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Un estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) inventó un método para crear papel a partir de las colillas de cigarros que la gente desecha después de fumar.
En México se desechan 50 mil millones de colillas al año , sin disposición final, y como grandes contaminantes de agua, puesto que una sola tiene la capacidad de ensuciar hasta 50 litros de agua al estar diseñada para retener sustancias tóxicas potencialmente cancerígenas, como el alquitrán. Por cada tonelada de colillas de cigarro que se utilicen para crear papel, se podría salvar la vida de 14 árboles podados.
El estudiante de la licenciatura en Biología de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala degradó estos desechos, aplicó un micro organismo para convertir 25% en composta, y después buscó la manera de aprovechar el restante convirtiéndolo en papel.
“Trituramos o molemos con agua la colilla tratada, un mililitro de agua por cada colilla, sin contaminantes, y obtenemos algo similar a la pulpa de la celulosa. Con las colectas que hacemos en bares, restaurantes o lugares específicos, conseguimos cerca de 15 kilogramos de colillas por semana”.
Además de las recolecciones, Leopoldo Benítez ha organizado colillatones en eventos con afluencia importante de personas. “Les informamos sobre la trascendencia de no tirar las colillas en cualquier lugar por el daño que producen al medio ambiente; pretendemos que sean conscientes y piensen en reciclarlas para asignarles un valor como sucede con el PET o el aluminio”, enfatizó.
Por el momento, el universitario sólo elabora pulpa de celulosa, aunque el material procesado también tiene propiedades térmicas y aislantes. Está en fase de emprendedor y su objetivo es reproducir su idea, que ya está estandarizada a nivel industrial.
En una primera etapa, se dio a la tarea de buscar un microorganismo que deteriorara las colillas, y encontró uno que con apenas un ciclo de vida de tres meses genera un complejo de enzimas fuera de sus células, capaces de degradar o ser específicas para la celulosa.
“Son hongos basidiomicetos que crecen sobre los árboles y deterioran la madera. Mi hipótesis fue que podrían hacer lo mismo con colillas, que también están hechas de celulosa”, explicó.
Proporcionó a los hongos condiciones controladas de crecimiento, dentro de frascos en donde también colocó colillashumedecidas; el resultado fue el crecimiento de los basidiomicetos, indicativo de que se estaban alimentando de los desechos. “Había una conversión de la colilla a biomasa del hongo, y éste fue el aporte de mi tesis”.
Posteriormente, las colillas se degradaron en un 25%, proporción que se biotransformó en materia orgánica que se podía usar como composta. “Pensé qué hacer con el otro 75%, y supuse que podía sustituir la pulpa de celulosa utilizada a partir de la tala de los árboles para fabricar papel”.
cg