmo apoya el funcionamiento de la escuela Ma to Machtikan Muoseaul Tlahtolli (Venimos a aprender náhuatl), la cual de manera independiente ha impartido clases de la enseñanza de este idioma a los habitantes de esta comunidad, vecinos de otras poblaciones y a extranjeros desde 1998.
Don Julio no sabe leer muy bien en español, se le dificulta debido a que no tuvo educación formal y lo poco que sabe lo adquirió de forma autodidacta y de sus hijos; sin embargo, habla y conoce de manera profunda el náhuatl, lo que le ha permitido ayudar en las clases de esta lengua a quienes asisten a Ma to Machtikan Muoseaul Tlahtolli.
“Es importante tener la escuela viva, porque no cualquier pueblo tiene algo así donde se aprende nuestra lengua. Yo no sé leer bien, pero aquí ayudo a los que vienen y quieren aprender náhuatl y ellos me ayudan a leer mejor español. Yo los ayudo y ellos me ayudan a leer”, afirma Julio.
El libro Zapata, una compilación fotográfica del Caudillo del Sur editada por el Fondo de Cultura Económica (FCE), es su favorito. Lo lleva a todos lados. A pesar de que su vista está cansada y no puede leer letras pequeñas, disfruta ver las imágenes históricas del líder agrario, debido a que su padre y abuelo fueron parte de las fuerzas zapatistas.
Hojea el libro y centra sus ojos cansados en la imagen del ícono revolucionario, quien nació en Anenecuilco, poblado ubicado a 10 kilometros de Santa Catarina y donde, como la mayoría de los pueblos morelenses en el movimiento insurgente, se unieron a sus filas.
“Me gusta mucho ver las fotos del general Zapata. Me recuerda a mis padres y a la historia de Santa Catarina, porque aquí siempre estuvimos del lado del general Zapata y por eso una vez los carrancistas quemaron todo el pueblo y en la leva [el reclutamiento] se llevaban a hombres y niños”, comenta mientras se acomoda su sombrero blanco, ante el sol que deja caer con fuerza sus rayos.
Preservar la lengua
En el verano de 1998, el maestro José Martínez llegó a este poblado, junto con varias personas interesadas en comenzar un proyecto de difusión del náhuatl; sin embargo, cuando preguntaron entre los pobladores quiénes hablaban la lengua, se encontraron que sólo los adultos mayores lo dominaban, lo que los impulsó aun más a seguir con su iniciativa: “Cuando llegamos y preguntamos quién hablaba la lengua, nos encontramos que nadie, aquí nadie habla náhuatl, pero después, al ir platicando con los pobladores encontramos que sí, mucha gente lo habla, pero de los viejos, y de los niños ya casi nadie”, recuerda.
Parte del proceso de enseñanza-aprendizaje que se implementa en “La Escuelita”, como le llaman, es que “los abuelitos” que hablan la lengua originaria “vengan y platiquen con los niños, con el objetivo de crear una relación generacional. Ha sido una experiencia bonita, porque de verdad ya se estaba perdiendo la lengua”.
Reconstrucción
A raíz del sismo del 19 de septiembre del año pasado con magnitud 7.1 y cuyo epicentro se localizó en Axochiapan, al sur de Morelos, los daños que sufrió la escuela han impedido su funcionamiento; sin embargo, personas como don Julio y José Martínez, así como vecinos y alumnos de este centro de enseñanza se organizaron para que su plantel siga de pie y continúe con su misión.
“Inmediatamente que pasó el sismo del 19 de septiembre, don Julio y varios vecinos vinieron a ver ‘La Escuelita’ para saber si le había pasado algo. Se encontró que tuvo daños como algunas cuarteaduras en las paredes y se rompieron vidrios, lo que afectó su funcionamiento, pero hemos comenzado con su remodelación”, señaló José Martínez.
Con materiales de la región como pasto, excremento de caballo, tierra, agua y sellador, los voluntarios se han coordinado por medio de faenas para reparar los daños ocasionados por el movimiento telúrico, sin recibir apoyo por parte de dependencias oficiales.
“La reparación está casi lista, pero necesitamos todavía apoyo para que la escuela siga funcionando con su propósito de divulgar el náhuatl y que esta lengua no se pierda. Hoy más que nunca, en un contexto de globalización y de pérdida de identidades de los pueblos originarios, es necesario reactivar la escuela y que más gente siga manteniendo viva nuestra lengua, y por medio de ésta, nuestra historia”, agregó.
Dentro de las perspectivas que busca Venimos a aprender náhuatl, destaca ser un referente que no sólo se enseñe esta lengua, sino que sea, afirma Martínez Cruz, un lugar en el que se realicen foros y reuniones y la gente de este poblado y de otras comunidades del estado pueda usar sus instalaciones para discutir sus problemas y proyectos.
La difusión de la lengua, recalca, puede darse de muchas maneras, y una muy importante que además ayuda a que perdure es la creación de libros que difundan sus pensamientos e historias, por lo que este centro escolar busca impulsar este año un concurso de cuentos entre esta comunidad y que se imprima tanto en náhuatl como en español.
“Pretendemos llamar este año a la gente a que participe en un concurso de cuentos y que se publique de manera impresa en ambas lenguas. La tradición indígena en México es muy oral, material escrito queda muy poco, por lo que queremos que esas tradiciones orales se traduzcan en español y que perduren por escrito. En este sentido, también son muy importantes los videos, los documentales, rescatar los audios y crear una fonoteca, pero eso requiere más recursos y no sabemos si podremos tenerlos. Son cosas y herramientas para la preservación de nuestra lengua y, por lo tanto, de nuestra historia”, comentó.