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El llamado Halconazo “es el patito feo” de los movimientos estudiantiles, pero el 10 de junio de 1971 también hubo genocidio y, ante lo ocurrido, “tendríamos que ir ante los órganos jurisdiccionales internacionales”, asegura Joel Ortega Juárez, ex líder estudiantil y sobreviviente de las masacres del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971.
Ortega afirma que acudir a instancias como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) es polémico y “el Estado puede argüir que eso no es posible porque los órganos internacionales entran cuando dentro del país es imposible realizar un proceso, pero no es el caso”.
En entrevista con EL UNIVERSAL, subraya que la única forma de acceder a la justicia es que el Estado públicamente sea condenado por haber cometido genocidio contra los estudiantes el 2 de octubre del 68, así como el 10 de junio de 1971, y que eso tenga repercusión en los casos de Ayotzinapa, Tlatlaya, Acteal, etcétera.
En su departamento, al sur de la Ciudad de México, rodeado de decenas de antiguas ediciones de libros de Vladimir Lenin, Karl Marx y su archivo personal lleno de volantes y manifiestos, Ortega Juárez considera que el acceso a la justicia por los heridos y muertos de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971 es un pendiente en México.
El ex dirigente estudiantil en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM, recuerda que aquel Jueves de Corpus, “empezaron los pinches halcones a disparar y a cada balazo, [yo] decía: ‘Es un muerto, otro muerto’, y lo sentía sobre mis espaldas, porque yo había sido el que decidió que había que salir en marcha”.
Cuando se comparan estos movimientos, se considera que los jóvenes que protestaron esa tarde en la México-Tacuba, “somos el patito feo, el 10 de junio de 1971 quedó como el patito feo frente al 68”, añade.
Cuenta que, junto con otros compañeros, ha documentado con nombre y apellido a 44 personas que ahí murieron. “A lo mejor hay más, pero los que tenemos es que están probados que ahí cayeron”.